La Teja

“QUIERO IR A VER A MI HIJO”

- Silvia Coto silvia.coto@lateja.cr

Wilber Casares Matarrita sobrevivió a una descarga eléctrica en la que lamentable­mente su papá murió.

Eso ocurrió hace tres años y él asegura que aquel día le suplicó a Dios que lo dejara vivir para disfrutar de su pequeño hijo.

La vida de Wilber cambió aquel 12 de marzo del 2017 y por eso desde entonces celebra dos veces su cumpleaños, considera que volvió a nacer tras sobrevivir a la descarga (él nació el 19 de febrero de 1984).

Nos contó que el día de la tragedia fue a la casa de unos vecinos, en Gamalotal de Nicoya, para cortar unos aguacates.

“Una señora me preguntó si yo le podía hacer el favor de arreglarle la antena del televisor y yo le dije que sí. La antena estaba amarrada a un palo de naranjo, yo andaba con mi papá y le dije: ‘yo me trepo al palo y sostengo la antena’. Necesitába­mos bajarla para quitarle un bambú que tenía y que así funcionara mejor”.

Wilber le pidió a su papá que se quedara abajo y que fuera jalando poco a poco la antena, para que no pegara con los cables de electricid­ad.

“Mi papá creyó que ya la podía mover y fue cuando la antena se dio vuelta, yo no sabía que estaba mala, entonces vi que en la pega tenía una pieza de hierro que también estaba pegada al bambú (para unirlo a la antena). Cuando agarré los dos (antena y bambú) recibí la descarga”, recordó.

El guanacaste­co, de 36 años, asegura que no estuvo inconscien­te, pero vivió un momento que no sabe ni cómo explicar.

“Yo sentí de inmediato que mi alma andaba por otro lado. Vi a un montón de gente a lo largo, como en el cielo, como en las nubes, yo trataba de ver a mi hijo, pero no lo encontraba. Le pregunté a Dios ‘¿qué hago aquí? No me quiero ir, yo quiero ir a ver a mi hijo’.

“En ese momento reaccioné y caí en cuenta, sentí que estaba aquí otra vez, sentía la descarga y seguía pidiendo a Dios que no me dejara morir, mi hijo apenas tenía cuatro años”, narró.

Don Félix Casares Jiménez, de 64 años, papá de Wilber, se llenó de angustia al ver lo que le ocurría a su hijo, por lo que se subió al árbol para ayudarlo.

“Mi papá se trepó y al tratar de tocarme dejó de hacer tierra, en eso yo volví a recibir otra descarga, él cayó en el suelo y quedó inconscien­te”, contó.

Cuando los socorrista­s los trasladaba­n al hospital, padre e hijo iban consciente­s, pero muy delicados. Los llevaron al hospital La Anexión de Nicoya.

“Se me quemó el pecho, los brazos, la pelvis, la ingle y el pie izquierdo. A mi papá le dolía la espalda, yo sabía que él estaba mal”, mencionó.

Sin sufrimient­o. Wilber recuerda que él y don Félix estaban cerca en el centro médico, por lo que él se dio cuenta cuando su papá sufrió un infarto tres horas después del jalonazo.

“Yo le pedí a Dios que le fuera bien, que no lo hiciera sufrir. Cuando el doctor me preguntó el nombre de mi papá yo ya sabía que había muerto, en ese momento le dije a Dios que gracias por no hacerlo sufrir. Me hace falta, pero fui un buen hijo con él. Al final mi papá dio la vida para que yo contara la historia”, aseguró.

A Casares lo trasladaro­n el mismo día a la Unidad de Quemados del hospital San Juan de Dios.

Dura recuperaci­ón. Cuando estaba internado le detectaron una bacteria en la pierna izquierda y por eso se la tuvieron que amputar, además del dedo pequeño de la mano derecha, que fue por donde le entró la electricid­ad, le tuvieron que cortar un pedacito.

“Por mi hijo estaba dispuesto a que me hicieran lo que fuera, estuve muy grave porque el corazón se me aceleraba, entonces me tenían que tener con oxígeno”, añadió.

Le hicieron trasplante­s de piel en las zonas de las quemaduras, algunos no le pegaron, como los de la axila derecha que fue por donde le salió una parte de la descarga, por lo que al alzar el brazo o usar las muletas para volver a caminar no le cicatrizab­an.

La recuperaci­ón tardó un año y después de ese tiempo le pusieron la prótesis en la pierna y le puso mucho para caminar bien y volver a su trabajo como “display” en supermerca­dos. En su brete lo han apoyado.

El año pasado terminó su bachillera­to en el Colegio Nocturno de Nicoya y ahorita está sacando un técnico en refrigerac­ión y aire acondicion­ado.

“Sigo yo con la electricid­ad...”.

Ha regresado a la casa de la señora donde ocurrió el accidente y que el árbol se secó.

“La señora quería mucho a mi papá, lo veía como un hijo y después de que él murió se puso malita de la mente y a veces todavía espera que él llegue, pero al rato se acuerda”.

Wilber asegura que sigue poniéndole al trabajo y a su vida gracias a su motor, el pequeño Anthony, hoy de 7 añitos.

Me hace falta papá, pero siempre fui un buen hijo”. Wilber Casares Sobrevivie­nte

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WILBER CASARES Wilber le puso a los estudios y ya es bachiller.
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su papá.
WILBER CASARES Anthony es el motor de su papá.
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CORTESÍA Don Félix murió de un infarto después de intentar ayudar a su hijo.

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