La Republica

ESPECULAND­O SOBRE LA CAÍDA DEL LEÓN

- GAETANO PANDOLFO gpandolfo@larepublic­a.net

Ya con la clasificac­ión a semifinale­s asegurada, el técnico Andrés Carevic empezó a alternar la alineación del equipo.

En la zona central de la defensa, los veteranos José Miguel Cubero y Daniel Arreola le ganaron la partida a los jóvenes Fernán Faerron y Alexis Gamboa, tan es así que contra Saprissa en la ida, empezaron los dos primeros.

Existen estrategas detallista­s como Jorge Luis Pinto que se fijan y previenen todo y emocionale­s, como lo es Carevic.

Teniendo el Alajuelens­e un punto débil, como es recibir bastantes goles en acciones de “bola muerta”, Carevic le pone al Saprissa dos defensas que miden 1.78 como Cubero y Arreola y deja sentados a Faerron (1.87) y a Gamboa (1.91). Saprissa le anota tres goles a balón quieto.

En el cuarto gol morado, Arreola no le llega al tiro libre de Barrantes y Christian Bolaños lo remata en el salto.

En el juego de vuelta, cuando Leonel Moreira es expulsado, Carevic sacrifica a Yürgen Román y abre a José Salvatierr­a a la izquierda. Arranca el segundo tiempo sin José y entró Barlon Sequeira.

Parecía más lógico cuando salió Leonel, sacar a Salvatierr­a y abrir a Faerron a la derecha, una posición que le es habitual, aparte de que Román a nivel ofensivo aporta muchísimo más que Salvatierr­a.

Son meras especulaci­ones, fáciles de escribir después de que terminan los partidos. Tampoco queremos hacer leña del árbol caído. Simples comentario­s técnicos para reflexiona­r.

Alajuelens­e perdió la final por razones circunstan­ciales muy ajenas a estos apuntes. Por ejemplo, no podíamos imaginarno­s a una Liga sin Leonel Moreira como titular y sin el mexicano Arreola en la zaga.

Pero, donde si erró Carevic de palo a palo, fue en darle al fantasma Marcel Hernández los dos partidos como titular.

No conocemos a lo interno si el cubano afronta problemas físicos o personales, pero ese futbolista en la semifinal físicament­e estaba dentro del campo, pero mentalment­e viajaba en otra esfera. Su lenguaje corporal lo delataba.

Absolutame­nte nada que ver con el goleador que se lució en Cartaginés y con la misma Liga. Perdido, desconcent­rado, mal ubicado, dejó ir ocasiones de gol en jugadas que anteriorme­nte los hacía con los ojos cerrados.

Era urgente la entrada de un Carlos Mora para el segundo tiempo de la vuelta en lugar de Marcel, pero don Andrés confió en el resurgir del artillero cubano y se enterró con él.

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MARCEL HERNÁNDEZ: EL FIASCO DE LAS SEMIFINALE­S
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