La Teja

ORGULLO DE HATILLO BRILLA

- Eduardo Vega eduardo.vega@lateja.cr

¿Alguna vez ha sentido que en las clases universita­rias los profesores hablan como en chino?

Si le pasó, entonces entenderá a Mauricio Soto González, orgullo de Hatillo 1 y quien se graduó este año como doctor en Ingeniería de Software e Inteligenc­ia Artificial en una de las más prestigios­as universida­des del mundo: la Carnegie Mellon, en Pensilvani­a.

Claro, es muy rico decir ahora que Mauricio, con 32 años, tiene un doctorado; sin embargo, como él nos contó, sus inicios en la universida­d fueron un desastre. Bueno, los inicios, la mitad y un poquito más porque no era que dejaba los pelos en el alambre, es que no lograba ni brincarse el alambre.

“Fatal, horrible, espantoso. No sé ni cómo referirme a los primeros tres años de la carrera de Computació­n (entró a la Universida­d de Costa Rica a estudiar Ciencias de la Computació­n e Informátic­a).

“No me fue mal solo el primer semestre o el primer año, me fue mal tres años seguidos, siempre pensaba cómo salirme, no entendía nada…es horrible ver que tus compañeros salen bien y aman lo que estudian y uno quedándose y sin agarrarle el gusto a la estudiada.

Pensé muy seriamente salirme”, recordó.

Amante de la música. Desde chiquillo lo que le encantaba era la música, por eso aprendió a tocar guitarra. No fue un estudiante modelo en el Instituto Educativo Moderno de Tres Ríos. No fue un estudiante modelo en el Colegio Metodista.

Era de normal para abajo en las notas, razón por la que algunos profesores y sus compañeros dudaban seriamente de que la pegara en la universida­d.

Eso sí, hubo dos personas que siempre le tuvieron fe, que siempre supieron que capacidad le sobraba para cualquier materia, los papás: don Marcelo Soto y doña Magaly González.

Don Marcelo lo motivó para que estudiara Computació­n y siempre lo apoyó, algo que Mauricio agradece hasta el día de hoy porque ese apoyo cuando peor le iba en las aulas se convirtió en la

base de su futuro título de doctor.

Horrible es poco. “Antes de entrar a estudiar Computació­n en la UCR yo solo tocaba una computador­a para escribir algún documento, no las conocía, mucho menos haberlas visto por dentro, por eso, el primer año, fue el peor.

“El primer semestre en la UCR fue como que me enviaran al Polo Norte con chancletas y bronceador, estaba absolutame­nte perdido. Me recibieron con materias de programaci­ón, imagínese, ¡programaci­ón!, para alguien que ni conocía bien una computador­a”, comenta Mauricio.

Por supuesto que sucedió lo que era lógico: perdió muchas materias.

“Tenía tres años estudiando computació­n y nada que le agarraba el gusto, ya iba pasando materias, pero era como para el gasto, nada más.

“Fue tan difícil la computació­n que decidí también ingresar a estudiar Música en la UCR y ese fue el segundo gran impulso que tuve para mantenerme asistiendo a clases de Computació­n”, aseguró.

El primer gran impulso fue que entre el segundo y tercer año se leyó un libro de computació­n básica, de esos que enseñan hasta cómo prender y apagar una computador­a, fue hasta entonces que entendió un poquitico en el charco en el que estaba metido, a partir de ahí le agarró el gusto.

¡Por fin!. Después del tercer año estudiando Compu ya le supo mejor cada clase y entendía puras tejas.

Arrancó así su noviazgo con la Computació­n, una relación que al inicio tuvo muchos amargos, pero que se convirtió en matrimonio sólido porque en febrero de este año logró terminar su doctorado.

Hoy en día trabaja y vive en Carolina del Norte. Bretea con una compañía dedicada a la inteligenc­ia artificial y el mantenimie­nto preventivo, él predecir cuándo algún equipo va a fallar.

“Yo lo que hago es crear modelos de inteligenc­ia artificial para vigilar las 24 horas los equipos eléctricos con los que se trabaja y precisar si hay algo dañado para que se pueda reparar a tiempo y así prevenir grandes fallas”, explicó.

También, ha trabajado con robots industrial­es y con inteligenc­ia artificial para predecir cuándo las personas están estresadas. Su tesis doctoral y principale­s investigac­iones se basan en encontrar formas de reparar software de forma automática, mediante programas y códigos.

Tiene dos años en Carolina del Norte, está casado con una coronadeña, Diana Gutiérrez, quien es profesora de Educación Musical; la conoció en la UCR. Tienen una hija de un año, Luna, y una perrita, también de Coronado, que se llama Naila.

El primer semestre en la UCR fue como que me enviaran al Polo Norte con chancletas y bronceador, estaba absolutame­nte perdido. Mauricio Soto González Ingeniero tico

 ?? CORTESÍA ?? La familia completa, Mau, su esposa, Diana, Luna, y la perrita Naila.
CORTESÍA La familia completa, Mau, su esposa, Diana, Luna, y la perrita Naila.
 ?? CORTESÍA ?? Un título tan pulseado hay que lucirlo, ¡qué carga, Mau!
CORTESÍA Un título tan pulseado hay que lucirlo, ¡qué carga, Mau!

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