La presidencia de un año de Trump
¿Es realmente así de mala?
¿ES REALMENTE ASÍ DE MALA?
A PESAR DE LANZAR GRANADAS EN SU CAMPAÑA, TRUMP NO HA LLEVADO A CABO SUS PEORES AMENAZAS.
Con casi un año de la presidencia de Donald Trump, tienes que pellizcarte para darle un sentido a todo. En "Fire and Fury", el recuento chismoso de Michael Wolff acerca de la Casa Blanca, el cual no acogió con agrado el aniversario de Trump, sino que le da un puñetazo en la cara. El líder del mundo libre es retratado como un monstruoso y egoísta emperador infante, visto por su propio personal como no apto para el puesto. Estados Unidos está atrapado en un debate sobre la cordura del presidente. Aparentemente incapaz de contenerse, Trump aviva las llamas recurriendo a Twitter para pavonearse sobre sus "facultades muy estables" y para alardear sobre el impresionante tamaño de su botón nuclear como una amenaza a Corea del Norte.
Observar a Trump es compulsivo: de manera culposa, ¿quién no ha esperado, con ansiedad, el próximo tweet? Dado lo mucho que descansa sobre los hombros de este hombre y lo inadecuado que es para la presidencia, el enfoque acerca del carácter de Trump es a la vez razonable y necesario. Pero, como un testimonio de su presidencia hasta el momento, también es incompleto y una distracción peligrosa.
Muchos retweets felices
Para entender por qué es incompleto, considere primero que la economía estadounidense está en buen estado, con un crecimiento de un 3,2% anual en el tercer trimestre. El crecimiento salarial del obrero está superando al resto de la economía, el desempleo ha seguido cayendo y el mercado de valores ha subido desde la salida Barack Obama. Trump tiene suerte: la economía mundial disfruta de su alza sincronizada más fuerte desde 2010, pero también la ha construido al convencer a las corporaciones norteamericanas de que está de su lado. Para muchos estadounidenses, especialmente aquellos desilusionados con Washington, un comentario sobre la inminente amenaza a todo Estados Unidos por parte de Trump simplemente no suena real. A pesar de lanzar granadas en su campaña, Trump no ha llevado a cabo sus peores amenazas. Como candidato habló de fijar aranceles del 45% sobre todos los productos chinos y de una renegociación o rescisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y México. Es posible que pronto surjan problemas en ambos frentes, pero no a tal escala original. También calificó a la OTAN como obsoleta y propuso la deportación masiva de once millones de inmigrantes ilegales. Sin embargo, hasta ahora, la alianza occidental se mantiene y el nivel de deportaciones en los 12 meses anteriores a setiembre 2017 no fue sorprendentemente diferente a los años anteriores.
En el poder, los logros legislativos de Trump han sido modestos y mixtos. Una reforma tributaria que redujo las tasas y simplificó algunas de las normativas también fue regresiva y sin financiación prevista. Su aversión hacia la regulación ha fortalecido los espíritus animales, pero a un costo desconocido para el medio ambiente y la salud humana. Su propuesta de retirada del acuerdo climático de París y la naciente Asociación Transpacífico fue, en nuestra opinión, insensata, pero difícilmente fuera del alcance del pensamiento republicano. Su oportunismo y falta de principios, aunque son vergonzosos, pueden significar que está más abierto a los tratos que la mayoría de sus predecesores. Justo esta semana, combinó un riguroso plan para deportar
a los salvadoreños que tienen derechos temporales para vivir y trabajar en Estados Unidos con la sugerencia de una amplia reforma a la inmigración. También indicó que irá a Davos, donde se codeará con los globalistas.
El peligro de la obsesión con el personaje de Trump es que distrae de los cambios más profundos en el sistema de gobierno de Estados Unidos. La burocracia está tan falta de personal que confía en los escritores de la industria para redactar políticas. Han divisado la desregulación e incluido cláusulas escritas en la factura tributaria las cuales transfieren los costos de los accionistas a las sociedades. Asimismo, a raíz de que los republicanos del Senado confirmaron tan pocos jueces en los últimos dos años de Obama, Trump está trasladando el poder judicial dramáticamente hacia la derecha. La indignación incesante también está ahogando el problema de Washington: el poder del pantano y su falta de conexión con los votantes comunes.
EXPULSAR A TRUMP
MEDIANTE LA ENMIENDA 25, COMO ALGUNOS LO INSTIGAN, SERÍA AÚN MÁS DIFÍCIL.