Arte por Excelencias

UN HOMBRE QUE NO CESA ...

- POR ALEXIS TRIANA FOTOS NICOLAS PAVIE Y NELIA MORENO NELSON DOMÍNGUEZ

A hora mismo está sentado como si nada, en medio del segundo piso de esta inmensa casa taller, casi frente por frente a la Plaza de Armas, y cuyo portón mira a la estatua del caballero de París, –que a todos los incautos les da por querer agarrar de la barba–. Mas él ni tiempo tiene para esos augurios: anda fundando, y habla con reposada pasión de sus nuevos sueños.

Lo escoltan Oriol, el director del Teatro de Los Elementos, y Estrada, quien le lleva anotada la realidad, y su bella y joven esposa Danae, quien elige imágenes de las obras en la computador­a para el próximo Dosier de Arte por Excelencia­s.

Otros a su edad física hacen recuentos de sus decepcione­s y fracasos: él se viste de todo blanco, e invita a los amigos a su nueva boda en las estribacio­nes del Escambray. Porque siempre está llegando antes a todas partes, quizás por el olfato del guajiro que nunca deja de ser, o porque su sentido de la realizació­n sobre la tierra es ser útil, y el dinero es sólo una moneda. Que para algo nació en Baire, provincia Granma, a estos caminos del mundo.

Oriol me advierte que es el mismo Nelson que conoció en la Escuela Nacional de Arte, y después reencontró en la Universida­d de las Artes, cuando ya era un profesor con méritos indiscutib­les, por haberlo preparado la gran Antonia Eiriz para que le sucediera en la enseñanza artística, y de la que hoy es profesor consultant­e.

Los más, quisieran ahora mismo una galería en el Vedado o Miramar; él nos invita justo sobre el 14 de febrero a la inauguraci­ón de la única galería de arte rural del país; y te puede hablar durante horas lo mismo del taller de gráfica en la Villa Panamerica­na, que del proyecto Bolsillo Flaco, o la última donación de obras para ambientar un hospital, que del último sueño para la Galería Los Oficios en plena Habana Vieja.

"Este proyecto nació de una convocator­ia de Oriol a los artistas para que fuéramos a pintar a El Jobero, y allí creció la necesidad de hacer nuevas cosas, hasta que surgió la posibilida­d de abrir una galería de arte, con iluminació­n profesiona­l y curaduría, y todas las condicione­s que ella requiere. Porque los que viven allí, que son campesinos, tienen el mismo nivel de instrucció­n que nosotros, y quieren poder asistir a la inauguraci­ón de una exposición, y apreciar el arte como el que más.

Por eso, este concepto desborda la idea tradiciona­l de la galería de artes plásticas, e incluye un taller de cerámica y una casa de la cultura, y un lugar de reunión social para celebrar hasta los cumpleaños, o proyectar filmes y hacer conciertos. Tenemos muchos planes de desarrollo para el lugar, y la apertura de la galería es sólo otro de ellos. Ya dejó de ser ideas para ser una realidad... una comunidad cultural como siempre pensó Oriol para los 27 años de Teatro de los Elementos en Cumanayagu­a, Cienfuegos. Y que como parte de un proyecto de iniciativa municipal de desarrollo local, tener un horno que permita la creación industrial de esos productos, e incorpore a la comunidad como participan­tes activos.

Es mi forma de hacer y pensar: ver la Isla como país, no como La Habana. Es como que vivo en Cojimar, y logré permutar mi casa propia tras siete años de gestiones con el estado. Y vamos a convertir unas ruinas que están delante en un espacio que se llamará Casa Abierta. Martí vivió allí en determinad­o momento, y la idea inicial era un museo vivo, mas ahora queremos que los que tengan coleccione­s en sus casas, y sólo lo vean ellos, las traigan ahí y hasta cobren la entrada, y de esos

ingresos puedan dar un porciento al desarrollo local.

Me involucro porque creo en ello. Tal y como hicimos con el proyecto Bolsillo Flaco, una visión que se me ocurre un día, pensando en que el público cubano conoce a sus artistas, pero no tiene el poder adquisitiv­o para el valor de esas obras. Entonces hicimos esas mismas en formato pequeño, hasta del tamaño de una tarjetamag­nética, para fomentar el coleccioni­smo popular; y que tuviera el valor de una botella de ron, por ejemplo, que alguien se toma todos los días. Y va a ser más necesaria a su familia y a su espíritu, porque se trata del acceso de los ciudadanos a la obra de arte.

Y ha tenido mucho éxito en las ferias, porque es un movimiento en todo el país, donde haya base para la obra gráfica. Hemos donado dos talleres, uno a Guantánamo y otro a Granma, con máquinas para litografía y serigrafía, y eso ha permitido que los artistas tengan la posibilida­d de participar. En algunos lugares se llama diferente, mas el concepto es el mismo. Hay personas que ya tienen sus coleccione­s de Bolsillo Flaco, porque las han ido adquiriend­o en la Feria de Arte en La Rampa, que fue donde empezamos a llevarlas.

Yo prefiero ser oportuno y no oportunist­a, y hay proyectos que pueden parecer muy mediáticos a primera vista, sólo que se hicieron muy bien pensados, con curaduria y permanenci­a, por casi diez años. En el Taller de Gráfica Contemporá­nea de la Villa Panamerica­na, hacemos todo tipo de reproducci­ones de obras por encargo, y le hemos conciencia a los artistas del valor de la gráfica, para multiplica­r el alcance de su obra, y preservar la obra original.

Es como el trabajo que hacemos en los hospitales - galerías, que se inció a raiz de que estuve internado un dia en Ciego de Ávila, y cuando ví las paredes del cuarto, me dije: aquí falta nuestro espíritu. Y entonces, rememorand­o nuestra primeras etapas de donaciones como artistas a estos centros médicos, donde hay muchas obras maltratada­s por el tiempo −salpicadas hasta de sangre, como en Santa Clara, por lo que sucede en un hospital−, concebí que se hiciesen las obras en murales de cerámica para estos espacios públicos, para que sean como galerías al are libre.

Lo mismo hicimos en Las Tunas, o queremos en Holguín, e igual se ejecutó en Camaguey, en Santi Spíritus, en Cienfuegos; yo convoco a los artistas, porque fui profesor en la ENA y el ISA, y tengo amigos y colegas pintores, y trabajamos a pie de obra.

Es lo que ahora mismo se hace con el Hospital de 26, en La Habana, con obras de ochenta o noventa artistas del Taller de Gráfica Contemporá­nea. O una donación que estamos entregando al Ministerio de Cultura de Cuba, de varios de esos artistas, valorada en diecisiete mil dólares, para lo que se disponga y necesite para la promoción del arte y la cultura cubanos.

Creo que la comerciali­zación de la obra de arte ha hecho desaparece­r en algunos el sentido de la solidarida­d, de entregar sin recibir a cambio más que la dmiración y amor de los tuyos. Es verdad que el artista vive de su obra, pero hay muchos que necesitan de nosotros, y los artistas tenemos que dar nuestro do de pecho".

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Nelson y el autor de la entrevista en la Galería Los Oficios en La Habana Vieja.

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