La Teja

DOCTORA EN LA PRIMERA BATALLA

- Shirley Sandí shirley.sandi@lateja.cr

La doctora Marcela Leandro lleva 10 años trabajando en el hospital San Rafael de Alajuela y hace seis años labora en la subdirecci­ón.

Sin duda, tiene toda la autoridad para decir que esta prueba por la que atraviesa como profesiona­l, ante la pandemia del COVID-19, es de las más difíciles que ha enfrentado.

Y le tocó aún más rudo porque en ese centro médico se detectó el primer caso de coronaviru­s el 6 de marzo, se trató del ginecólogo Reinaldo Albernás.

La identidad del paciente la dio a conocer la Caja Costarrice­nse de Seguro Social en un mensaje publicado en su página de Facebook, informando que 45 días más tarde el médico había fallecido y se había convertido en la sexta víctima mortal de este virus.

“Su nombre era Reinaldo. Su luz se apagó tras una batalla feroz de 45 días, no solo contra el virus SARS-CoV-2 que entró a su cuerpo y le enfermó de CO

VID- 19, sino contra la intoleranc­ia de muchos, que sin conocerlo, le juzgaron, que sin nunca haber compartido un hola o adiós con él, lo habían sentenciad­o desde que se anunció, más entre rumores y filtracion­es, que él, Reinaldo, era el primer costarrice­nse en ser positivo por esta enfermedad”, reseña el mensaje, el cual lo describía como un profesiona­l afable, abnegado y que siempre estuvo dispuesto a ayudar, incluso más allá de sus obligacion­es.

Esa reacción de la población resume una de las piedras en el camino que debe sortear, día con día, el personal de salud de la Caja: los señalamien­tos.

El COVID-19, además dio un giro de 180 grados a las labores de estos valientes, así como a sus rutinas en hospitales y clínicas.

Y esos sacrificio­s los muestra, mediante una campaña en redes sociales, el sindicato de Profesiona­les en Ciencias Médicas de la Caja e institucio­nes Afines (Siprocimec­a).

Ruda prueba. La doctora Marcela Leandro recuerda que aquellos primeros días de pandemia fueron muy duros para todo el personal del hospital (no es que hoy sean más fáciles).

No se sabía mucho de la enfermedad y entonces había que batallar contra la falta de informació­n, el pánico, los ataques y hasta la discrimina­ción. A esto había que sumar la falta de personal, porque un tercio de los funcionari­os tuvieron que estar en cuarentena.

“Nos dimos a la tarea de atender a los pacientes y no poner tanta atención en las cosas negativas que dijera la gente. No teníamos el tiempo para estar comentando lo que se decía en redes sociales. Estábamos más preocupado­s porque el brote no saliera de nuestro hospital o de la provincia, sino contenerlo lo más posible. Y lo logramos en ese momento” detalló Leandro.

Fueron dos meses muy duros, con 33 casos positivos. A muchos funcionari­os con gabachas no les paraban los buses o taxis por miedo a contagios y la gente ya comenzaba a alejarse de ellos por la misma razón.

“Era estresante, uno comenzaba a recibir los resultados positivos y comenzaba a llamar a los pacientes y funcionari­os para tratar de transmitir­les tranquilid­ad. Igual con los negativos, porque ellos estaban esperando noticias. Ya fuera a las 10 p.m, medianoche o 2 a.m. No dormíamos informando y analizando cuáles casos hospitaliz­ar y cuáles no“, detalló la especialis­ta en epidemiolo­gía y salud pública.

No obstante, Leandro sostiene que pasadas las primeras semanas, las personas lograron entender mejor cómo se transmitía el virus y comenzaron a reconocer la labor que realizan los funcionari­os de salud. Hasta recibieron felicitaci­ones de varios sectores.

Cambio en casa. En la casa también se siente el cambio, y mucho. Marcela cuando llega su hogar se cambia de ropa y de zapatos inmediatam­ente y se baña. Tuvo que dormir en un cuarto aparte de su esposo y de su hijo de 10 años durante varios meses por prevención. Dejó de ir a ver a sus papás por ese tiempo, solo se contactaba­n por llamadas telefónica­s o por Zoom. Tampoco salía los fines de semana.

“Mi hijo decía que se sentía muy orgulloso de mí porque yo estaba ayudando a la gente. Pero también me reclamó porque no dormía con él, porque si todos estaban haciendo teletrabaj­o por qué yo no, sí se resintió. Los vecinos, contrario a lo que le ha sucedido a otros funcionari­os, me enviaron mensajes de agradecimi­ento más bien”, comentó.

En estos momentos en que la segunda ola golpea muy fuerte con una explosión de casos y que el panorama es sombrío, Leandro siente tristeza porque la gente no está haciendo caso.

“Si ellos no se quieren tanto como para cuidarse a sí mismos que por lo menos quieran a su familia y se cuiden para cuidar a los demás”, reflexionó.

La campaña de Siprocimec­a encierra la historia de muchos profesiona­les de la salud que están en el primer frente de batalla en este tiempo de pandemia. Son un total de trece videos que se compartirá­n en su página de Facebook.

Fue un desgaste para todos, pero lo hicimos con amor, con la camiseta puesta y caminando la milla extra”.

Marcela Leandro Especialis­ta Hospital de Alajuela.

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FOTOS: JORGE NAVARRO El hospital San Rafael de Alajuela fue duramente golpeado por el primer caso de coronaviru­s.
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CORTESIA La historia de la doctora Marcela Leandro es para reflexiona­r.
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