La Teja

GUIMA DISFRUTA ÉXITO EN SOLEDAD

- Luis Quirós luis.quiros@lateja.cr

Su profesión lo ha convertido en un verdadero trotamundo­s del fútbol, carrera en la cual ha cosechado muchos éxitos, no solo como jugador, sino también como técnico.

Así se puede describir en la actualidad a Alexandre Guimaraes, quien hoy disfruta del éxito en Colombia, pero en soledad, ya que su esposa está en Tiquicia junto a uno de sus hijos (Mauro), mientras que Celso sigue en el fútbol europeo, con el Goztepe en Turquía.

Guima llegó a Colombia en junio del 2019 y de una hizo historia, no solo por devolverle el título al América de Cali después de 11 años de sequía, sino por convertirs­e en el primer técnico extranjero a lo largo de la historia del conjunto caleño en proclamars­e como rey de la Liga colombiana.

“Acostumbro a estar siempre en mi casa preparando mi trabajo junto con mis asistentes o bien viendo partidos del fútbol internacio­nal”, contó Guima.

Los meses que lleva el extécnico de la Sele en territorio cafetero ya lo hizo adoptar algunos dichos de ese país.

La prensa colombiana asegura que ya le encanta el pandebono (pan típico de ese país), porque es lo primero que ordena cuando se toma un café y a los cafeteros les llama la atención que Guima les diga “chicharron­es” a los problemas.

“En el América hay empatía y carácter para salir adelante en los momentos difíciles. Lo hemos demostrado. Y la familia Gómez, propietari­a del equipo, no solo me ha acogido como uno más, sino que me dan la libertad de trabajar. Me siento satisfecho. Ahora hay dos cosas importante­s para mí: intentar el bicampeona­to en el torneo local y ser muy competitiv­os en la Copa Libertador­es. Si eso se da, creo que la primera parte del trabajo está bien hecha y encaminada para el siguiente semestre”, comentó Guima.

El exmorado también se siente identifica­do con la afición, la cual en las calles le agradece el título conseguido.

“Cali es una ciudad de gente que respeta mi trabajo, incluso los aficionado­s del Deportivo Cali. Lo noto cuando salgo al supermerca­do y se acercan a saludarme”, contó.

Un aspecto interesant­e para los reporteros de Cali u otros sectores de Colombia, es que no tiene pleitos con ellos, tema que Guima les aclaró sobre el porqué no lo hace y que nace gracias a un consejo que le dio un entrenador que tuvo durante su carrera.

“Uno no se pelea con el cocinero, porque te envenena; ni con la mamá, porque es tu mamá; ni con un árbitro, y con eso también me refiero a la prensa. Llevas todas las de perder”, contó el exmundiali­sta de Italia 1990.

Guima reside en Cali, la cual es una ciudad repleta de árboles. Cerca de su choza, hay una especie de lago y patos que no paran de graznar y es una ciudad con mucha naturaleza.

Una de las grandes y buenas costumbres que tiene el entrenador es leer, sobre todo ahora que está solo.

“Todos los sábados, desde pequeño, caminaba tres kilómetros desde mi casa al centro, para visitar las librerías de la mano de mi padre. Llegábamos a una librería, mirábamos lo que había y pasábamos a la otra. Crecí así. Mi casa siempre ha estado llena de libros”, contó.

Al llegar con su familia a Costa Rica, Guima tenía 11 años. Los amigos que hizo en el colegio Saint Francis en Moravia, no eran tanto de fútbol, pero sí de baloncesto, así que para entrar en aquel círculo empezó a jugar.

Le fue tan bien que la selección del colegio lo convocó a formar parte del equipo. Cuando faltaba alguien en voleibol, también lo convocaban.

“Siempre fui muy deportista. No atleta, pero sí deportista. Incluso integraba el equipo de fútbol del Saint Francis, que participab­a en los torneos de divisiones menores

de Costa Rica” dijo.

Guimaraes se enfrentaba a las juveniles de equipos como el Saprissa, o Alajuelens­e, los clubes más grandes de Tiquicia.

Así estuvo hasta que se graduó del colegio. En ese momento a su padre lo enviaron a trabajar a México y se fue con él. Allá empezó a estudiar Educación Física. Al regresar un año después, continuó la carrera en la UCR y un equipo de baloncesto le ofreció un contrato. No duraría mucho tiempo, ahí porque un entrenador de un equipo de fútbol segunda, quien era su profesor, le propuso entrenar jueves y jugar los domingos.

Guima respondió que solo podía estar en las mejengas de Chepe, porque debía cumplir con el contrato del equipo de baloncesto. Jugó la mitad de los encuentros y terminó como goleador de la segunda división, saltó al Monstruo y lo demás es una historia de gloria.

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