La Teja

Una madre jamás olvida

ZENOBIA MARCHENA MANTIENE VIVO EL RECUERDO DE SU HIJO

- ROCÍO SANDÍ rocio.sandi@lateja.cr

Alejandro Chacón Marchena salió de su casa con la promesa de regresar para cenar, pero eso nunca ocurrió.

Un pitazo, una pistola y un chofer colérico acabaron con su vida a la corta edad de 23 años.

Doña Zenobia Marchena, mamá de Alejandro, dice que aún hoy, casi siete años después de la tragedia, ella continúa esperando a su hijo cada noche.

“Cuando salió de la casa aquel día me dijo: ‘ya ahorita vengo a cenar’ y nunca llegó. Mirenseñor­es, cadavez, cada cena, es como decirle a mi hijo ‘te estoy esperando’, y sé en mi corazón que un día nos encontrare­mos de nuevo para cenar”, afirma doña Zenobia.

Noche trá

gica. El ataque que le quitó la vida a Alejandro fue la noche del jueves 23 de junio del 2011, en San Pedro de Montes de Oca, frente la Universida­d de Costa Rica.

Alejandro había ido a la casa de su novia, en barrio Escalante, para ayudarle con la tesis y ya iba de regreso para su casa, en Curridabat, cuando ocurrió la tragedia.

Iba llegando a la línea del tren, por donde está Derecho, y casi choca contra un carro que salía de un local de comida rápida y se le atravesó.

El joven se molestó por la imprudenci­a del otro chofer y le tocó el pito. El hombre entró en un tremendo estado de furia, se bajó y fue a reclamarle a Alejandro.

El sujeto, de nombre Diego Solís, trató de abrir la puerta del Tucson negro que conducía Alejandro, pero el joven sintió miedo y aceleró para huir. Solís estaba tan furioso que sacó una pistola y empezó a dispararle.

Una bala le dio a Alejandro en la parte trasera de la cabeza, perdió el control del carro y chocó contra un taxi. Horas después murió en el Calderón Guardia.

En el año 2013, Solís fue condenado a 18 años de prisión por el homicidio.

Vivir con el dolor. La mamá del muchacho asegura que desde que su hijo murió su vida ha sido muy complicada. “Caminé durantemes­es, quizás años, sin saber por dónde caminaba. La gentemeayu­daba a distraerme, me llevaban al salón de belleza y así, pero yo estaba mal. Para seguir adelante tuve que meterme a terapias y me puse a estudiar consejería pastoral, eso me ayudó montones, solo Dios lo reconforta a uno en momentos tan difíciles. “Todavía siento a veces que se me contrae el corazón, es muy duro, pero bueno, mi corazón no era solo de Alejandro. La otra parte es de mi hija, ella es una excelente persona, una gran mujer, muy estudiosa y entregada, ella me da mucha fortaleza”, asegura.

Otra de las terapias de doña Zenobia es visitar el cementerio donde enterraron a Alejandro, en Montesacro, Curridabat.

Siento a veces que se me contrae el corazón, es muy duro”

ZENOBIA MARCHENA

Allí hablamos con ella: “Vengo cuando me siento bien, vengo muy seguido, a veces todos los días, a veces cada tres días; esto para mí es una terapia. Vengo y le quito las hojitas feas a las plantas, les echo agua y le hablo a Alejandro, le canto también, estoy aquí con él”. Dice eso mientras acaricia las hojas de una planta. “Yo lo tomo así para sobrelleva­r mi dolor, a veces corto las plantas que no me gustan y siembro otras, esto me hace bien porque vengo sonriendo y luego me voy para mi casa feliz de que estuve aquí”, agregó. “Para mi familia todo esto es muy difícil de llevar, el dolor que sentimos es muy grande, una muerte así no es algo que se supera, solo se aprende a sobrelleva­r y para eso la unión familiar es fundamenta­l”, recalcó. Dice doña Zenobia que, pese a que muchas personas le han recomendad­o deshacerse de las cosas desuhijo, ella prefiere conservar los recuerdos. “El cuarto de mi hijo está como él lo dejó. En las terapias le dicen a uno que lo mejor es liberarse de todo, pero eso no, señores. Yo entro todo los días ahí, abro las ventanas, en la noche cierro las cortinas, todo lo hago igual como cuando él estaba. Aprendí a vivir con esto y así me siento bien. “Algunas cosas como la ropa, los libros y algunos aparatos electrónic­os sí se los dimos a personas que lo necesitaba­n, pero las demás cosas están como él las tenía. “Tal vez nadie podría entenderme porque yo sé que él no está aquí, que él está en una casa construida por mi Dios, pero prefiero guardar todas sus cositas. Yo en la casa le hablo, le canto y eso me hace sentir bien”. Urge un cambio. Doña Zenobia dice que ante tanta violencia en las calles hace falta un cambio para evitar más muertes. “Mi hijo era muy cariñoso, respetuoso, esforzado, estudioso, estaba sacando la licenciatu­ra en Relaciones Internacio­nales y ya trabajaba, era un gran hombre y no merecía morir de esa manera. “Nuestra sociedad está muy violenta y es necesario hacer un cambio desde que los hijos están pequeños, hay que enseñarles valores y a ser tolerantes; uno anda en la calle y hay choferes que ni se pueden volver a ver porque ya actúan sobre la nada. Yo todos los días salgo en mi carro y me encomiendo a Dios, que sea lo que Él quiera”, añadió. Muestra de lo que dice doña Zenobia es lo ocurrido el pasado lunes, cuando Carlos Madrigal Ulloa, un chofer de bus de 34 años, perdió su ojo izquierdo después de pitarle a un ciclista. Madrigal, quien trabaja para la empresa de buses Lumaca desde hace aproximada­mente cuatro años, fue atacado este lunes a eso de las 6:30 a. m., cuando manejaba el autobús sobre avenida 10, precisamen­te frente a las instalacio­nes del AyA. Sobre el asesino de sumuchacho, la mamá de Alejandro prefiere no hablar. “Cuando llega la ira y el resentimie­nto, yo le digo a Dios: Señor, ayúdame a que esto no penetre en mi corazón, perdónalos Señor a los que han hecho el daño, trabaja conmigo, yo necesito de ti y de tu paz. Para mí ese hombre no existe, no existe, no existe...”, dijo mientras movía la cabeza de un lado a otro y reflejaba un rostro lleno de tristeza e impotencia. Cadadía le pide a Dios fuerzas para saber llevar los momentos difíciles. “Hay días buenos y otros malos, pero yo doy fe de que solo con la ayuda del Altísimo se puede aprender a vivir con un dolor así”.

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 ?? JOHN DURÁN. ?? Doña Zenobia Marchena se siente en paz cuando visita la tumba de su hijo.
JOHN DURÁN. Doña Zenobia Marchena se siente en paz cuando visita la tumba de su hijo.
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FOTO: JOHN DURÁN. Doña Zenobia ve como una terapia ir al cementerio.
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GRUPO NACIÓN. El día del ataque, Alejandro fue baleado en la cabeza.

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