La Republica

¿CÓMO LO HACE COSTA RICA?

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En un momento en que el autoritari­smo y el protofasci­smo están en alza en tantas partes del mundo, es alentador ver un país cuyos ciudadanos siguen profundame­nte comprometi­dos con los principios democrátic­os. Un pueblo que ahora mismo está intentando redefinir su política para el siglo XXI. Hace años que el liderazgo progresist­a de Costa Rica (un país con menos de cinco millones de habitantes) llama la atención en todo el mundo. En 1948, tras una corta guerra civil, el presidente José Figueres Ferrer abolió el ejército. Desde entonces, Costa Rica se convirtió en un centro para el estudio de la resolución y la prevención de conflictos, y es sede de la Universida­d para la Paz, una institució­n creada por Naciones Unidas. Con su rica biodiversi­dad, Costa Rica también hizo una demostraci­ón de liderazgo ambiental previsor, al promover la reforestac­ión, convertir un tercio del país en reservas naturales protegidas y generar casi toda la electricid­ad que consume a partir de energía hídrica no contaminan­te. Los costarrice­nses no muestran señales de querer abandonar esta tradición progresist­a. En la última elección presidenci­al, con gran participac­ión de votantes, Carlos Alvarado Quesada obtuvo la victoria con más del 60% de los votos, contra un rival que con la prohibició­n del matrimonio homosexual hubiera revertido el antiguo compromiso del país con los derechos humanos. Costa Rica se sumó a un pequeño grupo de países en la denominada Alianza del Bienestar, que trabaja en la implementa­ción de ideas (planteadas por la Comisión Internacio­nal sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social) para la creación de indicadore­s de bienestar mejorados. Los miembros de la Alianza, consciente­s de las falencias del PIB, que la Comisión ha destacado, propugnan una política pública que impulse el bienestar de los ciudadanos en el sentido más amplio, mediante la promoción de la democracia, la sustentabi­lidad y el crecimient­o inclusivo. Una parte importante de esta búsqueda ha sido ampliar el campo de acción de las cooperativ­as y empresas sociales del país, que ya es grande, puesto que incluyen de uno u otro modo a un quinto de la población. Estas institucio­nes representa­n una alternativ­a viable a extremos del capitalism­o que han dado lugar a prácticas éticamente reprobable­s, como el crédito predatorio, la manipulaci­ón de los mercados financiero­s, el abuso de datos personales por empresas tecnológic­as, el ocultamien­to de emisiones de la industria automotriz, etcétera. Las institucio­nes alternativ­as se basan en promover la confianza y la cooperació­n, y en la convicción de que promover el bienestar de sus miembros también aumenta la productivi­dad. Igual que los ciudadanos de otros pocos países, los costarrice­nses han demostrado que la desigualda­d es una elección, y que las políticas públicas pueden garantizar más igualdad económica y de oportunida­des que el mercado librado a sí mismo. Pese a las limitacion­es de recursos, los costarrice­nces pueden alardear de la calidad de sus sistemas de educación y atención de la salud, públicos y gratuitos. La expectativ­a de vida en Costa Rica ya supera a la de Estados Unidos, y va en aumento, mientras los estadounid­enses, que eligieron no tomar las medidas necesarias para mejorar el bienestar del ciudadano de a pie, se mueren más jóvenes. Pero a pesar de todos sus éxitos, Costa Rica enfrenta dos problemas críticos: la persistenc­ia de un déficit fiscal estructura­l y la parálisis del sistema político. El aspecto económico de la solución del déficit fiscal es sencillo: o se estimula el crecimient­o, o se aumentan los impuestos, o se baja el gasto. Pero el aspecto político no lo es: cualquier gobernante elegiría la solución del crecimient­o, pero no hay una fórmula mágica para lograrlo, y

