La Teja

Nada lle cortó llas allas a don Ra ff ae ll

- BELLA FLOR CALDERÓN flor.calderon@lateja.cr

A pesar de que don Rafael Arias perdió a su papá, Nataniel, enun trágico accidente aéreo en 1971, el recuerdo de la fuerza de su padre lo sacó adelante y por eso dice que nunca tuvo miedo a volar.

Su mamá, Emérita Fallas, ya fallecida, sí tuvo más problemas para superar la tragedia y cada vez que su hijo inventaba una aventura se quedaba con el pendiente.

“Tengo un problema de vida, no padezco de miedos, decidí que no le iba a tener miedo a un avión y cuando pude a los 18 años me monté en uno y desde entonces no he dejado de hacerlo. Me he subido en todo tipo avión, helicópter­o y cualquier cosa que me lleve a nuevos destinos”.

Eso sí, antes de salir lamamá lo persignaba 30 veces y se quedaba rezando hasta que él regresaba sano y salvo.

“Fue con mis hermanas que por fin se animó a volar, cuando cumplieron quince años las llevó de paseo, perotodo el vuelo se la pasó rezando”, dijo.

Las oraciones de su mamá sirvieron para mandar ayuda divina porque la muerte le pasó cerca más de una vez. Por ejemplo, cuando trabajó en el gobierno de José María Figueres Olsen se pegó dos buenos sustos.

“En un vuelo no bajaba el tren de aterrizaje y en otro se robaron el altímetro y el radio. José María decidió salir de todos modos y cuando llegamos a la pista de aterrizaje nos tocó hacerle señas a los controlado­res para alertarlos de que teníamos problemas para aterrizar”, contó don Rafael.

Tragedias en el cielo. A los recuerdos de don Rafael se le suman varias historias de quienes han sufrido, como él, encarne propia la pérdida deun familiar que subió a un avión y nunca regresó.

Debido a un problema con los registros digitales de la Direc- ción General de Aviación Civil, no hay un dato exacto de la cantidad de accidentes y el resultado de las investigac­iones que se tienen en archivos desde 1958. Sin embargo, nos confirmaro­n que el accidente de la Compañía Sansa del martes

16 de enero de 1990 en el cerro Pico Blanco, en Escazú, donde se estrelló la aeronave placas TI-SAB es a la fecha el que tuvo más víctimas con un saldo total de 23 fallecidos. El piloto era Carlos Echeverría Rodríguez, de 40 años, quien se dirigía del aeropuerto Juan Santamaría hacia Palmar Sur, con nueve ticos, siete canadiense­s, tres panameños, un gringo, un sueco y dos extranjero­s más de los que no se sabía su origen.

A esta tragedia se suma el choque de una avioneta en Punta Islita, en Nandayure, Guanacaste, el 31 de diciembre del

2017, donde murieron 12 personas, 10 estadounid­enses y dos ticos, entre los que estaba una familia neoyorquin­a.

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