La Teja

MISIÓN MÁS FUERTE QUE EL COVID

- Karen Fernández karen.fernandez@lateja.cr

María Jesús Sanabria, de 30 años, es una misionera de la orden comboniana que en cuanto tenga todos los papeles listos comenzará su viaje a una nueva labor en Uganda, África.

Eso podría ser a finales de este mes.

Al saber su destino le preguntamo­s cual es su sensacion al ir a esa lejana tierra en tiempos de pandemia y nos dijo algo muy cierto: la posibilida­d de enfermarse existe aquí y existe allá.

Claro, en nuestro país el sistema de salud anda mejor que en aquel territorio africano, algo que --sin duda-- hace la diferencia.

“Es triste, pero son países en los que no se mueve mucha gente (en viajes), entonces claro que el covid está haciendo de las suyas por allá, pero no son los estragos que está haciendo en Europa o en América Latina”, comentó.

Irónicamen­te la pobreza ayuda a que no se extienda tanto.

En Uganda hay muchos campos de refugiados porque en el sur de Sudán y en el Congo hay muchos conflictos. Eso ha expulsado a los ciudadanos. Buscan seguridad y paz.

“Siempre me ha llamado mucho la atención trabajar con la movilidad humana y creo que es una realidad que ahorita está gritando muchísimo que le pongamos atención. Vamos a ver qué necesidade­s también se presentan allá cuando llegue”, contó.

Como parte de su formación la religiosa estuvo viviendo dos años en Guadalajar­a, México; en Ecuador el mismo periodo y tres meses en Lima, Perú y el mismo tiempo en Guatemala.

En Ecuador compartió con una religiosa ugandesa que le habló de su país. Le contó que allá son personas muy alegres y que expresan todo el saborcito africano en bailes y en cantos.

Cruzará el charco. María Jesús acaba de hacer sus primeros votos con las misioneras comboniana­s. Fue hace poco, en diciembre del 2020, y esta será su primera misión profesiona­l al otro lado del Atlántico, algo que representa­rá todo un reto para ella y para su familia.

Será la primera vez que se hallará tan lejos de su gente, sabe que deberán ajustar los horarios porque hay nueve horas de diferencia entre cada país y el internet apenas está empezando a entrar a Uganda.

La misionera es la mayor de tres hermanos que aún viven con sus padres. Mientras estuvo en México todos fueron a visitarla para conocer de cerca su trabajo y disfrutaro­n la experienci­a.

“Pudieron comprobar lo feliz que me hacía la misión y me han apoyado, al principio no estaban tan seguros de mi gran cambio porque nunca había sido muy religiosa. Ahora me chinean mucho mientras vengo de vacaciones”, dijo.

En Guatemala el tema de las comunicaci­ones se complicó. No podía hablar con sus parientes porque se encontraba en un territorio indígena donde no había internet ni electricid­ad. Podía hacerlo solo cuando iba al pueblo, que quedaba como a dos horas, y lo hacía solo una vez por semana.

Por reglas de la orden, ella debe hablar el idioma local de donde está en misión; por eso en Uganda tendrá que comunicars­e en inglés y en la lengua de la tribu que la alojará.

Cambio total. María Jesús estudió Ingeniería en seguridad laboral en el TEC, que fue donde conoció un grupo de oración de jóvenes que le terminó cambiando la vida.

“Conocí a las misioneras comboniana­s, me interesé en el trabajo que hacen, fui en una misión a Talamanca que me encantó y así empezó todo”, recordó.

Agregó que ellas dejan sus tierras para poder ir a otros lugares en los que comparten la riqueza cultural de quienes la habitan.

Una gran parte del trabajo que hacen las misioneras depende de dónde se encuentren. Básicament­e consiste en asistir a los pueblos más pobres y abandonado­s donde no conocen aún el evangelio, que ellas les comparten en escuelas y colegios.

También ayudan en centros médicos.

Su misión en México era trabajar en un centro de migrantes (FM4) al que llegan miles de centroamer­icanos que suben a la Bestia, el tren que agarran de manera ilegal para tratar de seguir hacia Estados Unidos. En el centro los entrevista­n para ver cómo ayudarlos.

Una de las experienci­as que más marcó a María Jesús fue oír las historias de vida de quienes pasaban por allá. Recuerda a un hondureño que debió salir huyendo de su país luego de ser amenazado por las maras por no pagarles la cuota que le cobraran para dejarlo trabajar en el puestito de jugos que había abierto poco tiempo atrás.

“Por si fuera poca su experienci­a, en el recorrido lo habían asaltado y venía solo con lo que tenía puesto”, agregó.

En Perú compartía en una casita con niños luego de sus clases para mantenerlo­s alejados de las calles.

“Compartíam­os el desayuno, la oración de la mañana, nos repartíamo­s las labores: la limpieza, la comida, las compras”, concluyó.

En cualquier sitio del mundo en el que esté esta paraiseña deja huella con su fe y su servicio.

 ?? CORTESÍA ?? María Jesús es ingeniera laboral graduada del TEC.
Su mundo hoy es otro.
CORTESÍA María Jesús es ingeniera laboral graduada del TEC. Su mundo hoy es otro.
 ?? CORTESÍA ?? Parte de las misioneras con las que la tica compartió en Ecuador.
CORTESÍA Parte de las misioneras con las que la tica compartió en Ecuador.
 ?? CORTESÍA ?? Los papás y los hermanos comprobaro­n su felicidad en México.
CORTESÍA Los papás y los hermanos comprobaro­n su felicidad en México.
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