Medidas para intentar atajar el mal ambiente generado por camarillas
Reforzar el liderazgo. La mayor parte de estos grupos dañinos crecen en entornos con un vacío de liderazgo; una administración débil hace que las personas se agrupen para sentir seguridad. Otro problema, lamentablemente habitual, es cuando el propio jefe forma parte de una camarilla con sus afines y relega al resto. Un líder bien formado en habilidades emocionales debe ser capaz de integrar a todos por igual y de alejar la necesidad de apoyarse en pandillas.
Propiciar actividades en común. Cuando las personas se conocen más estrechamente se vuelven más tolerantes. Promover actividades donde todos puedan participar de estar juntos fuera de su grupo de confort es una manera de derribar prejuicios y barreras entre grupos.
Apoyar a quienes quieren ir por la libre. Es posible que los nuevos empleados que deseen cumplir con los objetivos de la empresa y con sus legítimos intereses de promoción personal se vean excluidos y condenados a la impopularidad. Hay que apoyarlos para que no se aíslen o se vean forzados a alistarse en uno u otro grupito.
Evitar los “chismorreos”. La empresa tiene que brindar transparencia por todos los medios posibles, hacer partícipes a los trabajadores de sus políticas, objetivos, expectativas... Es preciso que informe abierta y claramente, que dialogue constantemente y que escuche a todas y cada una de las personas que intervienen en el proceso empresarial.
Predicar con el ejemplo. Los líderes con valores deben practicarlos, ser confiables, inclusivos, honestos y no estar a la defensiva. Deben relacionarse bien con todo el mundo, independientemente de su afinidad, reconocer la valía de las personas y su importancia para lograr el bien común.