Entrenar en tiempo de coronavirus
Por fin llegó el primer entrenamiento. durante la suspensión que tuvimos debido a la emergencia del coronavirus, los futbolistas entrenaron aproximadamente un mes y medio en sus casas.
Encontrarnos en la cancha generaba alegría, incertidumbre y en algunos casos hasta temor. el día anterior a la vuelta tuvimos una charla virtual con el médico del equipo explicándonos el protocolo y por qué teníamos que cuidarnos.
Al llegar al complejo deportivo todo era diferente, áreas marcadas para el distanciamiento, carteles alusivos al lavado de manos, al protocolo de estornudo y de tos, personal de limpieza con trajes especiales, miembros de seguridad con mascarillas y guantes.
Antes de ingresar a los vestidores debíamos lavarnos las manos correctamente con agua y jabón, responder a un cuestionario de síntomas, luego nos tomaron la temperatura. Había tres camerinos habilitados para pequeños grupos con un tiempo limitado para estar, cero café, cero abrazos, cero saludos, cero contacto físico. no era la algarabía típica de un camerino.
En la cancha siguieron los cambios, durante la oración habitual de inicio no estábamos abrazados, sino distanciados a dos metros cada uno pidiéndole a Dios protección.
Luego use una pequeña charla con el departamento médico para insistir en las medidas de protección y después comenzamos. dos grupos de seis o siete muchachos utilizando una mitad del campo. acciones técnico-tácticas con balón, más algún otro ingrediente durante una hora intensa, que se nos pasó muy rápido.
Luego llegó la desinfección de los camerinos, el desalojo de los primeros grupos que entrenaron y un tiempo de espera de acuerdo con el protocolo. además, cada jugador recogió el uniforme que utilizaría al día siguiente para venir preparado desde su casa.
Alegría, sí, pero diferente. extrañaba esa lucha por el balón, la cercanía, la competencia que se da en cada jugada de un deporte de contacto como el fútbol.