Embriagarse de series cuando se cruza la línea del entretenimiento
Sentirse emocionado por el anuncio de una serie, pasar la noche en vela para terminar la temporada o sentirse parte de la trama es parte de lo que viven quienes se embriagan en línea.
La tendencia de realizar maratones se intensificó con el acceso a plataformas como Netflix, donde la elección del contenido es ilimitada.
De este modo, no es de extrañar que una vez que existe la posibilidad para el usuario de elegir cuánto ver de una serie, lo único que se lo impide es el tiempo. “Es fácil pensar que la gente lo disfruta. No hay razón para pensar que una audiencia se cautiva sola con todo el poder que da el control de su agenda, con un catálogo vasto de audiovisuales”, afirma Óscar Cruz, crítico audiovisual.
Solo en Estados Unidos unas 660.000 personas, un 2% de los usuario de Netflix en ese país para el 2014, vieron en un fin de semana los 13 capítulos de la segunda temporada de House of Cards, según reveló una representante de Procera Networks, empresa que brinda servicio de Internet. Las cifras coinciden con una encuesta realizada por Netflix en la que publicó que cerca del 61% de sus clientes realiza con regularidad el binge-watching —término que usa la compañía para referirse a los atracones de visualización de contenido—.
Este mismo estudio destacó que el 73% de los usuarios dijeron no tener ningún tipo de culpa o sentimiento negativo ante los atracones.
Cruz afirma que esta tendencia sí tiene repercusiones en la lectura de la audiencia. Quienes no tienen posibilidad de realizar maratones por gestión propia generan vínculos más duraderos con los personajes.
“Es más fácil permearse de un personaje que nos acompaña durante 10 o 9 años, que uno que nos acompaña durante unas cuantas semanas. La impresión inicial y el atractivo puede ser el mismo, sin embargo, la relación que se crea con el personaje ficticio y el paratexto que lo circunda —noticias sobre el actor, premio y otros— es
mucho más fuerte cuando no se practica el binge watching”, dice.
Igualmente, afirma es mucho más probable volverse fiel a una serie cuando esta no se dispone de golpe y se obliga a un seguimiento de meses o años. No obstante, recalca que ante la competencia por quien ha estado en más lugares, quién ha hecho más puntos y quién ve los contenidos más rápido no es extraño que lo más nuevo sea consumido de inmediato, un comportamiento que no se escapa de la pantalla grande.
“La rapidez con que alguien observe un show lo hace más fan ante sus pares; pero no necesariamente ese fanatismo perdura en el tiempo debido a la fugacidad en que se desarrolla esa inmersión en la ficción”, comenta el experto.
Nada mejor que tener a disposición de un clic el siguiente capítulo de la serie favorita o pactar con un grupo de amigos para ponerse al día con películas pendientes antes de un estreno.
HASTA AQUí TODO BIEN
El problema comienza cuando esta práctica no es de un estreno o de una tarde perdida, sino se convierte en parte de la vida diaria, en la que pasan a segundo plano otras tareas.
Un estudio de la Universidad de Texas, Estados Unidos, menciona que las personas que pasan horas conectados a un programa podrían presentar depresión, falta de autocontrol o adicción a esos contenidos.
La sicóloga Catalina Cárdenas afirma que el asunto se complica cuando se convierte en dependencia y se empiezan a notar condiciones irregulares. Pasar por alto responsabilidades e incumplir horarios son dos de las señales de alerta.
“Todo empieza sacrificando espacios personales, se reducen el periodo de sueño, almuerzo y tiempo de familia. Luego se inclumplen compromisos y objetivos de trabajo. Hay quienes empiezan a presentar síntomas de ansiedad cuando se quedan sin Internet”, comenta.
Si bien no se trata igual que una adicción a las drogas o el alcohol, las complicaciones de desvinculación social son reales y significativas.
Otra problemática se presenta con la sobreidentificación con los personajes. La venta de un modelo de vida irreal puede llegar a ser comprado por quienes se sumergen en un mundo ficticio. Un ejemplo fue la serie Sex and the city.
“La audiencia se despersonaliza y empieza a asumir el estilo de personajes como el vestuario o preferencias por tragos o tareas. Este es un nivel que va mucho más allá de la sudoración de manos”, recalca.
Las consecuencias de embriagar- se de series serán distintas según la edad, donde lo adolescentes y niños se verán más afectados, ya que se encuentran en un periodo de construcción de personalidad, que a final de cuentas no logran identificar por estar sumergidos 100% en medios digitales. A fin de cuentas se les dificultará relacionarse con la gente, integrarse a las actividades sociales, negociar y hasta “descubrir quién soy”.
Perder el equilibrio entre el disfrute y la adicción es fácil. De momento no se notan las pérdidas en otras esferas de la vida como la social o familiar, pero una vez que termina la temporada aparece el vacío y la soledad que solo es posible llenar con un contenido igual.
“Hay que tener cuidado en que esto no se convierta en lo único que me hace feliz”, opina Cárdenas.
La mayoría de los adultos jóvenes y adolescentes están conectados a Nexflix. Los adultos hombres se fijan más en videojuegos y pornografía. Mientras que en las mujeres el apego social es mucho más relevante, de ahí su necesidad a la interacción a través de redes sociales.
QUé HACER
Tome cartas en el asunto. Evite caer en situaciones de riesgo. Por ejemplo, utilice alarmas para evitar engancharse con una serie durante horas. Replantee sus prioridades sociales y familiares. Busque otras actividades que lo hagan feliz, no todo gira en torno a una serie o conexión a una red social.
No se trata de satanizar la conexión a medios digitales ni mucho menos, sino de mantener el equilibrio entre el mundo real y el que nos vende el mercado audiovisual.
“Hay niños que tienen problemas de infección urinaria por que no quieren levantarse, es necesario evitar estas conductas”, Cárdenas.