La Teja

Repetiría el accidente

- Eduardo Vega eduardo.vega@lateja.cr

“Si alguien me per mitiera usar una máquina del tiempo, sabe una cosa, no e vitaría el accidente. A partir de ahí descubrí la mujer que soy, lo fuerte que soy, lo que puedo lograr y las bar reras que puedo derribar a pesar de no tener mis dos piernas”, asegura Guiselle Ávila León.

Esta vecina de Poás de Alajuela, quien hoy tiene 38 años, sufrió un accidente de tránsito el 12 de marzo del 2002, a eso de las 2:25 de la tar de, en el que perdió sus dos piernas después de estar prensada entre las latas de una microbús durante 50 minutos.

Precisamen­te, por esos 50 minutos de guer ra contra la muerte, fue que conversamo­s con ella este 2020, cuando y a maneja carro, aprendió a nadar, baila, hace caminatas entre el bosque y tiene 13 años de ser mamá.

Aquel 12 de marzo a Guiselle le tocó trabajar el turno de 6 a.m. a 2 p.m., no podía perder ni un minuto porque tenía que ir a pr esentar el examen de bachillera­to de Biolo gía que había perdido en el cole, tenía 21 años. Por eso salió rápido y se montó en una microbús del brete que los llevaba al centro de Alajuela.

El accidente sucedió 25 minutos después, los periódicos Al Día y La Nación reportaron en sus notas del día siguiente que un v ehículo li viano se brincó la señal de Alto y golpeó a gran velocidad la micro que llevaba otras 20 personas y al chofer, eso desvió el vehículo hacia la far macia Alajuela, que estaba 100 al norte de la Cruz Roja alajuelens­e. Unos postes de cemento puestos en esa esquina e vitaron que la micro se metiera completa a la farmacia.

Al ser una de las últimas que llegó a montarse a la micro, a Guiselle le tocó ir adelante con el c hofer y un compa, F ernando, ella del lado de la ventana, justo donde pegó el carro.

“Viví el momento del accidente en cámara lenta, vi donde venía el auto que nos chocó como cuando pasan una pelí - cula despacito”, explicó.

Según recuerda, los primeros cinco minutos fueron los peores porque tras el golpe lo próximo que recordó fue sentir un ardor tremendo en todo el cuerpo, ver el chofer que se bajó soplado de la micr o en estado de shock y a su compañero Fernando diciéndole que se bajaran, pero ella no podía moverse porque tenía ambos pies prensados.

“Fernando, quien sufrió fracturas, se bajó y me dejó sola.

“Yo no podía ver nada porque estaba prensada viendo hacia el parabrisas de la micro, pero sí escuc haba muchos quejidos, gritos y gente llorando. No v eía bien, per o creo que mis oídos se pusieron a tra bajar al cien por ciento porque escuc haba demasiado”.

Extraño ardor. Después de 5 minutos y hasta los 10, Guiselle comenzó a escuc har las ambulancia­s y seguían los gritos de sus compañeros.

“Jamás olvidaré que llegaron varias ambulancia­s y todas con las sirenas encendidas, era un escándalo de sirenas tremendo y comenzar on a sacar a la gente, yo escuché cómo los cr uzrojistas ayudaban a otros y pensé: ‘¿cuándo me sacarán?’

“También r ecuerdo que como a los die z minutos una muchacha que tra bajaba en la far macia Alajuela llegó con un vaso de agua, pero yo no lo agarré, no sé ni por qué, pero no moví mis manos. Yo no lloraba, no gritaba ni me quejaba, simplement­e estaba en silencio y sintiendo el ardor en todo el cuer po, no dolor, era un ardor extraño”, dijo.

Los papás. También, en esos primeros die z minutos prensada y con las sir enas atormentán­dola de tanto r uido, pensó en sus pa pás (la mamá, doña Aracel y León había f allecido en 1995 y el papá, don Tranquilin­o Ávila, murió cuatro meses antes del percance, el 18 de no viembre del 2001).

“Me sentí sola, quería pr otección, quería que ellos me dijeran que todo iba a estar bien, los quería a la par mía, necesitaba la mano de mi mamá sosteniénd­ome”.

A los quince min utos del accidente a pareció el paramédico de la Cruz Roja, Diego Paniagua, ella no lo veía, pero Diego le puso la mano en el hombro y le dijo: ‘aquí esto y ya, la vamos a liberar lo más pronto que podamos’. Guiss recuerda que esas palabras le dieron paz.

“Esas palabras no las sentí de un humano, fue algo extraño, sentí como que un áng el me hablaba. No le r espondí nada solamente me puse a llorar. ‘¿Puede moverse?’ me preguntó y y o solo moví los brazos”.

Guiss tenía la cara bañada en sangre y por eso Diego pensó que tenía una herida en la cabeza, eso lo estr esó demasiado. Después confirmaro­n que no era la sang re de ella sino de Fer nando que pegó la cabeza en el para brisas y se

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En el 2006 Guiss tuvo a Sofía, quien ha sido el motor de su vida.
ARCHIVO LA NACIÓN CORTESÍA Esta foto Guiselle jamás la había visto, nunca se publicó. En el 2006 Guiss tuvo a Sofía, quien ha sido el motor de su vida.

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