Hablemos de honestidad
Una joven profesional solía sentirse muy orgullosa en su familia. Siempre buena gente con sus hermanos, amigos y familiares. Le gustaba investigar sobre espiritualidad y logró con ello perdonar grandes dolores causados por gente a su alrededor importante y amada para ella.
De pronto un día tormentoso salió a comprar. El súper al que fue tenía un parqueo grande. Al salir no logró maniobrar correctamente su carro y chocó. El susto y la adrenalina provocaron que saliera huyendo sin hacer nada.
Llegando a su casa contó la historia recién vivida. A pesar que todos la consolaron, cada miembro de la familia le comento que eso no fue correcto. Ella lo sabía. Creía en la ley de la compensación para que todo volviera al orden universal. No pasó ni una semana y le chocaron. Las cosas se arreglaron y de alguna manera se alivió. Diez años después le pasó lo mismo en otro parqueo. Su primera reacción fue huir igual que la vez pasada. Sin embargo no avanzó ni cien metros. Se arrepintió y se dijo a sí misma: “Esta vez seré honesta”. Así lo hizo. Fue a la administración autoconfesando su choque. Y espero al dueño del carro. Lo vio, le explicó lo sucedido. Le pidió perdón y el joven le dijo: -No es nada, señora. Váyase tranquila.
Ella se fue dando gracias a Dios por tan noble acto de solidaridad y comprensión.
Es así como la vida la puso a prueba. Reconoció la fuerza de la honestidad aprendida en su hogar.
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