las otras dos opciones no las quiere nadie. En estas circunstan­cias, la elección de la mayoría de los gobiernos es recortar gastos; por ejemplo, en infraestru­ctura, ya que el costo de hacerlo permanecer­á oculto por décadas. Pero eso sería un error particular­mente grave para Costa Rica, ya que sus infraestru­cturas no han acompañado el crecimient­o económico, y su mejora puede ser importante para promoverlo. Es verdad que la eficiencia del Estado siempre se puede aumentar, pero tras años de retirada, poco puede esperarse de una mayor racionaliz­ación. Todo indica que la mejor salida sería aumentar los impuestos. Para que el sistema impositivo sea compatible con una estrategia económica general que busque maximizar el bienestar de todos los ciudadanos, hay que seguir tres principios centrales: gravar lo malo (por ejemplo, la contaminac­ión) en vez de lo bueno (por ejemplo, el trabajo); diseñar los impuestos de modo de causar la menor distorsión posible en la economía; y que la estructura de alícuotas sea progresiva, de modo que las personas más ricas paguen una proporción mayor de sus ingresos. Costa Rica ya es un país muy ecológico, así que un impuesto a las emisiones de dióxido de carbono no recaudará tanto como en otros lugares; pero como el país genera casi toda la electricid­ad a partir de fuentes limpias, la adopción del auto eléctrico puede generar más reducción de emisiones. Dicho impuesto puede ayudar a que Costa Rica se convierta en el primer país donde predominen los autos eléctricos, y acercarla así al objetivo de lograr una economía sin emisión neta de dióxido de carbono. Puesto que el problema de la desigualda­d persiste (aunque ni por asomo es tan grave como en otros lugares de América Latina), es esencial la aplicación de impuestos más progresivo­s y abarcadore­s a los ingresos, las plusvalías y las propiedade­s. Los ricos obtienen de las plusvalías una proporción exagerada de sus ingresos, de modo que aplicarles alícuotas inferiores a las de otras fuentes de ingreso agrava la desigualda­d y provoca distorsion­es. Los economista­s disienten en muchos temas, pero algo en lo que coincidirá­n es que si se gravan los ingresos o las plusvalías derivados de la tierra en Costa Rica, la tierra no se va a ir a otra parte. Esa es una de las razones por las que el gran economista decimonóni­co Henry George sostuvo que los mejores impuestos son los impuestos a la tierra. Los mayores desafíos son políticos: un sistema presidenci­alista como el de Costa Rica funciona bien en un contexto de bipartidis­mo con reglas que aseguren la representa­ción de la minoría. Pero puede caer rápidament­e en la parálisis política cuando el electorado está más fragmentad­o. Y en un mundo de cambio acelerado, esa parálisis puede ser costosa, al llevar, por ejemplo, a un crecimient­o irresolubl­e del déficit y de la deuda. Con sus apenas 38 años, Alvarado está tratando de crear un nuevo modelo presidenci­al para Costa Rica, sin cambiar la constituci­ón, mediante la designació­n de ministros venidos de diferentes partidos. Ojalá el espíritu colaborati­vo alentado por el movimiento cooperativ­o, tan integrado a la cultura costarrice­nse, lo haga funcionar. De ser así, Costa Rica, pese a su reducido tamaño, será un faro de esperanza para el futuro, que muestre que es posible otro mundo, uno en el que los valores de la Ilustració­n (la razón, el discurso racional, la ciencia y la libertad) florezcan en beneficio de todos.

 ??  ?? Conferenci­a con Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, en Costa Rica 26 de abril, 2018.
Conferenci­a con Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, en Costa Rica 26 de abril, 2018.
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Joseph Stiglitz , Premio Nobel de Economía 2001, Conferenci­a en Costa Rica 26 de abril, 2018.
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Joseph Stiglitz , Premio Nobel de Economía 2001, Conferenci­a en Costa Rica 26 de abril, 2018.
 ??  ?? Consejo de Administra­ción del CENECOOP R.L. en Conferenci­a de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001.
Consejo de Administra­ción del CENECOOP R.L. en Conferenci­a de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001.

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