COVID MATÓ LA MAGIA DEL ÚLTIMO AÑO
El último año de colegio es inolvidable. Las serenatas, las convivencias, las fotos del grupo, la firma de camisas, el baile, la graduación y por supuesto el compartir el día a día en las aulas y pasillos quedan grabados en el corazón, pero este año la pandemia se paseó en esos momentos maravillosos y la generación del 2020 quedará marcada por el coronavirus.
Una de las que se perdió esta posibilidad es Valerie Gómez, estudiante del Colegio San Luis Gonzaga, de Cartago, quien nos contó que al menos hace una semana pudieron hacerse la sesión de fotos de la graduación, eso sí con todos los protocolos sanitarios.
“El viernes en la noche, por iniciativa de nuestros padres, nos reunimos a cenar con todos los cuidados las cinco compañeras que hemos estado juntas desde sétimo, pero el baile en sí que se acostumbra para esta época, no lo podremos tener”, contó Valerie de 17 años.
Además, coordinaron una caravana para el 29 de noviembre en la que cada estudiante irá en el carro familiar con su burbuja por las casas de cada uno de los compañeros y se irán sumando los demás.
Los de Cartago centro irán donde los de más lejos como Tres Ríos, Santa Rosa y San Gerardo de Oreamuno, Tierra Blanca y Orosi.
Aunque los papás y profes se han esforzado para que los jóvenes disfruten su último año, es inevitable que se pierdan de esos momentos únicos que solo se viven en el cole.
“Es un poco triste porque desde que entré al colegio tenía la ilusión de usar el uniforme de quinto. Tuve la oportunidad de entrar al Covao en cuarto año, pero por las amistades que tenía y las actividades que se hacen en mi colegio para este año decidí quedarme, pero la pandemia no me dejó aprovecharlas”, agregó Valerie.
“Yo hasta tenía planeado el vestido que iba a usar en el baile de graduación. Al principio teníamos la esperanza de que a finales de noviembre todo acabara y pudiéramos celebrarlo, pero conforme se acercaba la fecha la fuimos perdiendo”, contó la joven.
En el caso de su sección, no hicieron serenata, ni firma de camisetas.
Frustración. Para la sicóloga de familia María Ester Flores, muchos de sus pacientes le han descrito la experiencia como una frustración e impotencia porque han escuchado todo lo que debían vivir este año como la serenata y el agradecimiento a los papás.
“Con mucho dolor y pena, sobre todo las chicas, me cuentan que no podrán usar el vestido de graduación, la convivencia, el paseo a la playa. Como humanos, los rituales nos permiten cerrar ciclos y abrir nuevos y parte de los rituales sociales son estos méritos al triunfo del esfuerzo”, explicó la especialista.
“Otro aspecto muy significativo para ellos es no poder abrazar a sus amigos de toda la vida, será una etapa que nunca más vivirán. Solo en el colegio tuvieron ese vínculo de amistad de todos los días, es algo que dejará un vacío”, agregó Flores.
Otras generaciones. La profesora de biología Sandra Torres nos habló desde su experiencia como educadora que ha vivido gran cantidad de graduaciones y su vivencia como graduando de la generación de 1979, del Colegio Diurno de Limón.
“Depende mucho de si son de colegio público o privado. Estos últimos ya nos han dejado de lado y no hacen la serenata a los profes, al menos en el que yo trabajo. En el caso del Liceo Mario Bourne (público) hasta hace dos años que me pensioné ellos sí la seguían haciendo”, explicó Torres.
En los colegios públicos también se mantiene muy arraigado lo de la firma de camisetas donde hasta le piden la suya a los profes.
“Me duelen los chiquillos, porque algunos como mi sobrina, han llorado montones porque ella tenía el sueño del vestido que se iba a poner para la cena. Quinto año es muy importante porque es como ese paso a la adultez y no dudo que para los demás chiquillos también es duro perdérselo”, agregó a educadora.
Sobre su graduación dice que nunca la olvidará, en especial porque mantiene su grupo de amigas de entonces y hasta dedicaron una canción a sus profes. “La serenata fue mi primera noche fuera de casa hasta las cinco de la mañana. La cena la hicimos días antes de la graduación y todas las mujeres íbamos de blanco”, recordó la educadora.
En el caso de Carmen Navarro, graduada en 1983 del Colegio Nocturno de Cartago, también recuerda su último año que aunque fue difícil porque trabajaba y estudiaba contó con la despedida espiritual (una misa de acción de gracias), el baile, al que asistió con un vestido azul y zapatos de charol tacón número 7, y la lunada en el patio de su casa con todos los compañeros. Ninguno de estos nostálgicos momentos se vivirá en este extraño y doloroso 2020.