La Teja

RESTAURANT­E BRUMOSO CUMPLIRÁ 60 AÑOS BRILLA LA PUERTA DEL SOL

- RICARDO SILESKY ricardo.silesky@lateja.cr Un cartago Un edificio bien viejito. Inspiració­n española. Toda la vida.

que se respeta ha comido alguna vez, tiene una anécdota o al menos sabe dónde queda el restaurant­e La Puerta del Sol.

Este reconocido lugar de la Vieja Metrópoli, que queda al costado norte de la plazoleta de la basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, tiene motivos de sobra para estar de fiesta ya que este 15 de agosto celebra su aniversari­o número 60. El lugar abrió las puertas en 1957.

“En ese momento no había restaurant­es en la zona entonces mi papá vio la necesidad de hacer uno en este lugar, especialme­nte por la posición estratégic­a al estar ubicado diagonal a la basílica de los Ángeles”, explicó Paulina Mora, hija de don Édgar Mora, fundador de ese lugar de comidas.

La brumosa comentó que desde el inicio el lugarempez­ó a jalar mucha clientela hasta que con los años se posicionó a tal punto que la gente de Correos toma ese lugar comopuntod­e referencia para las direccione­s.

“El restaurant­e se ha ganado la fama por la trayectori­a, porque a lo mejor con el paso de los años los jóvenes no conocen el lugar, pero luego oyen hablar al abuelo o al tío entonces lo descubren”, añadió Mora, quien le prometió a su papá que cuidaría el negocio.

Doña Paulina reconoce que siempre ha existido un vínculo entre La Puerta del Sol y la basílica de los Ángeles.

“Muchos romeros son clientes fijos todos los años, también las personas que vienen a la novena”, comentó la administra­dora del lugar, quien también contó que el 1.° y 2 de agosto se dividen en grupos para dar abasto con la cantidad de gente que llega.

O sea, después de rezarle a la Negrita se van a apretar.

Aunque la historia del famoso restaurant­e arrancó hace casi 60 años, el edificio en el que se ubica tiene muchísima más historia ya que fue construido en 1929.

“La edificació­n es de 1929 y pertenecía a mi abuelo Tadeo Mora. Al principio era de una sola planta y lo que había era una pulpería. En 1949 se construyó la segunda planta y ahí había unas mesas de billar. A los hombres les gustaba pasar la tarde jugando pool”, mencionó Paulina, quien administra el lugar junto a su mamá, doña Paulina Sáenz y sus hermanos Adolfo yVinicio.

En los años 50, las mesas de billar desapareci­eron para dar campo a un salón de baile que se mantuvo durante toda esa década.

“Una anécdota con ese lugar es que el padre de la basílica estaba un día dando misa y la música estaba muy fuerte entonces se bajó del púlpito y fue a regañarlos”, contó entre risas.

Pocos años después de abrir el restaurant­e, ese segundo piso se convirtió en la casa de habitación de don Édgar y doña Paulina Sáenz. Desde haceunos25 añospasó a ser un hotel que cuenta con siete habitacion­es al que mayoritari­amente llegan turistas europeos.

De seguro en este punto más de uno se habrá preguntado porqué ese edificio esquinero con tanta historia y tan famoso se llama La Puerta del Sol, la respuesta es sencilla. “Mi abuelo exportaba naranjas a España y le llamaba mucho la atención el pórtico conocido como La Puerta del Sol (que está en el centro de Madrid) y por eso el nombre que tiene desde que era pulpería”, contó Paulina, quien sacó pecho diciendo que es de los comercios más viejos que quedan en la provincia.

Mora confirmó que en estos años son muchas los novios que le han salido al restaurant­e, desde chinos hasta franquicia­s han querido hacerse del lugar, pero esta familia no quiere soltarlo, quiere mantener el legado.

“Un cliente una vez se sentó en uno de los sillones y se durmió, nadie lo vio al cerrar. Los de seguridad me llamaron porque había movimiento en la cocina, entonces nos fuimos y de verdad vimos a alguien adentro. Luego nos contó que se despertó con hambre entonces se levantó a prepararse algo”, recordó entre risas.

También recuerda que había un grupo de cinco compas que siempre se sentaban en la barra en la misma posición cada uno. Tres de ellos murieron y los que quedaron nunca se sentaron en los campos de sus amigos.

En el restaurant­e bretean 20 personas, uno de ellos es Franklin Morales quien empezó a trabajar en el lugar en 1973, o sea, hace 44 años. “Mi mamá siempre que iba a comprar al mercado pasaba por acá y preguntaba si no necesitaba­n un chiquillo para trabajar hasta que un día le dijeron que sí”, dijo Morales, quien tenía 16 años cuandoempe­zó a bretear ahí.

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