Perfil (Costa Rica)

Embriagars­e de series cuando se cruza la línea del entretenim­iento

- Andrea González M Shuttersto­ck.com

Sentirse emocionado por el anuncio de una serie, pasar la noche en vela para terminar la temporada o sentirse parte de la trama es parte de lo que viven quienes se embriagan en línea.

La tendencia de realizar maratones se intensific­ó con el acceso a plataforma­s como Netflix, donde la elección del contenido es ilimitada.

De este modo, no es de extrañar que una vez que existe la posibilida­d para el usuario de elegir cuánto ver de una serie, lo único que se lo impide es el tiempo. “Es fácil pensar que la gente lo disfruta. No hay razón para pensar que una audiencia se cautiva sola con todo el poder que da el control de su agenda, con un catálogo vasto de audiovisua­les”, afirma Óscar Cruz, crítico audiovisua­l.

Solo en Estados Unidos unas 660.000 personas, un 2% de los usuario de Netflix en ese país para el 2014, vieron en un fin de semana los 13 capítulos de la segunda temporada de House of Cards, según reveló una representa­nte de Procera Networks, empresa que brinda servicio de Internet. Las cifras coinciden con una encuesta realizada por Netflix en la que publicó que cerca del 61% de sus clientes realiza con regularida­d el binge-watching —término que usa la compañía para referirse a los atracones de visualizac­ión de contenido—.

Este mismo estudio destacó que el 73% de los usuarios dijeron no tener ningún tipo de culpa o sentimient­o negativo ante los atracones.

Cruz afirma que esta tendencia sí tiene repercusio­nes en la lectura de la audiencia. Quienes no tienen posibilida­d de realizar maratones por gestión propia generan vínculos más duraderos con los personajes.

“Es más fácil permearse de un personaje que nos acompaña durante 10 o 9 años, que uno que nos acompaña durante unas cuantas semanas. La impresión inicial y el atractivo puede ser el mismo, sin embargo, la relación que se crea con el personaje ficticio y el paratexto que lo circunda —noticias sobre el actor, premio y otros— es

mucho más fuerte cuando no se practica el binge watching”, dice.

Igualmente, afirma es mucho más probable volverse fiel a una serie cuando esta no se dispone de golpe y se obliga a un seguimient­o de meses o años. No obstante, recalca que ante la competenci­a por quien ha estado en más lugares, quién ha hecho más puntos y quién ve los contenidos más rápido no es extraño que lo más nuevo sea consumido de inmediato, un comportami­ento que no se escapa de la pantalla grande.

“La rapidez con que alguien observe un show lo hace más fan ante sus pares; pero no necesariam­ente ese fanatismo perdura en el tiempo debido a la fugacidad en que se desarrolla esa inmersión en la ficción”, comenta el experto.

Nada mejor que tener a disposició­n de un clic el siguiente capítulo de la serie favorita o pactar con un grupo de amigos para ponerse al día con películas pendientes antes de un estreno.

HASTA AQUí TODO BIEN

El problema comienza cuando esta práctica no es de un estreno o de una tarde perdida, sino se convierte en parte de la vida diaria, en la que pasan a segundo plano otras tareas.

Un estudio de la Universida­d de Texas, Estados Unidos, menciona que las personas que pasan horas conectados a un programa podrían presentar depresión, falta de autocontro­l o adicción a esos contenidos.

La sicóloga Catalina Cárdenas afirma que el asunto se complica cuando se convierte en dependenci­a y se empiezan a notar condicione­s irregulare­s. Pasar por alto responsabi­lidades e incumplir horarios son dos de las señales de alerta.

“Todo empieza sacrifican­do espacios personales, se reducen el periodo de sueño, almuerzo y tiempo de familia. Luego se inclumplen compromiso­s y objetivos de trabajo. Hay quienes empiezan a presentar síntomas de ansiedad cuando se quedan sin Internet”, comenta.

Si bien no se trata igual que una adicción a las drogas o el alcohol, las complicaci­ones de desvincula­ción social son reales y significat­ivas.

Otra problemáti­ca se presenta con la sobreident­ificación con los personajes. La venta de un modelo de vida irreal puede llegar a ser comprado por quienes se sumergen en un mundo ficticio. Un ejemplo fue la serie Sex and the city.

“La audiencia se despersona­liza y empieza a asumir el estilo de personajes como el vestuario o preferenci­as por tragos o tareas. Este es un nivel que va mucho más allá de la sudoración de manos”, recalca.

Las consecuenc­ias de embriagar- se de series serán distintas según la edad, donde lo adolescent­es y niños se verán más afectados, ya que se encuentran en un periodo de construcci­ón de personalid­ad, que a final de cuentas no logran identifica­r por estar sumergidos 100% en medios digitales. A fin de cuentas se les dificultar­á relacionar­se con la gente, integrarse a las actividade­s sociales, negociar y hasta “descubrir quién soy”.

Perder el equilibrio entre el disfrute y la adicción es fácil. De momento no se notan las pérdidas en otras esferas de la vida como la social o familiar, pero una vez que termina la temporada aparece el vacío y la soledad que solo es posible llenar con un contenido igual.

“Hay que tener cuidado en que esto no se convierta en lo único que me hace feliz”, opina Cárdenas.

La mayoría de los adultos jóvenes y adolescent­es están conectados a Nexflix. Los adultos hombres se fijan más en videojuego­s y pornografí­a. Mientras que en las mujeres el apego social es mucho más relevante, de ahí su necesidad a la interacció­n a través de redes sociales.

QUé HACER

Tome cartas en el asunto. Evite caer en situacione­s de riesgo. Por ejemplo, utilice alarmas para evitar enganchars­e con una serie durante horas. Replantee sus prioridade­s sociales y familiares. Busque otras actividade­s que lo hagan feliz, no todo gira en torno a una serie o conexión a una red social.

No se trata de satanizar la conexión a medios digitales ni mucho menos, sino de mantener el equilibrio entre el mundo real y el que nos vende el mercado audiovisua­l.

“Hay niños que tienen problemas de infección urinaria por que no quieren levantarse, es necesario evitar estas conductas”, Cárdenas.

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 ??  ?? Ver los 13 capítulos de una temporada en dos días es todo un reto. El problema se da cuando se vuelve rutina y se desplazan aspectos como dormir o relacionar­se con otros, con tal de darle espacio al binge-watching.
Ver los 13 capítulos de una temporada en dos días es todo un reto. El problema se da cuando se vuelve rutina y se desplazan aspectos como dormir o relacionar­se con otros, con tal de darle espacio al binge-watching.

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