“La pandemia nos deja una lección: aprender a vivir una vida simple”
Un gran amigo y colega, don Milton Rosales, me hizo un comentario hace unos días: “Éramos felices y no nos habíamos dado cuenta”. Escuchando la reflexión que él me compartía, estoy de acuerdo. Hemos caminado pensando en todo lo que necesitamos, a veces infravalorando lo que tenemos, algo que hoy añoramos y me refiero al estilo de vida previo a la pandemia.
Creo que la pandemia nos deja una gran lección: aprender a vivir una vida simple, agradecidos con lo que somos y con lo que hemos construido. Ciertamente creo que todos podemos aspirar a más, a buscar crecer, pero tenemos que desarrollar una visión de realización y no de inconformidad.
Caminamos en estos días bajo la expresión “cuando todo esto pase”, añorando cerrar los ojos, para que la vida retorne a la normalidad. Quizá se pueda soñar con lo que teníamos, quizá extrañar esa vida en la que no tenemos que preocuparnos por cuántas personas enferman, por cuántas han fallecido, porque al final esto es una experiencia que trae mucho dolor. Cuando las cosas vuelvan, tenemos que cambiar en algo, no en las actividades sino que debemos tener una visión de agradecimiento, valorando cada espacio como un don y una bendición en nuestra vida. Es momento para aprender a valorar las cosas simples de la vida, que nos ponen en una frecuencia de mucha gratitud, porque hoy cobra peso el abrazo, el café, el encuentro, el almuerzo con la familia.
La vida, la historia y la pandemia nos han enseñado que no se necesitan grandes cosas y que lo mágico en la vida no está en las cosas que hacemos, sino es nuestra actitud ante cada evento que nos toca vivir. Vivir simple es tener menos requisitos, pero saber que estamos vivos, que cada encuentro con la vida es un hermoso momento y tu mirada es la que va a determinar con qué colores pintas tu historia, apreciemos la vida con simpleza y agradecimiento, esto nos conecta con la paz.