“Lo hice para nada”
REO EJECUTA PLAN MACABRO
Los guardas de la cárcel Kirkland corrieron a la celda de Denver Simmons, donde se toparon con un macabro hallazgo: cuatro hombres, presos con problemas psicológicos, habían sido golpeados y estrangulados.
Simmons, de 35 años, y Jacob Philip, de 26, que ya cumplían una pena de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional por doble homicidio, fueron acusados de lo sucedido.
En una serie de llamadas telefónicas a The Associated Press, Simmons confesó los asesinatos del 7 de abril. ¿Por qué? No podían soportar pasar su vida en prisión, dijo, y querían que los ejecutaran.
“Cuanta más gente (mates), más posibilidades de que te la den (la muerte)”, dijo Simmons quien agregó que acordaron dos puntos básicos para elegir a sus víctimas: “a quien fuera más fácil hacérselo y que confiaran en nosotros”.
Una vez que tuvieron la lista, hicieron un plan para atraer a las víctimas a su muerte.
“Y lo hicimos”, dijo Simmons.
Se pegaron la rifa. John King, 52 años. Cumplía una pena de 25 años por varios delitos de robo.
“Era el más pequeño”, dijo Simmons sobre el hombre, de 1,62 metros y casi 60 kilos de peso. “Y no ofrecería mucha resistencia”.
Philip, que había estrangula- do a las víctimas por las que fue condenado a prisión, tomó la iniciativa, explicó Simmons.
“Lo agarró por detrás, le puso el brazo alrededor del cuello y lo ahogó. Ocurrió muy rápido”, detalló Simmons sin ningún remordimiento.
Colocaron a King debajo de la cama inferior de su litera y salieron a la zona común que comparten los reos en busca de su siguiente víctima: William Scruggs, 44 años. Cumplía cadena perpetua por asesinato.
“Le dije que tenía algunas galletas para él. Le dije ‘Ven a mi habitación y te daré las cosas y las galletas’. Y vino unos minutos más tarde”, relató Simmons quien agregó que Philip agarró a Scruggs por detrás y lo arrastró al piso. Simmons le ató un cable alrededor del cuello. “Y, ya sabe, no sufrió por mucho tiempo”, enfatizó.
Pusieron a Scruggs en la cama más baja de la litera y colgaron una sábana para cubrirlo. Después, regresaron a la zona común.
Jimmy Ham, 56 años, fue el tercer elegido. Iba a quedar en libertad en noviembre tras cumplir nueve años por asalto y agresión. Le gustaba oler pastillas.
“No lo queríamos en la lista porque sabíamos que pelearía”, explicó Simmons acerca de Ham, un hombre de 1,80 metros y 77 kilos “Y a Jacob, con lo grande que es, no le gusta pelear” .
Le dijeron que rompiese algunos comprimidos, o pastillas, sobre una mesa y cuando se agachó para aspirar, Philip se lanzó contra él pero se resbaló.
Mientras los dos forcejeaban en el suelo, Simmons tomó un palo de escoba roto que había escondido en su celda y le pegó a Ham en la cabeza. Cuando la víctima abrió la boca, como para gritar, Simmons le metió el palo por la boca “porque no podía haber ruidos. Y murió” , dijo Simmons.
Tumbaron el cuerpo de Ham junto al de Scruggs en la cama y Philip preguntó “¿Quién es el siguiente?”. Regresaron a la zona común.
Jason Kelley, de 35 años, también se sacó la rifa. Cumplía una condena de 15 años por apuñalar a su hijastro adolescente. “Era un amigo, pero también un fastidio”.
“Jacob fue a buscarlo y él vino a la habitación. Y, básicamente, le dijimos ‘Mira detrás de la cortina’. El miró y dijo ‘¿Qué?’ Y Jacob lo agarró y lo derribó. Y yo tenía el palo de escoba de Ham. Él lo tiró al suelo, yo me subí encima de él y presioné el palo contra su cuello”.
Con Kelley allí tendido, muerto o inconsciente, Simmons no podría determinarlo, le metió el palo por la oreja.
Simmons dijo que no se molestaron en esconder el cuerpo y acudieron al puesto de guardia para reportar lo sucedido.
Tras los homicidios, Simmons fue trasladado al Lieber Correctional Institution, el penal que tiene el corredor de la muerte de Carolina del Sur.
Simmons se da cuenta ahora de que esto es lo más cerca que estará de la sala de ejecución.
Hace seis años que Carolina del Sur no ejecuta a un preso. Sim- mons ha leído historias sobre la incapacidad del estado para conseguir los componentes necesarios para una inyección letal.
Incluso un asesino que confesó haber matado a siete personas fue condenado a cadena perpetua sin libertad condicional, destacó.
“La pena de muerte ya no es la pena de muerte, ¿sabe?”, dijo.
Se imagina que pasará los próximos 10 años en aislamiento y probablemente recibirá otras cuatro cadenas perpetuas, además de las dos que ya cumplía.
“Obviamente, lo hicimos para nada. Y supongo que esto lo empeora”, se lamentó.