La Teja

Que sean uno

- Pbro. Alfonso Mora Meléndez

nos dice Jesús algo de profundo significad­o. “Yo soy la vid”. Notemos que no dice: “Yo soy el tronco o la cepa”, sino “Yo soy la vid”; es decir, el arbusto completo.

San Pedro nos diría que “somos piedras vivas de un edificio espiritual”. Es que no solamente somos de Cristo. Es algo mucho más profundo: Somos Cristo. Como lo afirma de sí mismo San Pablo: “Para mí, vivir es Cristo”. Pero, a la vez, somos la comunidad de los seguidores incorporad­os en Cristo como las ramas al árbol.

La inserción plena en la vida y el ser de La Vid que es Cristo, y en la comunidad de Jerusalén bajo la guía y el respaldo de los apóstoles, san Pablo la vivió en sus dos dimensione­s a saber, Cristo y su iglesia. Ahora es San Juan quien la presenta como la comunión de vida entre Jesús y el Padre, de donde mana la comunión de vida entre Jesús y nosotros. Guardar los mandamient­os en el amor es, a la vez, nuestra unión en Cristo y con los hermanos, amándonos unos a otros. en el mandato del amor encontramo­s el método para nuestra adhesión a Cristo, que ya es realidad, pero que encontrará su realizació­n total cuando pasemos de la vida presente a la vida eterna.

San Juan es insistente en su evangelio y en sus otros escritos, en afirmar que no puede tener consistenc­ia el amor a Dios si no amamos al hermano. Se trata, entonces, de creer en nuestro Señor Jesucristo, vivir en Él y, a la vez y como consecuenc­ia, amarnos los unos a los otros.

Ambas virtudes, es decir, la fe en Jesucristo y el amor a los hermanos, están entrañable­mente unidas en la cruz de redención y reconcilia­ción. Amar a Dios es el palo vertical de la cruz, y amar al hermano es el palo horizontal en una verdad y realidad indisolubl­es. busquemos el sentido cristiano del amor fraterno. Creer en Jesucristo, como lo predica San Juan, es creer en que Dios Padre nos ama con amor universal a través de su propio Hijo.

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