“QUISIÉRAMOS PERROS QUE RASTREEN”
Los familiares del boyero Rafael Alberto Aguilar Araya no tienen un momento de calma desde el 3 de diciembre, cuando dejaron de tener noticias de él.
Don Rafael Aguilar, papá del joven de 26 años, les pide a las autoridades ponerse las manos en el corazón y unirse al rastreo que ellos han hecho.
“No voy a descansar hasta saber qué pasó con mi hijo, esto es muy triste, les agradezco a las personas que se nos han unido en la búsqueda. En la Cruz Roja nos dijeron que deben tener una orden del OIJ o bien que nosotros encontremos un indicio de él para que se nos unan; en pocas palabras, debemos dejarles todo servido”, afirma don Rafael.
“Quisiéramos perros que rastreen y quizás nos conduzcan a algún lugar, porque ya todo
Llano Grande (de Cartago) lo peinamos y no encontramos nada que nos haga pensar que ‘Betico’ pasó por este lugar y ahí se perdió”, añade.
Rafael Alberto fue visto por última vez cuando salió de su casa en Tierra Blanca; habría caminado unos 4 kilómetros, en medio de fincas, hasta llegar a Llano Grande, donde trabajó con dos finqueros que frecuentemente lo llaman.
Para sumar amarguras, ayer falleció Freddy Rojas Rodríguez, un señor de 62 años que participaba en la búsqueda y cayó al río Reventado (ver nota en la página 3).
De regreso. En la tarde-noche del 3 de diciembre, varios allegados vieron a Alberto caminar como de costumbre hacia Tierra Blanca, pero luego no se supo nada más de él.
“Un primo y un amigo me cuentan que ellos iban en carro y se toparon a mi hijo, ellos iban hacia Llano Grande y Beto caminaba hacia la casa de él; ellos dicen que lo saludaron y siguieron con la intención de pasarlo recogiendo a la vuelta para que caminara menos, me aseguran que el mandado lo hicieron rápido, ni diez minutos duraron, y cuando regresaron por el mismo camino no volvieron a ver a Betico”, explica con Rafael.
“Ellos fueron los últimos en verlo, en el cruce hacia Tierra Blanca, le faltaban unos veinticinco minutos para llegar a la casa de él”, añade.
Rafael Alberto salía siempre con un mecate para jalar los bueyes, un cuchillo y nunca le faltaba el sombrero, y hasta la fecha, nada de eso ha aparecido.
“Como papá, les dije a mis compañeros y vecinos: ‘si tengo que volver a pasar por toda la misma zona que ya hemos pasado, lo hago aunque sea solo’. Ya no sé qué hacer, revolcamos toda la zona y nada conseguimos”, dijo con tristeza.
El joven boyero se había acostumbrado a caminar entre fincas para cortar camino y también pasaba por una ruta solitaria y sin iluminación; sin embargo, en cuatro años que tenía de hacer lo mismo nunca, al parecer, le había ocurrido nada inusual.
“Debía pasar el puente del río Reventado y siempre le decíamos ‘Betico, no pasés tarde’; a veces nos llamaban a las nueve de la noche y nos decían que lo vieron pasar. Ese es un lugar solo y sin alumbrado, pero por trabajar él caminaba a la hora que fuera”, cuenta el papá.
De hecho, explica don Rafael que cuando sus primos lo vieron iba camino hacia ese puente.
Perdieron la paz. La familia no ha vuelto a descansar debido a la preocupación por la que pasa. La falta de respuestas mantiene a los familiares de “Beto” en medio de una gran congoja, sobre todo por no es de los que se va de la casa, y menos sabiendo que las hijas lo necesitan.
El boyero tiene cuatro niñas, las dos menores --de 2 años y 4 años-- viven con él y son las que más preguntan por el papá, dijeron sus parientes.
“No hemos podido dormir, cuando trato de dormir me despierto y mi esposa se pone a llorar al no saber nada. Uno piensa si será que lo montaron en un carro y se lo llevaron para algún lado, o si algún carro lo mató y se lo llevaron largo. La mente nos da muchas vueltas, uno piensa de todo”, dice.
Don Rafael asegura que su muchacho no era de andar plata en efectivo; incluso la semana que pasó, uno de los señores que lo llama a trabajar le dijo a la familia que tenía el pago de unos días que Rafael Alberto estuvo en su finca.
Sobre la idea de que lo habrían asaltado, don Rafael dice: “¿Qué me le iban a robar si no andaba nada de valor?, unas botas de hule y sus instrumentos para trabajar, era lo único”.