La Teja

Diez años en el infierno

VÍCTIMA CUENTA CÓMO SUPERÓ AGRESIÓN DOMÉSTICA

- ✦ EDUARDO VEGA eduardo.vega@lateja.cr

Alicia H. (nombre que le damos para proteger su identidad) vivió un infierno de agresiones durante 10 años de parte de su esposo, pero, como ella misma dice, fue solo al final de esa década cuando comprendió que era agredida, que no era culpa suya y que debía hacer algo para no terminar en la lista de mujeres asesinadas por sus parejas.

“Estaba ciega por el amor”, fue lo primero que nos dijo. “Y era una estúpida”, agregó con ira al recordar lo que soportó. “El amor no da para tanto, pero una se vuelve imbécil y tapa todo lo que el hombre le hace”.

Explica Alicia que a los 18 años se enamoró de un hombre que desde el inicio la sometió. “Me gustaba lo que le gustara a él, comía lo que él dijera, me ponía la ropa que él ordenara y caminaba como él quería que caminara, así de sencillo”, explica esta mamá de tres hijos que hoy se considera una sobrevivie­nte porque su expareja le tiró a matar, pero falló.

“Jalé dos años con mi agresor, porque no le puedo decir expareja, ahora es expareja, pero sigue siendo un agresor.

“No puedo decir que él sacó las uñas unas semanas después, unos meses después, que al principio todo fue color de rosa porque no, desde el primer día de mi relación con él me impuso todo. Yo debía pensar como él me lo indicaba y vivía de acuerdo al horario que él me exigía… yo nunca fui yo”, explica.

No se daba cuenta. Alicia quiere dejar claro que el sometimien­to que vivió lo entendió hasta ahora, casi once años después, porque cuando todo comenzó ni cuenta se dio que poco a poco le entregó su vida al agresor.

“Jamás olvidaré cómo él siempre me repetía que la mujer no nació para estudiar, que eso es para el hombre. Me decía que la mujer no tiene derecho soñar con nada. Yo tenía la autoestima tan baja que le hice caso, dejé mis estudios botados”, recuerda.

“Ahora que me escucho me da cólera, no puedo creer cómo aguanté tanto. Una es víctima de esa autoestima baja y el agresor se aprovecha para bajársela más, entonces uno llega a creerse menos que nada, que no merece nada en la vida”, enfatiza.

Explica que al vivir en el mundo del agresor y hacer solo lo que este le ordena, termina por acostumbra­rse y lo justifica.

“Había días peores que otros, por ejemplo, cuando se iba atomar guaro. Ese día yo sabía que me iba a pegar y así era, volvía borracho y me agredía… Yo era tan idiota que a la mañana siguiente le pedía perdón, yo le pedía perdón porque él me pegó, le pedía perdón por ser tan tonta y provocarlo. Le decía que la próxima me iba a quedar más calladita. En eso terminamos muchas mujeres por no querernos”, dijo.

Al borde de morir. Hay un día que jamás olvidará. Fue cuando ese agresor, hace unos cuatro años en una de tantas borrachera­s, llegó a la casa armado y le montó pleito. Ella, para evitar que le pegara, agarró a su hija pequeña, pero a él no le importó.

“Tenía a mi hija alzada cuando me mandó un disparo a la cabeza. Me dijo que me ibaa matar y tiró el balazo. Solo Dios nos salvó, la bala pegó en laventana, no entiendo cómo falló porque me tenía a la par…”.

“Al otro día, después de que me quiso matar le pedí perdón y me eché las culpas. Ese es el infierno que vivimos las mujeres agredidas, terminamos desapareci­endo por gusto del agresor.

“Vivimos en una casa pero sin alma, la gente nos ve en las calles y ve el pellejo y los huesos, pero no tenemos vida, somos muertas vivientes”, afirma.

¿Cómo cambió todo? En agosto del año pasado Alicia descubrió que podía dejar atrás el infierno.

“Me invitaron a participar en unas clases para mujeres agredidas, pero como yo no sabía que era agredida hasta arrugué la cara y dije ‘¿y por qué yo, eso nada tiene que ver conmigo’. Algo en mi interior me empujó a ir a esa primera clase y a partir de ahí todo fue diferente en mi vida”.

Alicia habla del taller gratuito de ocho sesiones (una por semana) para fortalecer la autoestima de las mujeres que sufren violencia doméstica y que cada año da Coopebeisa, en el Área de Salud de Barva de Heredia.

Después dela calma... Catalina Saborío, trabajador­a social de Coopebeisa, explica que este taller es exclusivo para mujeres mayores de 18 años (las menores entran en un tratamient­o diferente) y que es gratuito.

Según dice Catalina, en los últimos cinco años han fallecido en Barva cinco mujeres por violencia doméstica y las cifras nacionales son alarmantes. En lo que llevamos del año el 9-1-1 ha recibido 19.563 llamadas denunciand­o este tipo de agresiones y 8 mujeres han sido asesinadas.

“Necesitamo­s frenar el ciclo de violencia porque pone en riesgo la vida de las víctimas y la de sus hijos. Cuando no se denuncia también se desarrolla codependen­cia emocional, baja autoestima y falta de red de apoyo. Si usted es víctima tiene que denunciar”, aseguró Saborío.

Alicia recuerda el primer día que llegó al taller. “Lo primero que hicieron fue hablar de las señales que se deben identifica­r para saber si una mujer está viviendo violencia doméstica y todo lo que decían yo lo estaba viviendo.

“Con esos talleres entendí que era una mujer agredida, que debía quererme, que mis hijos estaban viviendo un infierno y yo también. Si yo no hubiese ido a ese taller todavía estaría tomando sopa de muñeca.

“Gracias a Dios abrí los ojos, ya tengo muchos meses separada y estoy clara de que jamás volveré a dejar que nadie me agreda porque yo valgo… Y para que se vaya de espalda, volví a estudiar, soy buena para el estudio y ahí voy, no aflojo, estoy segura de que mis hijos tendrán una mejor mamá día con día”.

“Cuando no se denuncia también se desarrolla codependen­cia emocional”.

CATALINA SABORÍO TRABAJ. SOCIAL

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FOTO ÚNICAMENTE CON FINES ILUSTRATIV­OS. A la agresión familiar se le debe poner un freno.
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