La Teja

“Llegué al lugar 30 segundos después”

- Andrés Mora andres.mora@lateja.cr

El ciclismo perdió un grande cuando el viernes 12 de agosto del 2005 Cristian Montero murió al chocar con un bus durante la tercera etapa de la Vuelta de la Juventud.

Ese día quedó grabado en la mente de Rafael Calderón y Arnulfo Montero, el primero entrenador de Andrey Amador (Pizza Hut) y el segundo, hermano del fallecido.

Cristian corría para Los Lagos - Jaisa - Dideca y se accidentó mientras descendía desde Puriscal hacia Grifo Alto.

“Yo no lo vi pegar, llegué al lugar del incidente 30 segundos después”, agregó con dolor.

En este grupo accidentad­o, que constaba de doce ciclistas, iba Andrey Amador, pero el ahora pedalista del Ineos Inglés, aunque cayó, no sufrió golpes mayores.

Calderón confirmó que Montero era de los que le daba pelea a Amador.

“Él era de los talentos, era uno de esos que daban pelea, pintaba para futuro, el hombre pintaba. Como ciclista muy bueno, destacaba mucho subiendo, tenía la facilidad para escalar, se sentía en las pruebas contrarrel­oj y en el plano no lo sacaban, pintaba muy bien”, destacó.

Calderón recordó que su última conversaci­ón con el joven deportista fue un saludo antes de esa dolorosa etapa.

Antes de esa “despedida” habían hablado el día que se inauguró la Vuelta en el velódromo.

Con buen ojo. Arnulfo fue quien inició a Cristian en el deporte. Es 15 años mayor que él.

“Cuando murió teníamos seis meses de trabajar. Llegó a la Clásica Camarasa y para mí tenía un nivel superior a Andrey Amador”, comentó Arnulfo.

“En esa Vuelta de la Juventud, en los premios de montaña el que salía era Andrey y Cristian le respondía. El día que murió llegó Alvin (Brenes, entrenador de Pizza Hut) y dijo ‘para mí hoy falleció el rival más directo y fuerte que teníamos’”, recordó.

Cristian cuando murió era selecciona­do nacional y se preparaba para representa­r al país en Guatemala.

El adiós. Rafa quedó golpeado con la noticia y organizó una guardia de honor para el día del funeral, que fue el 14 de agosto en San Ramón de Alajuela.

“Me organicé con mis muchachos para hacer una guardia de honor, llegamos antes a la casa y durante la misa estuvimos ahí. Después colaboré en el traslado, fue muy duro despedirlo, porque teníamos mucha cercanía”, detalló Rafa.

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ARCHIVO Al funeral asistieron cientos de personas.
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