La Teja

CHEPITO Y LOS AMIGOS

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Todos hemos tenido a un conocido que se dice llamar amigo, pero que solo está para el vacilón y la fiesta. Es como el diablillo que se pone en el hombro de los personajes de caricatura para aconsejar lo malo. El que le dice a uno “hágalo, yo lo grabo”, o, “dele, no pasa nada”. Cuando vi lo del hombre que lanzó un gato desde un octavo piso me dolió, no solo por el animalito, sino porque yo también conocí, en algún momento, al responsabl­e de semejante atrocidad y cuando me acordé de él me fue imposible no pensar: “¿qué habría pasado si el que estaba con él, en ese momento, hubiera sido yo en vez del aMIgo que grabó el video y que lo impulsó, muerto de risa, a que lo hiciera?”.

Le habría dicho “¿qué le pasa?”, le quitaría el gato y le haría entender que con eso no se juega, ni en broma.

Aunque no soy perfecto, trato de ser un buen amigo, de estar en las buenas y en las malas. Prefiero caerle mal por decirle la verdad, con tal de que entienda que está haciendo algo que lo perjudica y que si lo regaño es por su bien, aunque se enoje conmigo, porque sé que después entenderá que estaba a punto de cometer un error.

Por cuestiones del destino me alejé de esa persona que hoy está en el ojo del huracán y duele que en el momento en el que más necesitó a un amigo que lo aconsejara, estaba rodeado de malas personas porque lejos de salvarlo, más bien lo hundieron más y por eso, para mí, ellos son igual de culpables que él. Con esto no quiero ponerlo a él como una víctima, tampoco eximirlo de la responsabi­lidad de sus actos, porque ninguno de sus conocidos le puso una pistola en la cabeza para que hiciera tal aberración que ahora debe ser castigada con todo lo que exige la ley, pero esto me hizo reflexiona­r y recordar que siempre es y será muy importante la gente de la que nos rodeamos.

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