La Teja

Vuelo final para seis

UNA SEÑAL AL CIELO RECUERDA TRAGEDIA AÉREA OCURRIDA EN 1971

- BELLA FLOR CALDERÓN flor.calderon@lateja.cr

Don Rafael Humberto Arias Fallas tenía unos 15 años cuando su mamá, Emérita Fallas, recibió la invitación a un homenaje en el que iban a develar un monumento en honor a su papá, Nataniel Arias Murillo, quien fue oficial mayor del Ministerio de Obras Públicas y Transporte­s.

Él estaba consciente del honor que significab­a la invitación, pero no entendía quién hizo la escultura de una mano señalando el cielo, quién la pagó y menos por qué sacabana relucir otra vez ese dolor y recuerdos vividos el 29 demayo de 1971, cuando la tragedia le arrebató a su Supermán.

Ese trágico 29 de mayo, Rafael apenas tenía 12 años y la noche anterior se acostó molesto con su hermana Marcela porque arruinó los planes que tenían padre e hijo de irse en avión juntos a poner la primera piedra de un colegio en Aguas Zarcas.

A don Rafael todos le decían “el pequeño Nata” porque siempre andaba de arriba para abajo con su papá, lo acompañaba a todas las actividade­s políticas que podía.

En esos años era común que se viajara mucho en avión porque no había buenas carreteras ni carros con aire acondicion­ado.

Los viajes largos se convertían en una verdadera pesadilla.

“Mi hermana le dijo a mi papá que no me debía llevar porque no era bueno que faltara a clases y aunque papá había planeado llevarme es- cuchó a mi hermana y salió solo”, explicó don Rafael.

Neblina mortal. Ese día, don Nataniel se levantó muy temprano y a las 5:30 de la mañana estaba en la cama de su único hijo varón despidiénd­ose sin saber que sería la última vez que se darían un abrazo.

Salió de su casa rumbo al aeropuerto El Coco, (actual Juan Santamaría), abordó una avioneta Piper PA-23 conocida co- mo Aztec, placa TI-1081, en la que viajaría con el ministro de Transporte­s, el ingenieroM­ario Quirós Sasso; con el arquitecto Carlos Pascua Zúñiga, director de Arquitectu­ra Escolar; el piloto capitán Nautilio Rodríguez; el fotógrafo Jorge Prado y don Luis Huertas Castillo, chofer del ministro, quien pidió permiso para acompañarl­os.

Todos iban para Aguas Zarcas, donde el gobierno de José Figueres Ferrer tenía planeado construir un colegio técnico profesiona­l.

Sin embargo, minutos antes del aterrizaje se toparon con un banco de neblina que confundió al piloto y se estrellaro­n contra el cerro El Cedral a pocos kilómetros de aterrizar, al impacto solo sobrevivió el fotógrafo, quien narró en detalle los minutos previos al accidente, pero debido a sus graves heridas, murió días después en el hospital.

Según el relato de Prado, la niebla no le permitió al piloto encontrar la pista y a las 6:21 a.m. se estrelló, el accidente causó revuelo en el país, pero don Rafael no se dio cuenta porque estaba en la escuela.

El pequeño Nata cursaba sexto grado en la escuela Ascensión Esquivel, en Alajuela, estaba jugando con sus compañeros en el segundo recreo cuando la maestra lo mandó a llamar.

“Yo tenía clases sábado de por medio y como a las 8:20 llegó a recogerme don Asdrúbal, el cuñado de la maestra, él era el que distribuía los productos de la pulpería y era amigo de la familia”, recordó don Rafael.

Para Rafael la escena era rarísima porque en seis años de escuela nunca habían enviado a alguien a recogerlo, él vivía a 300 metros de la escuela y solo

su mamá iba por él.

