Nubarrones económicos
Si Díaz-Canel planea mantener el régimen, no podrá evitar una reforma del ilógico sistema de divisas gemelas y tipos de cambio múltiples que distorsiona las señales de los precios, impide el crecimiento de la productividad y mantiene a los cubanos pobres. El peso convertible (CUC), utilizado por los turistas y algunas empresas estatales para ciertos propósitos, está vinculado al dólar en 1:1. La mayoría de los salarios se pagan en pesos cubanos (CUP), que la gente común puede cambiar por dólares a una tasa de 24:1. A ese ritmo, el salario típico del gobierno vale US$25 por mes. Existen otras seis tasas de cambio oficiales entre las dos monedas, dependiendo de qué tipo de organización está realizando el intercambio. Para la mayoría de las empresas estatales, la tasa es 1:1, lo que absurdamente sobrevalora el CUP. Por tanto, algunas firmas estatales obtienen grandes donaciones que las hacen parecer productivas cuando, de hecho, destruyen su valor. En diciembre, Castro dijo que la reforma monetaria "no se puede retrasar más".
Pero el cambio será doloroso. Si la moneda de repente se unificara y se dejara flotar, más de la mitad de las empresas estatales podrían ir a la quiebra, lo que dejaría sin trabajo a cientos de miles de cubanos.
Los miembros del régimen no se ponen de acuerdo sobre si el mayor riesgo se está reformando demasiado lento o demasiado rápido. Según diplomáticos extranjeros, el gobierno está hablando informalmente con el gobierno alemán, que tiene experiencia en la unificación de monedas. Pero Díaz-Canel no puede evitar una reforma económica de algún tipo. La economía está en un estado deplorable y empeorando. Venezuela, cuyo régimen de ideas afines ha proporcionado ayuda en forma de petróleo subsidiado, está en crisis económica y enviando menos de ella. La caída del comercio entre los dos países, de US$ 8.500 millones en 2012 a US$ 2.200 millones en 2016, causó la primera recesión de Cuba desde el colapso de la Unión Soviética, su benefactor durante la guerra fría. El déficit presupuestario de Cuba alcanzó el 12% del PIB el año pasado, en parte porque el gobierno tuvo que hacer una limpieza importante después del huracán Irma, que se produjo el pasado mes de setiembre. Las fincas y fábricas controladas por el Estado no son capaces de producir aquellos bienes que demandan los cubanos, y la falta de divisas dificulta el pago de las importaciones. La escasez, de todo, desde tampones hasta sal y, a veces, electricidad, es una adversidad. Esto está ejerciendo presión en un convenio de 60 años de antigüedad, según el cual el régimen proporciona seguridad, servicios públicos gratuitos y un nivel de vida tolerable, a cambio de la tranquilidad de su pueblo.
Sin la mística revolucionaria de los Castros, el desempeño de Díaz-Canel será juzgado de manera más rigurosa. Eso hace que las reformas económicas sean más urgentes, y el dolor que causarán a corto plazo será más peligroso para el régimen. El nuevo presidente podría buscar aumentar su popularidad antes de administrar cual- quier crisis económica, expandiendo el acceso a la Internet, por ejemplo. El gobierno está planeando una serie de cambios constitucionales. Se prevé que incluyen reducir el número de representantes en la Asamblea Nacional (de 605) y el número de vicepresidentes (de 6). El puesto de primer ministro podría ser reintroducido. También se habla de reconocer el derecho al autoempleo en la constitución, un respiro para las 580.000 personas que trabajan en actividades empresariales abiertas por el gobierno. Los cubanos votarían sobre estos cambios en un referéndum, dando a Díaz-Canel un grado de legitimidad.
Sin embargo, a los cubanos cada vez más desencantados con su sistema de gobierno les importa principalmente los resultados económicos más que los ajustes constitucionales. Si el señor Díaz-Canel logra producirlos, Rafael y jóvenes como él podrían dejar de soñar con el exilio.
DÍAZ-CANEL NO PUEDE EVITAR UNA REFORMA ECONÓMICA DE
ALGÚN TIPO.