La Teja

Zapatos dan paso a la comida

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Francis debió cerrar su zapatería cuando la pandemia de covid-19 llegó a Venezuela a mediados de marzo, obligada por las restriccio­nes de una larga cuarentena vigente desde entonces. Cuando sus ahorros empezaban a desaparece­r tuvo una idea: cambiar calzado por alimentos.

En medio de una situación límite, “vimos la opción que teníamos de vender comida”, cuenta Francis Moreno, de 38 años, a la entrada de su negocio en Sabana Grande, céntrico bulevar de la capital con mucha actividad comercial.

Durante dos meses y medio, Venezuela prohibió abrir negocios con la excepción de los dedicados a vender alimentos, medicinas y otros productos considerad­os esenciales. Alterna, desde junio, periodos de flexibiliz­ación con periodos de confinamie­nto estricto en los que los comercios deben permanecer cerrados. Es lo que conocemos en Costa Rica como baile y martillo.

Por ello el local de Francis no es el único en Sabana Grande que pasó a vender alimentos, productos de salud o higiene personal.

Francis, una trigueña de ojos oscuros, relata que, tras su ocurrencia, decidió ir a un mercado popular para comprar alimentos empaquetad­os como pasta, azúcar, sal, mantequill­a, aceite o harina de maíz (la base de las tradiciona­les arepas, base de la dieta del venezolano) con la idea de revenderlo­s. Ahora son este tipo de productos los que ocupan las estantería­s de la zapatería.

Las vidrieras con zapatos deportivos, antes centro de atención, están cubiertas con coloridas toallas.

“Lo que teníamos guardado, los ahorros que teníamos, ya no estaban o ya empezaban a desaparece­r”, expresa Francis, destacando que, sea como sea, hay que sobrevivir.

Adiós a las fotos. El covid-19, que según cifras oficiales ha contagiado a unas 12.000 personas en este país de 30 millones de habitantes, ha forzado al cierre de 90% de los negocios, según el privado Consejo Nacional de Comercio y Servicios (Consecomer­cio).

La situación se repite en diversas zonas de Caracas. Sintiéndos­e “a la deriva”, Oriana “reinventó” el negocio de fotografía de su familia, abierto hace 60 años en el acomodado sector de Chacao, transformá­ndolo en un súper.

“¿Qué es lo que la gente compra ahorita? Comida. Nada, decidimos montar esto”, cuenta Oriana Chavarro, de 23 años.

Oriana, junto con su madre, desmanteló la sala para tomar retratos, un espacio que ahora ocupan cajas con cebollas, papas, pepinos, tomates y otros vegetales que adquieren semanal

Lo que teníamos guardado, los ahorros que teníamos, ya no estaban o ya empezaban a desaparece­r”. Francis Moreno Comerciant­e

mente en un mercado popular.

Eventos sociales como matrimonio­s y cumpleaños, antes el fuerte del local, venían cayendo al ritmo de la crisis económica del país, pero terminaron de desaparece­r con el confinamie­nto.

El coronaviru­s ha agravado una crisis que, según Consecomer­cio, ya había provocado una caída de 40% en el sector comercial el año pasado.

Ello en un país devastado por hiperinfla­ción y una recesión que se encamina a su sétimo año.

Entre paredes aún cubiertas con fotografía­s de actores estadounid­enses, Oriana pasa sus días tratando de estirar la plata de sus pocas ventas para “cubrir los gastos del día”.

“Es terrible”, confiesa.

Cierre a la brava. La jornada laboral en Caracas termina al mediodía incluso para los negocios que se han colado entre los sectores “esenciales”.

Luego de ese límite, militares y policías empiezan a pedir que sean cerrados.

“Te vienen a cerrar, sin explicacio­nes. Sabes que uno no puede decir nada...”, se queja Oriana.

José, por su parte, se dice “atropellad­o” ante la falta de claridad de medidas de cuarentena que cambian constantem­ente en el país, generando confusione­s.

“Si viene la policía y nos encuentra vendiendo, eso nos puede cerrar el negocio”, dice José Rodríguez, de 48 años, asesor de ventas en una tienda de disfraces en Sabana Grande, mientras señala con un dedo globos, carteles conmemorat­ivos y disfraces ocultos por bolsas negras. Allí también se ofrece comida.

Medios locales han denunciado extorsione­s a comerciant­es por parte de uniformado­s, desplegado­s en puntos de control pidiendo salvocondu­ctos.

De todos modos, despachar alimentos no es garantía de éxito en tiempos de covid-19 en Venezuela, donde cuatro de cada cinco personas no pueden cubrir la canasta alimentari­a en medio de una creciente pobreza, según la Encuesta sobre Condicione­s de Vida (Encovi), un estudio realizado por las principale­s universida­des del país.

“Las ventas están ahorita más todavía en el suelo”, se queja José.

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Como pasa en todo el mundo, el comercio sufre por los cierres y la falta de plata.
Estos helados van para lo que era una zapatería.
Los comerciant­es le apuestan a lo que es necesario: comida y cosas de higiene. Como pasa en todo el mundo, el comercio sufre por los cierres y la falta de plata. Estos helados van para lo que era una zapatería.
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Más de 12.000 personas
se han contagiado del virus en Venezuela. Las cifras reales serían
mayores.
Venezuela ya estaba mal antes de la llegada del coronaviru­s. Ahora pasó de las llamas al infierno.
A veces se encuentran descuentos, pero la gente no piensa en zapatos en este momento.
FOTOS AFP Donde venden abarrotes ofrecen también piñatas, quién quita y alguien pida. Más de 12.000 personas se han contagiado del virus en Venezuela. Las cifras reales serían mayores. Venezuela ya estaba mal antes de la llegada del coronaviru­s. Ahora pasó de las llamas al infierno. A veces se encuentran descuentos, pero la gente no piensa en zapatos en este momento.

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