Dar testimonio
El tiempo Ordinario nos presenta, paso a paso, el ministerio público de Jesús, el cual hace presente el reino de los cielos: Jesús predica, sana, libera y salva. Podríamos decir que este es el resumen de la misión de Jesús, para esto ha venido al mundo. el profeta isaías nos presentaba (la semana anterior) la misión y vocación del profeta que prefigura la misión de Jesús. esta se presenta bajo la figura del siervo que viene a servir, a hacer el bien y a reunir a las naciones, a traer la salvación hasta los confines de la tierra. Esto sólo lo
puede llevar a cabo el Hijo de
Dios como Mesías.
la misión del profeta se proyecta a la misión de Jesús que viene como siervo y redentor, como aquel que viene a quitar el pecado del mundo. Como lo dice el salmo 39, ‘aquí estoy Señor para hacer tu voluntad’. esta es la verdadera actitud del siervo de Dios. Este siervo prefigurado que anuncia isaías es el que presentó Juan el Bautista: es el siervo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús es el redentor, el cordero que carga todo el pecado del mundo. nos damos cuenta, entonces, cómo se desvela y manifiesta en toda su grandeza la misión del siervo, que ha venido a perdonarnos, que se rebaja y da la vida por la salvación del mundo. Quiero hacer resonancia de este hecho fundamental que nos compromete como discípulos de este siervo de Dios. Así como Juan el Bautista da testimonio público de Jesús, lo señala y lo presenta ante los hombres, así debe ser la actitud que debe inspirarnos. el gran desafío de la palabra de Dios es que, si nosotros en verdad somos discípulos de Jesús, tenemos que tener la capacidad de dar testimonio público de Cristo. la fe no es una teoría, es vida y seguimiento de Jesús en todos los momentos de nuestra vida, se trata de dar un testimonio decidido y valiente.
Se trata de que seamos capaces de decir: este es mi Señor, mi Redentor y Salvador. Mirémonos en la figura del siervo de Dios. Él ha venido a servir y perdonar. nosotros estamos llamados a servir y a seguir la lógica de la escuela de Jesús: ser el siervo, el último, no el primero ni el más importante.