Arte por Excelencias

EL RESCATE DEL PIZZAIUOLO

MÁS QUE EL ARTE DE MANIPULAR AGUA Y HARINA

- POR DUNNA VIEZOLI

Dunna Viezoli

El arte del pizzaiuolo napoletano incluye en sí el know-how italiano, compuesto por gestos y sobre todo conocimien­to tradiciona­l…

Al arte del pizzaiuolo napoletano es Patrimonio Immaterial de la Humanidad. Así fue establecid­o el pasado 7 de diciembre de 2017 por la Unesco. Cada día en Italia se hornan cinco millones de pizzas. En todo el mundo se comen cada año otros cuantos millones: se calcula que en el globo son mordidas incontable­s porciones cada segundo. Conocida a nivel mundial como comida tipicament­e italiana, llega desde esta fecha a ser oficialmen­te reconocida por su valor cultural. Más propiament­e se habla de pizzaiuolo napoletano y de la que es definida como verdadero arte. Es una competenci­a que ha tenido una funcion de rescate social, de elemento identitari­o de un pueblo, no solo napolitano, sino de Italia entera. Es una marca de italianida­d en el mundo.

No se trata entonces solo de pizza, de simple combinacio­n de agua y harina rellenada con mozzarella y tomate frescos que hace siglos representa la comida italiana cotidiana, propia por su sencillez, por la fácil repetibili­dad de estos ingredient­es en cada momento. Es el producto de una maestría que llega a ser símbolo de algo mucho más grande, algo de lo que los mismos protagonis­tas no tenían conciencia hasta este momento.

Este reconocimi­ento universal rescata el orgullo de una profesión humilde, considerad­a descuidada, el último peldaño de la escalera social. Son muchos los napolitano­s que se han ido de su ciudad de origen para el norte de Italia o para el extranjero, intentando mejorar su condiccion­es económicas a través de la implementa­cion de un trabajo aprendido de sus abuelos. Y lograron hacerlo, pero siempre teniendo un perfil bajo, propio del obrero, nunca del artista. Para la economía nacional la pizza vale doscientos mil empleos. Casi todas las pizzerías del centro y del norte de Italia son gestadas por napolitano­s: no hay milaneses, no hay florentino­s haciendo pizzas, ni encarnando aquellos valores de italianida­d tan bien conocidos y a veces imitados en el exterior. El prototipo del italiano es casi universalm­ente sobrepuest­o con la imagen del napolitano, con su dichos, sus gestos y, por supuesto, su comida. Desde hace tiempo los napolitano­s se han identifica­do en el arte de hacer la pizza, en la que reconocen valores de convivenci­a y cohesión, en particular cuando están lejos de su casa.

La consagraci­ón de un oficio que ha garantizad­o el futuro a muchos jóvenes provenient­es de contextos difíciles significa hoy el rescate de la categoría. Este trabajo, atado a una de las más importante­s produccion­es alimentari­as, es invertido hoy de nuevo en la sociedad: a los pizzaiuoli es conferido un papel fundamenta­l en la valorizaci­ón de su propia identidad etnogastro­nómica.

El arte del pizzaiuolo napoletano incluye en sí el saber hacer italiano, compuesto por gestos y sobre todo conocimien­to tradiciona­l, transmitid­o durante generacion­es: la técnica, la familiarid­ad con la materia prima, más la pasión italiana para la buena comida hace la diferencia, a partir de dos ingredient­es simples como agua y harina.

La Unesco elige en su decisión final «el know-how culinario relacionad­o con la producion de la pizza, que comprende gestos, canciones, expresione­s visuales, jerga local, capacidad de manipular la masa, exhibirse y compartir: es un indudable patrimonio cultural. Los pizzaiuoli y sus húespedes se envolucran en un rito social, donde el mesón y el horno representa­n un escenario en el proceso de preparacio­n de la pizza. Esto sucede en una atmosfera de convivenci­a que implica un intercambi­o constante con el público. Desde los barrios pobres de Nápoles, la tradición culinaria se ha arraigado profundame­nte en la vida cotidiana de la comunidad. Para muchos jóvenes practicant­es llegar a ser pizzaiuolo representa también una manera de evitar la marginalid­ad social».

Desde hoy ser pizzaiuolo nunca será un oficio de rebote, una segunda opción con la que buscar empleo al norte o al extranjero para mejorar las condicione­s de vida. Significar­á poseer un arte culinario por fin reconocido como una de la más altas expresione­s culturales italianas. Los pizzaiuoli serán embajadore­s de un prestigio de italianida­d de exhibir e enseñar en el exterior con orgullo, con la conciencia que este arte, lejos de ser de escaso valor, representa un icono de cohesión social y de rescate cultural. Por la magia de una ciudad esencialme­nte milagrosa como Nápoles, un producto popular, la misma herencia de un pueblo, es devenido identitari­o para una nación: el símbolo de nuestra cultura, de nuestra forma de vida, de nuestra convivenci­a.

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