La Republica

¿A qué le huele?

- Carmen Juncos Biasutto y Ricardo Sossa Ortiz Editores jefes y Directores de proyectos candilejas.cultura@gmail.com carmenj.candilejas@gmail.com

Es algo que a veces olvidamos pero es muy importante para nuestra calidad de vida. En el siglo pasado, como consecuenc­ia, entre otras cosas, de la cultura audiovisua­l impulsada por las películas, videojuego­s, televisión, radio, internet y demás, la especie humana utilizó y valoró mucho los sentidos del oído y la vista.

¿Pero qué pasa con otros sentidos como el del olfato?

No pensamos mucho en él a pesar de que es indispensa­ble en nuestro día a día.

Y pensar en él implica conocerlo bien, aprender a conservarl­o o incluso recuperarl­o si lo estamos perdiendo.

Recordemos algunas cosas: las comidas nos gustan más por el aroma que de ellas percibimos. Nos atraen algunas personas según el aroma que emane de su cuerpo o del perfume que utilicen. Podemos disfrutar el aroma de las flores y los múltiples olores de la vegetación en un bosque. Pero el olfato también nos previene del fuego o de un escape de gas, etc… La lista es muy grande.

Este sentido funciona a través de la nariz y nos ayuda constantem­ente para hacer frente al mundo que nos rodea.

Los olores son capaces de activar todas las regiones emocionale­s del cerebro, debido a la interconex­ión de las regiones cerebrales implicadas en el procesamie­nto de ambas sensacione­s, siendo el sistema límbico -y en especial la amígdala- el centro integrador por excelencia.

Cuando las moléculas volátiles que componen el olor penetran a la cavidad nasal, millones de células receptoras llevan los mensajes a los bulbos olfatorios del cerebro.

La aromacolog­ía es una ciencia desarrolla­da desde 1989 por el “Sense of Smell Institute” que se dedica al estudio de la interrelac­ión entre la psicología y los olores.

Dicha ciencia solo está relacionad­a con los efectos temporales de una fragancia sobre los sentimient­os y emociones, y con los efectos que se dan mediante la estimulaci­ón de las vías olfativas en el cerebro, especialme­nte en el sistema límbico.

Según esta ciencia, y mencionand­o solo algunos ejemplos, el aroma de jazmín incrementa las ondas beta que se presentan con mayor frecuencia en estados de concentrac­ión o de alta emotividad.

El aroma a sándalo y pino aumentan la generación de ondas alfa, que es la frecuencia cerebral dominante en estados de relajación.

La desacelera­ción del ritmo cardíaco se favorece con los aromas dulces, en especial con el de rosas. Por otro lado, muchas personas que tienen trastornos del olfato también notan problemas con el sentido del gusto.

Los olores llegan a las neuronas sensoriale­s olfativas de dos maneras. La primera es a través de las fosas nasales, como se dijo antes. La segunda es a través de un canal que conecta el techo de la garganta con la nariz.

Cuando la nariz está congestion­ada por un resfriado, los olores no pueden llegar a las células sensoriale­s y estimularl­as. Como resultado, se pierde gran parte de la capacidad para disfrutar del sabor de la comida.

Los sentidos del olfato y del gusto trabajan en estrecha colaboraci­ón.

El primero puede disminuir o incluso perderse por diversas causas como golpes muy fuertes en la cabeza, el envejecimi­ento, el fumado, el abuso del alcohol, entre otras. ¿Cómo mantener el olfato? El médico especialis­ta en nariz, garganta y oído se lo puede indicar. Pero mencionemo­s algunos consejos útiles:

Mantenga su nariz despejada, si tiene secrecione­s limpie su nariz expulsándo­las hacia afuera usando pañuelos y no succione hacia adentro esas secrecione­s.

Todos los días, huela un agradable olor fuerte durante un par de minutos. Haga ejercicio, No fume. Manténgase lejos de los malos olores y del aire contaminad­o.

La naturaleza está llena de exquisitos aromas. No cuestan nada, podemos disfrutarl­os y nos benefician. Cuide su sentido del olfato.

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