Abrir los bares puede ser un riesgoso destape

soy de esos a los que tomarse una birrita u otra bebida espirituosa en la casa no les sustenta. No es lo mismo, por más que la doña se sacrifique haciendo las boquitas y sin caritas.

Por la pandemia he estado casi que al nivel del abstemio debido al cierre de los bares. allí el ambiente es único, especialmente si ya uno es cliente porque le guardan el campo, no se ha ni sentado cuando le sirven el tamarindazo en su punto, y saben hasta en qué momento le arriman el menú.

Las habladas, aunque sean las mismas de siempre, las risas y algún pacho son la mejor terapia contra el estrés, y eso no tiene precio. sin embargo, no estoy precisamente contando las horas para que llegue el viernes y salir soplado a alguno de los 4500 bares que podrán abrir.

Con el riesgo de echarme encima a Guido, el estimado cantinero de las Vegas, no creo que estemos listos para la apertura a pesar de que soy consciente de la gran urgencia, desde el punto de vista económico, por abrir estos negocios.

Después de dos birras, dos whiskazos, o lo que sea que tome el cliente, ya le entra el amor, la simpatía, el relax y ahí es dónde está el peligro de que los contagios de covid-19 se disparen de forma todavía más descontrolada, máxime que no sabemos cuántos más ya fueron contagiados durante las manifestaciones.

No descarto que el permiso de reapertura de los bares sea una jugada de taquito del gobierno, para bajar la presión de estos empresarios en momentos de virulentas protestas y para que el pueblo se relaje un poco después de tantos meses de solo malas noticias. abrir los bares puede ser como destapar la caja de Pandora.