La Teja

VERTOVA, PUEBLO MÁRTIR

- roma

“Esto es peor que una guerra”, lamenta frente a las puertas cerradas del cementerio municipal el alcalde de Vetrova, Orlando Gualdi, quien cuenta los muertos de su pueblo cercano a Bérgamo.

Calles vacías, algunas banderas que cuelgan de las ventanas y un alcalde que trata de consolar a sus conciudada­nos: esto es Vertova, un poblado donde en pocas semanas murió el 1% de su población debido a la pandemia de coronaviru­s.

Desde el 1 de marzo, hubo unos 40 fallecidos en esa localidad de sólo 4.600 habitantes, seis veces más que en un año normal.

En las vallas publicitar­ias del municipio, los anuncios y obituarios se cuentan por decenas.

Como es tradición muchos de los obituarios llevan la foto del fallecido, casi todos ancianos. Es el caso de Carlo Crotti, de Aurelio Zaninoni, de Bruno Maffeis...

El cementerio está cerrado para evitar reuniones que puedan fomentar la propagació­n del virus y los familiares no pueden despedir ni llorar a sus muertos.

Solo los dueños de funerarias pueden ingresar para depositar los ataúdes en espera de la cremación.

El martes, otros cuatro féretros fueron colocados sobre sillas dentro de una capilla vacía.

“Nadie merece una muerte tan horrible. Es absurdo constatar una pandemia en pleno 2020, es peor que una guerra”, insiste Gualdi a la AFP.

“Entre el 1 y el 24 de marzo hemos contabiliz­ado 36 muertes. En un año entero el número de muertes en Vertova oscila entre 55 y 62, con eso explico la magnitud de lo que está sucediendo”, agrega.

Virus desatado. Vertova se encuentra a unos diez kilómetros al norte de Bérgamo, en el valle del Serio, una de las zonas donde el coronaviru­s se ha propagado con especial fuerza, sin que se conozcan las causas.

Como en todas partes en Italia, y casi toda Europa, las calles están desiertas, las tiendas han cerrado y el alcalde recorre una ciudad fantasma con el deseo de ofrecer algo de consuelo a los ciudadanos encerrados e informarse sobre el estado de los más frágiles y vulnerable­s.

“Desafortun­adamente, no tenemos mascarilla­s ni desinfecta­ntes en el pueblo. Tuve que fabricar mi propia mascarilla, con un paño y mi máquina de coser”, contó Augusta Magni, una residente de 63 años.

“La situación es dura. Cada uno de nosotros tiene familiares, amigos y conocidos preocupado­s. Esperamos que la situación mejore rápidament­e”, comenta Claudio Bertocchi, un agente de ventas de 62 años.

Nadie merece una muerte tan horrible. Es absurdo constatar una pandemia en pleno 2020, es peor que una guerra”.

Orlando Gualdi

Alcalde

Detrás de él, las banderas italianas ondean en los balcones, al lado de sábanas y carteles decorados por niños con los colores del arcoíris.

“Andra tutto bene”, “Todo saldrá bien”, reza uno de ellos, una de las consignas nacionales.

El lema de esperanza se ha vuelto viral e intenta ayudar a enfrentar la difícil situación que vive el país, pese al silencio que reina en las calles y en los callejones de la ciudad.

La guerra no da descanso.

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AFP El pueblo llora a los que se fueron.
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AFP La ciudad está desierta, como muchas en todo el mundo.
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El alcalde, Orlando Gualdi, recorrió algunas de las desoladas calles del pueblo.
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