“Me siento libre por un ratico”
A Carlos Sánchez le encanta sentir la tierra en sus manos cuando trabaja el campo.
Para él no hay mejor experiencia que recoger los productos que, junto a varios compañeros, cultiva en la huerta del Centro de Atención Institucional (CAI) Jorge de Bravo, conocido como la cárcel de Cocorí, en Cartago.
Sánchez fue encarcelado hace siete años, cuando le impusieron una pena de 15 años.
El privado de libertad dice que el estrés que se maneja en una prisión es muy grande, sobre todo en estos días tan difíciles por la pandemia, ya que ni siquiera pueden recibir las visitas de sus seres queridos.
“Aquí siempre se maneja mucha ansiedad y todo esto del coronavirus ha hecho que aumente. Para mí el poder participar del proyecto de la huerta es muy enriquecedor, el lugar donde trabajamos está afuera de las mallas del centro y cuando salgo a sembrar me siento libre por un ratico”, contó.
“El trabajo del campo es de todos los días, nosotros producimos apio, lechuga, cebolla, remolacha, culantro, ayote y chayote, entre otras cosas. No solo nos permiten salir a la huerta entre semana, sino también los sábados y domingos porque hay que regar el terreno”, agregó.
Gran terapia. Al caer preso, Carlos encontró en la agricultura una terapia que le ayuda a llevar su encierro. Además, está aprovechando su tiempo en la cárcel para estudiar Administración de Empresas.
Carlos dice que afortunadamente él cuenta con el apoyo de su familia, ya que en la cárcel se necesita mucha ayuda para salir adelante.
“Muchas veces la gente se olvida de nosotros y piensan que por estar presos perdimos todos nuestros derechos, pero en realidad el único que perdimos es el de la libertad”, expresó.