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¿Hasta dónde son capaces de llegar los aficionados por estar ahí?
Diego Rozán, de 36 años, consiguió hospedaje en Madrid la misma tarde de la suspensión de la final, conversando en el Monumental durante las siete horas de espera del partido que no se jugó.
Allí conoció a un español, seguidor de River como él, cuyo fanatismo lo había empujado a viajar especialmente para ver la final que no fue. Ahora es él quien le tiende una mano del otro lado del Atlántico.
Este empleado de una empresa de seguridad privada obtuvo un descuento usando las millas de su tarjeta de crédito para viajar a Madrid.
“Es casi imposible. Si no hubiera encontrado este método de canjear millas y que otros hinchas de River se solidaricen para hospedarme...”, dice con una sonrisa, feliz de imaginar lo que vivirá.
“Pedir permiso en el trabajo y adelantar vacaciones, fue un problema importante para mí”, admite sin olvidar que en Argentina el desempleo alcanza al 9,3% de la población económicamente activa.
Rozán compró su entrada de mil personas le caben al estadio Bernabéu. urgencia por Internet, y la pagó el doble de lo que le costó el boleto para la frustrada final en el Monumental. Pero se encoje de hombros, sonríe y explica que todo vale con tal de estar en “la final que todo hincha de River soñaba”.
“Será un viaje hecho con mucho sacrificio, con muy poca plata y más que nada a la deriva, yendo con la ilusión del hincha”, dijo.
Sentimientos encontrados. La ansiedad se mezcla con la frustración por no poder ver la final en casa.
“Hoy tengo una sensación de felicidad y a su vez de tristeza porque al mirar para los costados muchos de los que suelen estar en cada partido no van a estar. Voy a alentar por ellos”, afirma.
Para soñar, soñar en grande