ORGULLO DE HATILLO BRILLA
¿Alguna vez ha sentido que en las clases universitarias los profesores hablan como en chino?
Si le pasó, entonces entenderá a Mauricio Soto González, orgullo de Hatillo 1 y quien se graduó este año como doctor en Ingeniería de Software e Inteligencia Artificial en una de las más prestigiosas universidades del mundo: la Carnegie Mellon, en Pensilvania.
Claro, es muy rico decir ahora que Mauricio, con 32 años, tiene un doctorado; sin embargo, como él nos contó, sus inicios en la universidad fueron un desastre. Bueno, los inicios, la mitad y un poquito más porque no era que dejaba los pelos en el alambre, es que no lograba ni brincarse el alambre.
“Fatal, horrible, espantoso. No sé ni cómo referirme a los primeros tres años de la carrera de Computación (entró a la Universidad de Costa Rica a estudiar Ciencias de la Computación e Informática).
“No me fue mal solo el primer semestre o el primer año, me fue mal tres años seguidos, siempre pensaba cómo salirme, no entendía nada…es horrible ver que tus compañeros salen bien y aman lo que estudian y uno quedándose y sin agarrarle el gusto a la estudiada.
Pensé muy seriamente salirme”, recordó.
Amante de la música. Desde chiquillo lo que le encantaba era la música, por eso aprendió a tocar guitarra. No fue un estudiante modelo en el Instituto Educativo Moderno de Tres Ríos. No fue un estudiante modelo en el Colegio Metodista.
Era de normal para abajo en las notas, razón por la que algunos profesores y sus compañeros dudaban seriamente de que la pegara en la universidad.
Eso sí, hubo dos personas que siempre le tuvieron fe, que siempre supieron que capacidad le sobraba para cualquier materia, los papás: don Marcelo Soto y doña Magaly González.
Don Marcelo lo motivó para que estudiara Computación y siempre lo apoyó, algo que Mauricio agradece hasta el día de hoy porque ese apoyo cuando peor le iba en las aulas se convirtió en la
base de su futuro título de doctor.
Horrible es poco. “Antes de entrar a estudiar Computación en la UCR yo solo tocaba una computadora para escribir algún documento, no las conocía, mucho menos haberlas visto por dentro, por eso, el primer año, fue el peor.
“El primer semestre en la UCR fue como que me enviaran al Polo Norte con chancletas y bronceador, estaba absolutamente perdido. Me recibieron con materias de programación, imagínese, ¡programación!, para alguien que ni conocía bien una computadora”, comenta Mauricio.
Por supuesto que sucedió lo que era lógico: perdió muchas materias.
“Tenía tres años estudiando computación y nada que le agarraba el gusto, ya iba pasando materias, pero era como para el gasto, nada más.
“Fue tan difícil la computación que decidí también ingresar a estudiar Música en la UCR y ese fue el segundo gran impulso que tuve para mantenerme asistiendo a clases de Computación”, aseguró.
El primer gran impulso fue que entre el segundo y tercer año se leyó un libro de computación básica, de esos que enseñan hasta cómo prender y apagar una computadora, fue hasta entonces que entendió un poquitico en el charco en el que estaba metido, a partir de ahí le agarró el gusto.
¡Por fin!. Después del tercer año estudiando Compu ya le supo mejor cada clase y entendía puras tejas.
Arrancó así su noviazgo con la Computación, una relación que al inicio tuvo muchos amargos, pero que se convirtió en matrimonio sólido porque en febrero de este año logró terminar su doctorado.
Hoy en día trabaja y vive en Carolina del Norte. Bretea con una compañía dedicada a la inteligencia artificial y el mantenimiento preventivo, él predecir cuándo algún equipo va a fallar.
“Yo lo que hago es crear modelos de inteligencia artificial para vigilar las 24 horas los equipos eléctricos con los que se trabaja y precisar si hay algo dañado para que se pueda reparar a tiempo y así prevenir grandes fallas”, explicó.
También, ha trabajado con robots industriales y con inteligencia artificial para predecir cuándo las personas están estresadas. Su tesis doctoral y principales investigaciones se basan en encontrar formas de reparar software de forma automática, mediante programas y códigos.
Tiene dos años en Carolina del Norte, está casado con una coronadeña, Diana Gutiérrez, quien es profesora de Educación Musical; la conoció en la UCR. Tienen una hija de un año, Luna, y una perrita, también de Coronado, que se llama Naila.
El primer semestre en la UCR fue como que me enviaran al Polo Norte con chancletas y bronceador, estaba absolutamente perdido. Mauricio Soto González Ingeniero tico