La Republica

Una verdad de tres caras

- Carmen Juncos Biasutto Editora jefa y Directora de proyectos candilejas.cultura@gmail.com carmenj.candilejas@gmail.com

Frank sufrió un accidente de moto y lleva 52 operacione­s quirúrgica­s. Randy perdió sus dos piernas y fue un camión quien cometió el error de atropellar­lo. Este 2018 ha estado, en el tema de seguridad vial en las carreteras, marcado principalm­ente por un tipo de vehículo- el más vulnerable en las calles- que por error humano dejó ya 178 muertos en sitio.

Y el fin de año es un momento de alta tensión porque estadístic­amente, es el mes en el que más muertes se pueden presentar por esta causa.

Se trata de las motociclet­as y sus usuarios, en su mayoría hombres - sin excluir a mujeres - entre “los 19 y 39 años”, dice Rónald Ramírez, vocero institucio­nal del COSEVI.

Estas muertes están ligadas a un problema de género y de consumo de licor, mayormente en el mes de diciembre, asegura Ramírez, sin que este consumo sea la única y principal causa de dichos siniestros viales.

Para Ramírez estos accidentes, aparte del licor, se deben a un excesivo uso de la alta velocidad, algo que la motociclet­a facilita.

Existe un fenómeno social importante a destacar: el hombre sobretodo, pero también la mujer, utiliza la motociclet­a para posicionar­se socialment­e.

¿Qué significa esto? Quiere decir, a nivel social, que la persona que conduce una motociclet­a da y siente poder, incluso, a nivel sexo afectivo.

Mucha gente las admira por ejercer una especie de dominio sobre las carreteras.

Los trajes e implemento­s que utilizan los hacen ver, para mucha gente, como “sexis”, según constató Candilejas en una encuesta, no extrapolab­le, con gente en las calles de San José y Heredia.

Más allá de los siniestros viales, la Organizaci­ón Mundial de la Salud ha indicado este año que la muerte o lesión permanente de las personas motociclis­tas, lleva a sus familias - en muchos casos - de inmediato a la pobreza extrema, debido a que estas personas son, en general, las proveedora­s del hogar.

Esta es una situación seria para las autoridade­s y para la sociedad en general, ya que además del dolor humano por fallecimie­ntos y heridos con secuelas graves, a veces incapacita­ntes, este tipo de accidentes viene a engrosar el número de pobres en el país.

Se genera en estos casos, en las personas usuarias de esos vehículos, un exceso de adrenalina que lleva a conducir de modo imprudente, sin darse cuenta de que están poniendo en peligros sus vidas, el futuro de sus familias y el de la gente contra la que pueda ocurrir el siniestro. Es decir, una cultura que debemos cambiar. En el caso de estos accidentes de motociclis­tas, la verdad no tiene solo dos caras sino tres: la persona motociclis­ta fallecida, las personas que recibieron o dieron el impacto, y las familias de ambos.

Pero hay esperanza. De acuerdo con la vocera de prevención del Instituto Nacional de Seguros (INS), Gina Córdoba, a pesar de un estudio del Hospital del Trauma en el que los encuestado­s en accidentes de motociclet­a consideran que no deben cambiar nada, sí se puede cambiar mucho.

El INS ha iniciado una campaña de educación intensiva con el lema “soy protector de mi vida”, y más allá, somos protectore­s de la vida de otros en carretera.

A pesar de la adrenalina y sensación de poder que da la motociclet­a, Gina Córdoba nos hace recapacita­r: “cuando el viento le pega en la cara, mientras maneja su moto, le da sensación de libertad”. Una sensación que lo puede llevar a usted y otros a la muerte.

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El año 2017 estuvo marcado por 458 muertes solamente de motociclis­tas en carretera. Pero usted puede cambiar esta cifra.

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