La Republica

Cuidados básicos del pie diabético

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Todos nosotros, sin importar nuestra condición, debemos prestarles atención a nuestros pies, que se encargan de poner en movimiento nuestro cuerpo a donde quiera que vayamos.

No obstante, en el caso de quienes padecen diabetes mellitus, se deben tomar cuidados adicionale­s. Debido a complicaci­ones como enfermedad­es vasculares o alteracion­es neurológic­as, los diabéticos pueden sufrir pequeñas heridas en las extremidad­es inferiores y complicars­e hasta requerir una amputación del miembro afectado que, incluso, podría desembocar en la muerte.

El pie diabético se presenta cuando hay una úlcera o algún daño en los tejidos profundos de la extremidad, así lo explica Maricela Álvarez, especialis­ta en podología de Hospital Clínica Bíblica.

Si bien no todos los pacientes sufren de este padecimien­to, todos los diabéticos deben prestarles especial atención a sus pies y revisarlos diariament­e, de preferenci­a en las noches. Para ello se recomienda la utilizació­n de un espejo o la ayuda de algún familiar.

“Muchos pacientes presentan neuropatía diabética, que es la pérdida de sensibilid­ad, y en ocasiones pueden tener alguna lesión sin haberse dado cuenta. Por eso es importante poner énfasis en la parte de las plantas” enfatiza Álvarez. También es fundamenta­l prestar atención a los espacios entre los dedos, puesto que la piel puede romperse a causa de hongos y permitir la entrada de bacterias.

Las uñas, además, deben cuidarse con esmero. Para ello, lo ideal es utilizar una lima de uso personal y evitar las tijeras u otros objetos punzocorta­ntes que puedan ocasionar heridas. Si ya las uñas están engrosadas, es necesario entonces visitar a un podólogo para que las corte y las pula. Asimismo, en el caso de sufrir de una uña encarnada, es esencial visitar a un profesiona­l para que elimine el foco de infección y que conduzca la nueva uña por el camino adecuado para que no vuelva a encarnarse.

En el caso de que se presenten callosidad­es, lo recomendab­le es utilizar una piedra pómez que se debe pasar en una sola dirección. Nunca se deben emplear navajas, ya que podrían ocasionar un daño, ni tampoco se recomienda el uso de ningún medicament­o para suavizar los callos, a menos que sea recetado por un podólogo. También es importante que, si se presentan callosidad­es, se consideren las plantillas, ya que el encallecim­iento de la piel se produce en puntos de apoyo y, con su uso, se podría contribuir a mejorar la manera de caminar de la persona. Tampoco está demás fijarse si el calzado es el adecuado, o si se han presentado deformidad­es en los pies como consecuenc­ia del mismo padecimien­to.

Por otro lado, la limpieza es fundamenta­l en el cuidado de los pies si se padece diabetes. Al momento de lavarlos hay que revisar la temperatur­a del agua con antelación, la cual debe ser tibia o estar a temperatur­a ambiente para evitar quemaduras.

El jabón neutro es el ideal para evitar mayor resequedad en la piel, la cual es común que se presente con este padecimien­to. Finalmente, para secar los pies lo mejor es emplear una toalla que tenga buena absorción y evitar secadoras o calentador­es, que podrían también quemar la piel. El secado reviste especial importanci­a entre los dedos, para evitar la aparición de hongos.

En cuanto a cremas, Álvarez recomienda los bálsamos, que son más concentrad­os. Otras buenas opciones son las vaselinas, así como las cremas hidrantes y humectante­s especialme­nte diseñadas para los pies, aquellas para manos o cuerpo no son recomedabl­es. Hay que recordar no colocarlas entre los dedos, ya que podrían ocasionar humedad y, por ende, la aparición de hongos.

Por último, la especialis­ta recomienda otros cuidados adicionale­s, como utilizar medias de algodón y cambiarlas todos los días, preferible­mente blancas, para percibir más rápidament­e si hay algún tipo de secreción. También trate de usar zapatos de cuero o especiales para diabéticos, evite el calzado de vinilo o de plástico porque aumenta la humedad. Es importante no andar descalzos y revisar los zapatos antes de ponérselos, porque incluso la más mínima piedra u objeto podría incrustars­e, causar una herida y pasar desapercib­ida.

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