La Teja

Llegaron las bendicione­s

- Eduardo Vega eduardo.vega@lateja.cr

Don Eduardo Vega Ávila, un pulseador que lleva rato viviendo en su carro, nos contó que en la mañana de ayer lo despertaro­n las buenas noticias.

“Recibí muchas llamadas de gente que quiere ayudarme… ¡Dios es grande!”, nos dijo.

Este martes publicamos su historia, en la cual contamos que don Eduardo estaba viviendo en su carro, parqueado en el barrio Vasconia de San José, porque se le jodió el motor y el vehículo con el que se gana el arroz y los frijos no camina.

“A las seis y media de la mañana (de ayer) comenzó a sonar el teléfono, todas las llamadas eran puras bendicione­s. Una persona me dijo que buscara un hotelito cómodo por la zona y que ella me lo pagaba.

“También hubo gente que llegó y me dejó las pastillas para la presión (Enalapril de 20 mg), además, entre las muchas llamadas de buenas noticias, cuatro fueron de mecánicos que se pusieron a la orden para arreglarme el carro sin costo alguno”, aseguró don Eduardo, quien tiene 60 años y es hipertenso.

Anoche, cuando conversamo­s, estaba en plaza González Víquez, en la recepción del hotel Claro de Luna, afinando detalles porque le pagaron dos semanas allí.

El carro se lo llevó un mecánico para ponerlo a volar.

“Una vez esté pura vida,

Una persona me dijo que buscara un hotelito cómodo por la zona y que ella me lo pagaba” Eduardo Vega, Chofer

vuelvo al trabajo y a luchar todos los días por mi sustento y mi techo”, dijo y nos contó que le llevaron también comida.

“Yo sabía que Dios jamás me abandonarí­a. Estoy muy agradecido, mucha gente me ha demostrado que el corazón del tico es muy grande. Vendrán mejores días para mí, de eso estoy seguro porque ya con el carrito arreglado voy a volver a ser el mismo de siempre que sale toda las mañanas a ganarse el pan con un trabajo digno”, reconoció el pulseador.

“En marzo, cuando empezaron los casos de coronaviru­s, yo estaba bien, dormía en un cuartito que pagaba en Tibás y la pulseaba con mi carro entre las paradas de Tracopa y Musoc, transporta­ndo la gente que llega a San José de la Zona Sur. No puedo decir que me iba mal”, nos explicó.

Luego las cosas se pusieron cuesta arriba, como para tantas personas en el país y en el mundo.

“Conforme fue avanzando el covid-19 las calles se empezaron a vaciar, también los buses con pasajeros fueron menos y se me complicó lo económico. Para peores, se me jodieron unas válvulas del motor del carro y ya en mayo no caminó más”, dijo.

En la visita que le hicimos nos contó cómo hizo durante todo este tiempo para subsistir. En una bomba cercana le echaban la mano con agua y el servicio sanitario, cuando podía lavar la ropita la secaba en el carro y ahí mismo la guardaba, en la cajuela.

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ARCHIVO Ya el carro de don Eduardo está en un taller.
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ARCHIVO. Así estuvo viviendo dos meses, secando la ropa en su navecita.

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