La Teja

Viajó tres horas pa’ verse

- Erick Quirós erick.quiros@lateja.cr

Don Eugenio Cavallini viajó tres horas para ver el capítulo del martes de ¿Quién quiere ser millonario? en el que participó.

El agricultor, quien se llevó dos millones de colones, vive en Santa Teresita de Turrialba y asegura que por una norma técnica de la ARESEP no tiene luz en su hogar y por eso le tocó viajar hasta donde un hijo que vive en San José para ver el programa.

El señor, que ya está pensionado, cuenta que son varias familias las que no tienen electricid­ad y que por más que lo han intentado, no les dan pelota.

“No quería perderme los treinta segundos de fama y tuve que ir donde mi hijo porque aquí en la casa no tenemos luz, somos cuatro familias las que no tenemos el servicio y por más que hemos tratado, para ellos no es rentable. Yo soy adulto mayor, mis vecinos también los son y hay otro que tiene tres hijos, cuando tienen que hacer algo de la escuela tienen que salirse a buscar a alguien que los ayude y que la casa tenga corriente”, comentó.

En su caso, le toca ir donde un “vecino”, que vive a 700 metros de su casa, para poder cargar el celu y poder ver ¿Quién quiere ser millonario?, su programa favorito.

“Le cuento que no es una calle ni de asfalto, no es tan fácil ir. Como yo el programa no lo puedo ver en televisión, me pongo a verlo por celular (va segundos atrasado) y mi esposa me va pasando las preguntas antes, para que yo las responda a ver si están buenas, fue una forma de practicar para el programa y de entretener­me en algo, aparte de espantar coyotes y serpientes”, comentó.

Esto último no lo dijo en broma, pues en su vida de campo le ha tocado acostumbra­rse a toparse animales de todo tipo.

“Con lo que me ganara quería hacerme una casita porque yo vivo en un ranchito abierto y en las noches a veces está muy frío o me encuentro una terciopelo por ahí, un día de estos me topé un pumilla de los que hay aquí, tiene la altura de un perro bóxer. La ventaja, por ejemplo con la manada de coyotes, es que uno les zapatea un poquillo y ellos terminan saliendo corriendo, los pizotes sí levantan las patillas y se cuadran como para pelear”, explicó.

Como no se llevó la platica que esperaba, la invertirá en su finquita.

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CORTESÍA A sus 62 años, don Eugenio Cavallini no le afloja al trabajito.
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CORTESÍA El ranchito no es cerrado y se le meten los animales.

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