Mamá primero
Se tiende a creer que la calidad de vida de una población depende exclusivamente de la economía eso es un auténtico reduccionismo. En realidad, en muchas áreas podemos hacer la vida más fácil y loable con solo cambiar la actitud y las malas tradiciones que hemos arrastrado. Esto es particularmente cierto con el trato que les damos a nuestras mujeres embarazadas. Hace un tiempo presenciamos una bella campaña conuneslogan quedecía“mamá primero” y algunos personajes reconocidos de nuestro medio eran nombrados con el apellido materno de primero. Más que una campaña debe ser una meta. Convertir a nuestras madres en lo primero de nuestras vidas, de la sociedad y del orden establecido. Otras naciones han tenido la certeza de dar ese lugar a las madres. Basta con echar un vistazo a los parqueos de los supermercados o instituciones gubernamentales en los cuales hay campos prioritarios no solo para las personas discapacitadas sino también para las mujeres embarazadas. Todo un detalle, que habla de una forma de ver la vida, en la que se piensa en la madre, se piensa en el embarazo y se le dan las prioridades que este estado amerita. De igual manera, en nuestro país crecimos bajo la tonta idea que los asientos de los buses son para “quien llegue primero” y no para quién realmente lo amerita. En otras latitudes, el pasaje de autobús no da derecho a sentarse, los asientos son exclusivos para personas discapacitadas, adultos mayores y mujeres embarazadas. Pero no se crea que es una recomendación trivial o aparente, no, es una norma que todos cumplen y cuando un turista o un haragán no la acata el bus se detiene y el chofer indignado hace los señalamientos para que se brinde el campo a quien lo necesita.