Summa

Un golpe de palacio en Riad

- POR The Economist

EL MUNDO DEBERÍA PRESIONAR AL PRÍNCIPE HEREDERO PARA QUE REFORME ARABIA SAUDITA Y NO PARA QUE LA ARRUINE.

En un reino en donde el cambio llega lentamente, si es que llega del todo, el drama de los últimos días en Arabia Saudita es asombroso. Decenas de príncipes, ministros y funcionari­os han sido arrestados o despedidos, en su mayoría acusados de corrupción. Muchos de los arrestados están detenidos en el esplendor del hotel Ritz-Carlton en Riad. Cerca de US$800.000 millones en activos pudieran haberse congelado. Al mismo tiempo, un misil disparado desde Yemen fue intercepta­do cerca de Riad, lo que llevó a Arabia Saudita a acusar a Irán de un "acto de guerra".

La agitación en el país y las amenazas de guerra en el extranjero constituye­n una mezcla preocupant­e en un país que, hasta ahora, se había mantenido firme entre el violento colapso del Medio Oriente. El mundo no puede permitir una inestabili­dad en el mayor exportador de petróleo, la economía árabe más grande y el hogar de los dos sitios más sagrados del Islam.

En el centro del torbellino se encuentra el impetuoso príncipe heredero, Muhammad bin Salman, hijo del envejecido rey Salman. El príncipe ha organizado un golpe de palacio, o tal vez un contragolp­e dirigido a aquellos oponentes que buscan bloquear sus cambios radicales. De cualquier manera, a la edad de 32 años, se ha convertido en el hombre más poderoso de Arabia Saudita desde que el rey Abdel-Aziz bin Saud fundó el Estado. Todo lo anterior podría ser un presagio de profundas reformas que el país necesita. El peligro es que solo conducirá a otra dictadura árabe unipersona­l fallida.

El Príncipe Muhammad (conocido como MBS) se ha proyectado como un defensor de los jóvenes y entiende que su país debe reinventar­se para hacer frente al fin del boom petrolero, una población florecient­e e indolente, y una ideología religiosa wahabí puritana que ha sido la placa de Petri para el yihadismo. MBS ha realizado planes ambiciosos para que las empresas privadas aprovechen para reformar el estado y desintoxic­ar al país del petróleo. También ha atenuado algunas restriccio­nes sociales, prometiend­o poner fin a la prohibició­n de que las mujeres conduzcan y restringir a la policía religiosa. Habla de regresar a un "Islam moderado abierto al mundo y a todas las religiones".

Un príncipe árabe testarudo

Todo lo arriba indicado es muy bienvenido. Sin embargo, la forma en que el príncipe está actuando para realizar los cambios no deja de ser preocupant­e. Una de las razones es que su ambición frecuentem­entese convierte en temeridad. Dirigió una coalición árabe en una guerra imposible de ganar en Yemen contra los Houthis, una milicia chiíta, creando un desastre

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