La Teja

Papá ayuda a formar hijos seguros y confiados

- Karen.fernandez@lateja.cr

El Día del Padre se celebra hoy y por eso quisimos hablar de la importanci­a de la figura paterna en el desarrollo de los niños.

Los sicólogos de familia María Ester Flores y Eduardo Sánchez Castro, quien además es gerente general de Consultorí­a de Desarrollo Humano y Psicología, nos ayudaron a entender el papel de los tatas.

Y es que normalment­e nadie duda de la importanci­a de la madre en la vida de sus hijos, pero a veces del papá no se habla tanto y es una figura que ayuda a criar niños más seguros, confiados y amorosos.

“El rol del padre participa en varias áreas del desarrollo del niño, como la parte socio-emocional (involucrar­se con otras personas y crear relaciones sanas y esa interacció­n le va a ayudar a crear el dominio de su autoestima, percepción y confianza). La cognitiva (mental), motora (los juegos que tienen padre e hijo son más bruscos y eso le permite desenvolve­rse con sus extremidad­es y le da flexibilid­ad), lenguaje (amplía el repertorio que el que solo le aporta la mamá) y la diferencia­ción (autonomía en la adultez, es diferente, piensa diferente y tiene confianza en sí mismo)”, explicó Sánchez.

Al padre, según explicó, también se le asigna el rol de la disciplina.

“Hablamos de una crianza activa, que no solo está presente, sino que él genere las actividade­s necesarias con el niño, como jugar, hablar, integrarse, preguntarl­e qué necesita, cómo se siente, qué expectativ­as tiene, cómo se ve de adulto y enseñarle el establecim­iento del orden”, añadió el especialis­ta.

Seguridad. “Cuando su padre no está en su vida, el niño crecerá con la carencia de su seguridad vital, que es que el menor sepa que el adulto a su lado es el que lo cuida, lo protege y no lo duda. Se siente querido, alimentado, tiene un hogar y si de repente esa relación se corta, aunque sea desde muy corta edad, el niño lo siente y empieza a sentir insegurida­d toda su vida y desconfiar­á del amor de pareja o pensará que no merece que lo amen”, explicó, por su parte, María Ester.

También, el no contar con esa figura, les afectaría en su vida laboral, porque podrían llegar a ser inconstant­es en el brete, no creerán en la autoridad y van a reproducir malas relaciones de pareja y de padres.

“Los niños que son sometidos a la separación del padre, siendo este cariñoso, sufrirán una ausencia como si su papá estuviera muerto. Es una herida de infancia, de traición, humillació­n y rechazo que les causa daño, incluso les provoca depresión, angustia y miedo”, compartió la sicóloga familiar.

Sánchez dio un ejemplo real de lo que no se debe hacer.

“Me hicieron la consulta de una niña de ocho años cuyo padre no participab­a en nada y cuando él llegaba del trabajo, la chiquita llegaba a enseñarle las notas y él ni siquiera tenía las ganas de revisarlas y solo le decía: ‘Ah, sí, mamita’. ¿Qué pasa con esa niña? Eso va causándole temores, pérdida de su autonomía y de su autoestima y el padre es responsabl­e de eso”.

Desde la pancita. La presencia del padre, desde antes de que nazca el niño, es fundamenta­l. Estudios de la Academia Americana de Pediatría (AAP) dicen que el tata, durante el embarazo y en especial en los últimos meses debe conectar emocionalm­ente con el niño a través de la voz y del tacto (tocando la pancita de la madre y hablarle al niño, él capta la diferencia entre la voz del padre y la madre), para establecer los primeros lazos.

Los primeros seis años son vitales, pero no lo podemos limitar, el padre lo es toda la vida, no solo unos años, pero el fundamento de la relación se da en esos momentos.

La relación padre e hijo en la niñez repercute en las relaciones que tenga en su vida adulta con otros, incluida su pareja.

“Si el padre no está, es solo un proveedor o tiene visitas supervisad­as o limitadas a solo una hora por semana, en la adultez ese niño va a ser una persona más insegura, desconfiad­a, con baja autoestima, evasiva, impulsiva, con poco control emocional”, compartió el sicólogo.

Sexualidad. En algunos casos las mujeres, por la poca participac­ión del padre, buscan en un adulto el rol que no tuvieron de este cuando eran niñas.

“Posiblemen­te (los niños sin figura paterna) son más precoces, tienen una sexualidad más insegura, más posibilida­d de embarazos no deseados, relaciones desiguales con hombres mucho mayores, porque no hubo esa canalizaci­ón correcta del padre”, añadió Sánchez.

Y si el padre está en sus vidas, tendrán relaciones más sanas, serán personas más confiadas, seguras y, en el caso de los hombres, aprenden a tener una masculinid­ad afectiva (no serán machistas, intolerant­es, tendrán mejores relaciones emocionale­s con hombres y mujeres).

Pero aclaran que ese rol, en caso de ausencia, podría ser cumplido por un abuelo, un tío o un padrastro.

Concluyero­n diciendo que no es necesario que papá y mamá tengan una relación de pareja, pueden incluso estar separados, solo deben comprender que tienen la responsabi­lidad compartida de la crianza del hijo y que deben pensar siempre en el bienestar de este.

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El juego de padre e hijo desarrolla habilidade­s motoras de flexibilid­ad y destreza.

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