‘PROSTITUCIÓN ES UN VICIO REPUGNANTE’
La prostitución es una “enfermedad de la humanidad”, aseguró el papa Francisco en un libro en el que la califica como “un vicio repugnante” que reduce a las mujeres a esclavas.
“Cualquier forma de prostitución es una reducción a la esclavitud, un acto criminal, un vicio repugnante que confunde hacer el amor con desahogar los propios instintos, torturando a una mujer sin defensa”, es parte de lo que dice el argentino, según un texto publicado ayer en el diario italiano La Repubblica.
“Una persona nunca puede ser puesta a la venta”, denuncia en el prólogo de un libro de Aldo Buonaiuto, sacerdote de la Comunidad Papa Juan XXIII, una asociación caritativa católica que acoge a pobres, prostitutas y adolescentes con problemas.
“Es una enfermedad de la humanidad, un modo equivocado de pensar de la sociedad. Liberar a estos pobres esclavos es un gesto de misericordia y un deber para todos los hombres de buena voluntad. Su grito de dolor no puede dejar indiferente a los individuos ni a las instituciones”, añade el papa.
Tratadas con respeto. En nuestro país, las palabras del papa golpearon duro entre las trabajadoras del sexo y miembros de organizaciones de derechos humanos, quienes consideran que lo primero que debería hacer el papa Francisco es hablar de la pedofilia en la Iglesia y dejar de calificar a las trabajadoras del sexo como personas de segunda categoría.
Hermes González, presidente de la Fundación para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos Costa Rica (Fundeprode), la cual tiene un proyecto llamado “Infancia sin fronteras” en el que tratan a diario con menores de edad que son trabajadoras del sexo, rechazó las declaraciones papales.
“Las personas que trabajan en el sexo tienen los mismos derechos que cualquier persona, no son de segunda categoría, como las hace sentir el papa en sus declaraciones. Deben ser tratadas como cualquiera, merecen todo tipo de respeto. Lo que debe hacer el Vaticano es luchar por atacar la pobreza mundial y así aportar a erradicar el trabajo sexual que nace en medio de la pobreza de los pueblos”, comentó González.
Respeto. Doña Nubia Ordóñez, coordinadora del Proyecto La Sala, organización de trabajadoras y extrabajadoras del sexo en Costa Rica, dice que las palabras del papa son duras.
“El papa debería concentrarse en hablar de los sacerdotes pedófilos en lugar de hablar tan duro de las trabajadoras del sexo. Nosotras no vendemos nuestro cuerpo, vendemos un servicio y el cuerpo sigue siendo de nosotras. Somos abuelas, mamás, hijas, tías, somos personas normales que cobran por un servicio.
“Yo hablo por las trabajadoras del sexo que no son obligadas, que hacen su trabajo con total decisión. Merecemos respeto, el mismo o más que cualquier persona”, aseguró Ordóñez.
Sin juzgar. María José Calderón, de la organización no gubernamental “Rostro de Justicia”, prefiere concentrarse en la trabajadora del sexo como tal y no en lo que se diga de ella.
“Están cargadas de dignidad, amor y honestidad. Luchan día a día por un futuro mejor y en eso nuestra organización siempre trata de ayudarles, brindándoles herramientas para que tengan más alternativas de ingresos económicos.
“Rostro de Justicia capacita a las trabajadoras del sexo con cursos, de costura, manipulación de alimentos, entre otros. No juzgamos, no opinamos nada de su oficio, simplemente buscamos caminar a la par de ellas en todo momento”, dijo.
Creemos que cada persona tiene un valor y un propósito en sí misma”. Elizabeth Gilroy Organización Rostro de Justicia
No hay felicidad. La presidenta de Rostro de Justicia, Elizabeth Gilroy, se refirió a su experiencia en los últimos ocho años, en los que ha compartido con cientos de hombres, mujeres, niños y miembros de la comunidad transgénero.
“Entro en los prostíbulos de San José, donde las mujeres y las niñas de todas las edades se alinean en una pared y los hombres que vienen a comprar se alinean en el lado opuesto, esperando un cubículo disponible. Lo único que veo en los ojos de estas mujeres es vergüenza y humillación. No veo esperanza, ni felicidad, menos satisfacción. No veo libertad. No veo empoderamiento. Veo dolor”, dijo.