Lo presintió. A partir de ahí empezó a sospechar que algo malo estaba pasando, no se aguantó las ganas y le preguntó a don Asdrúbal si su papá tuvo un accidente en el avión. Don Asdrúbal se incomodó con la pregunta y solo le dijo que sí. “Que no me dijera que estaba en el hospital y encontrarm­e a mis hermanas en el carro confirmó mis sospechas, él estaba muerto”. Cuando llegaron a la casa, que estaba en la avenida central de Alajuela, un mar de gente los recibió y empezó el calvario de atender visitas, recibir condolenci­as y todo tipo de muestras de afecto de quienes tenían algo que agradecerl­e a don Nataniel.

“Cuando llegamos a la casa mi mamá solo atinó a decir: ‘pobrecitos mis chiquitos, se quedaron sin papá’. Ella estaba hablando por teléfono a San Carlos donde batallaban para sacar los cuerpos de la montaña y en eso se me acercó una tía y me dijo, ‘ahora usted es el hombre de la casa’”, recordó don Rafael. Esa frase lo marcó y no le permitió llorar ni desahogars­e, en esa época la regla era que los hombres no debían llorar. “Tuvimos que esperar que trajeran los cuerpos en una caravana de carros de emergencia hasta la catedral de Alajuela, donde les hicieron un pequeño homenaje, siguió un acto breve en la municipali­dad y luego los pasaron a la morgue del Hospital México, donde yo pedí verlo, estaba seguro que si no lo veía me iba a quedar con la idea que estaba vivo”, contó.

Al día siguiente, el cuerpo de don Nataniel fue llevado a la capilla del MOPT, luego a la Asamblea Legislativ­a para darle los honores como exdiputado que era y después lo velaron en Alajuela.

No hubo un instante en el que la familia estuviera sola, el duelo personal quedó a un lado para dar paso a las visitas de políticos y hasta del presidente don “Pepe” Figueres, quien fue uno de los que cargó el ataúd hasta la catedral alajuelens­e.

En los meses siguientes los homenajes y las peticiones extrañas no dejaron de llegar.

“Como papá era de Sarchí llegaron a pedirle a mamá permiso para enterrar su corazón en ese lugar, algo que ni nosotros estábamos seguros que era posible porque no sabíamos si se lo habían sacado en la autopsia”.

Señal al cielo. Con el paso del tiempo la familia se fue organizand­o, doña Emérita se montó una tienda en su casa, no volvió a dar clases para estar cerca de Rafael y sus otras tres hijas.

La vida iba viento en popa, siempre con el recuerdo de don Nataniel presente, cuando recibieron la invitación a la inauguraci­ón del monumento que se construyó en cerro El Cedral, en San Carlos.

“Crearon un parque y levantaron un monumento que es una mano señalando al cielo, hasta hoy no tengo claro quién lo hizo, pero con los años se convirtió en un lugar especial al quellevé a mi esposaya mi hija cuando tuvo edad para entender la historia y hasta a mis so- brinos”, contó don Rafael.

El colegio de Aguas Zarcas, el mismo al que iban a ir a poner la primera piedra, lleva el nombre de don Nataniel Arias, en honor a su memoria y su obra.

Ahora don Rafael está buscando la forma de restaurar el monumento para que el país no olvide el legado de su papá.

Espera que pronto, tanto él, como la Municipali­dad de San Carlos y hasta los nietos de don Mario Quirós Sasso logren recuperar la apariencia original de esta obra anónima para él y para muchos que pasan y rayan la piedra sin saber que es el recuerdo de seis almas.

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 ?? CORTESÍA CORTESÍA ?? Este es el monumento que recuerda la tragedia. Don Rafael y don Nataniel eran muy apegados.
CORTESÍA CORTESÍA Este es el monumento que recuerda la tragedia. Don Rafael y don Nataniel eran muy apegados.
 ?? ARCHIVO CORTESÍA ?? El accidente conmovió al país, Figueres declaró duelo nacional. A los funerales asistieron miles de personas. Al casarse don Rafael llevó a su señora al monumento.
ARCHIVO CORTESÍA El accidente conmovió al país, Figueres declaró duelo nacional. A los funerales asistieron miles de personas. Al casarse don Rafael llevó a su señora al monumento.

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