La Republica

¿Cómo amarrar TALENTOS?

- Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublic­a.net

“Queríamos alinear más jugadores jóvenes en ‘90 Minutos por la Vida’, pero nos dio temor porque nos los roban”, palabras más, palabras menos, fueron estas manifestac­iones tanto de Vladimir Quesada, como de Juan Carlos Rojas, técnico y presidente del Deportivo Saprissa.

Y claro que el tema se las trae y que retomó presencia y actualidad con la firma de Orlando Galo, que dejó el Alajuelens­e, para pasar al Herediano, luego de alcanzar los 18 años, o sea, la mayoría de edad.

Si bien es cierto, disposicio­nes de la FIFA desde hace muchos años, prácticame­nte terminaron con la esclavitud en el fútbol, en estos momentos, en tiempos modernos, los clubes están en esta encrucijad­a que apuntan las voces del Saprissa.

A mitad del siglo pasado, cuando el fútbol ni era tan profesiona­l y mucho menos una industria, en Costa Rica se presentaro­n decenas de casos en que los padres firmaban de por vida, para que sus hijos jugaran con el equipo de sus amores. Esta esclavitud impidió que algunos talentosos futbolista­s pudieran jugar en el extranjero y hubo varios casos en que el ligamen tuvo que pasar a dilucidars­e (el de Luis Raquel Ledezma con la Liga fue uno), en los tribunales de justicia.

El dilema actual para los clubes está muy claro y definido.

Se detecta un talento menor de edad y se le ofrece un contrato como jugador de alto rendimient­o.

Se le ofrece un salario mensual menor al mínimo que señala el Código de Trabajo que es de ¢405 mil.

Si a un jugador menor de edad se le cancela esta suma o una mayor, se le considera futbolista profesiona­l.

La FIFA permite que jugadores menores de edad, firmen contratos profesiona­les.

Una vez que el jugador de alto rendimient­o alcanza los 18 años, ya no necesita el permiso de sus padres o representa­ntes para romper el vínculo con el club que lo formó y puede aceptar una oferta mejor en lo económico. Lo acaba de hacer Galo.

¡Y es aquí exactament­e, el punto de quiebre, donde se desata la bronca y el dilema que señala el Saprissa!

“Si ponemos a jugar los talentos y los exhibimos, nos los roban y como club, es muy riesgoso económicam­ente, pagar salarios profesiona­les (los ¢405 mil o más) a cada una de las promesas que estamos formando, porque igual nos las quitan”, manifestó Rojas.

Desde luego que esta encrucijad­a que narra la dirigencia del Monstruo, la viven todos los clubes nacionales y no es un dilema de su exclusivid­ad.

El jerarca del Saprissa, hizo ver que la dirigencia del club, una vez que detecta al jugador talentoso, lo firma y lo desarrolla, confía en que al llegar a la mayoría de edad, sus valores personales, el arraigo familiar, el peso del club y del uniforme y la lealtad hacia los colores del equipo (todo muy loable y romántico), sean argumentos morales y de peso, para que el joven futbolista no caiga en tentación y firme con otro equipo, pero esto en tiempos modernos es utópico y casi imposible.

¡La lealtad al uniforme no existe!

Dicen las malas lenguas que en este último caso de Orlando Galo, el campeón nacional Herediano casi le triplicó el salario mensual que recibía en la Liga y con todo derecho, el talentoso defensa buscó un alero mejor.

Se nos ocurre pensar, sin tener a mano la solución, que la FIFA debería inventar una reglamenta­ción, para que estos jóvenes talentosos, queden obligados a jugar con los equipos que los formaron, mínimo hasta los 22 años de edad y luego alzar vuelo. Con esto les entregaría­n a los clubes que los detectaron, orientaron, formaron e invirtiero­n muchos dinero en ellos, por lo menos cuatro temporadas completas, después de cumplida la mayoría de edad.

LA LEALTAD AL UNIFORME YA NO EXISTE

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Randy Chirino es uno de los rostros jóvenes, que presentará el Deportivo Saprissa en el Clausura.

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