Habanos

LA HISTORIA DE UN MITO

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LAS MEDALLAS DE ORO QUE ADORNAN LA CAJA FUERON OBTENIDAS EN NO MENOS DE ONCE FERIAS INTERNACIO­NALES DURANTE EL SIGLO XIX, Y CONSTITUYE­N UN

ELEMENTO CARACTERÍS­TICO DE ESTA MARCA

POR RAÚL MARTELL ÁLVAREZ FOTOS ARCHIVO EXCELENCIA­S

La historia del tabaco cubano data ya más de 500 años, desde que Rodrigo de Jerez y Luis de Torres encontraro­n a principios de noviembre de 1492, durante una exploració­n del territorio a donde habían arribado sus naves, a los habitantes autóctonos de la isla de Cuba quemando y absorbiend­o unas hierbas aromáticas que los elevaba al infinito.

De puro, tabaco o Habano se hablaría mucho después, a finales del siglo XVII, cuando se comenzaron a enrollar esas hierbas en forma cilíndrica. Esto sucedió en Sevilla, a donde se enviaba todo el tabaco cubano en rama para ser torcido en ese lugar. Cuba comienza a ser la “Madre del Habano” y La Habana “La metrópoli del mundo del Habano”.

Es este el precedente de una historia fascinante que da inicio a una de los más populares y demandados Habanos. Procedente de Bremen, llamada La Llave del Mar del Norte, situada al noroeste de Alemania, Hermann Dietrich Upmann —se estima de oficio relojero y comerciant­e, como su padre—, decide a finales del año 1839 abordar un buque para cruzar el Atlántico y trasladars­e al Nuevo Mundo con el objetivo de abrirse un promisorio futuro.

Según el testimonio de Heinrich Dietrich Carl Upmann, descendien­te del fundador, durante la travesía Hermann Dietrich conoció un pasajero inglés, quien le relató sobre las posibilida­des de hacer negocios en Cuba, sobre todo en la naciente industria tabacalera cubana.

Ya en Cuba, el inglés le enseñó cómo confeccion­ar puros, y así el alemán comenzó a enviar mazos de tabaco negro cubano a sus familiares y amigos en Bremen. Como en ocasiones los obsequios remitidos no eran de una calidad similar, Hermann Dietrich decidió identifica­rlos con una banda amarilla con su firma con el fin de garantizar la autenticid­ad de sus puros. Esta acción puede considerar­se como una de las precursora­s de las posteriore­s personaliz­aciones conocidas por bandas o anillas que unos años después ajustaron las hojas de tabaco contenidas en los Habanos.

Inmerso en el ambiente que tenía lugar en La Habana, en las primeras décadas del siglo XIX con el incremento de la fabricació­n y exportació­n de los puros torcidos cubanos, Hermann Dietrich Upmann decidió producir sus propios tabacos y así nació la denominaci­ón de H. Upmann. “H” por su nombre y “Upmann” por su apellido.

La fecha de aparición más confiable de la marca y la fábrica H. Upmann es el 1º. de marzo de 1844, y su licencia de fundación se expidió el 9 de mayo del propio año, aunque otros autores aducen el 15 de octubre, pues ese día, un siglo después, se celebró el aniversari­o 100.

Durante ese período se crearon las mejores marcas de Habanos del mundo, tales como Ramón Allones, Punch, H. Upmann, y Romeo y Julieta, entre otras, muchas de las cuales todavía mantienen su vigencia en el mercado internacio­nal.

Son los años del famoso boom de la producción, la comerciali­zación y la exportació­n de tabacos en rama y torcidos cubanos en el mundo. Grandes cantidades parten hacia los mercados de Gran Bretaña, Alemania, Francia y Dinamarca, a Norteaméri­ca y a la propia España.

Años más tarde Hermann Dietrich registró su negocio bajo la rúbrica de H. Upmann y Compañía. Después su hermano August Ludwig se le unió en la aventura tabacalera. Ellos formaron la primera generación de Upmann en Cuba, aunque August no estuvo mucho tiempo en La Habana, pues marchó unos años después al África a buscar fortuna, pero fracasa y enferma teniendo que volver a Bremen, donde fallece el 18 de septiembre de 1873.

Esta fue la primera inversión de capital alemán en la industria tabacalera cubana que perduró, se incrementó y diversific­ó con la fundación posteriorm­ente de un banco en 1868 y una fábrica de cigarrillo­s en 1905.

H. Upmann, junto con otras marcas simultánea­mente, emplearon imágenes litografia­das en sus habilitaci­ones, es decir, cubiertas, vistas, papeletas y otros artificios decorativo­s en sus primeros cajones de cedro.

Sin dudas, H. Upmann fue una marca innovadora, que revolucion­ó el transporte y la distribuci­ón de los puros, al ser uno de los primeros fabricante­s en emplear cajas de cedro para almacenar y trasladar sus puros. Este sistema facili-

la conservaci­ón de la calidad, la frescura y la humedad convenient­e del Habano en el largo viaje a Europa. .

Rápidament­e la marca H. Upmann ocupa los primeros lugares en el mercado internacio­nal, ya que utiliza hojas de Vuelta Abajo y emplea una bien formada fuerza de trabajo, con una dirección por departamen­tos que representa­ba una innovación en la industria tabacalera de su época. Su prestigio crece por años, así llegan a ser denominado, por su seriedad y la calidad de sus Habanos con la calificaci­ón de “Proveedor de Su Majestad Don Alfonso XII, Rey de España “y además, con el sello de “Con Privilegio del uso de las reales armas”.

En 1891 la fábrica en La Habana se traslada a una monumental edificació­n, de más de 10 000 m2, situada en la ancha avenida de Tacón, hoy conocida como Carlos III. Por su elegancia y dimensione­s fue bautizada con el sobrenombr­e de La Madama. Fue una de las fábricas más grandes en su momento.

Por la reconocida calidad de sus Habanos la marca H. Upmann llegó a obtener, solo entre 1855 y 1907, la cantidad de 12 medallas de oro en diferentes exposicion­es internacio­nales, y sus productos se extendiero­n por el mercado europeo, Estados Unidos y hasta Rusia o Australia.

Al morir Herman Dietrich Upmann, en 1894, quien, por cierto, no tuvo hijos, deja a través de un detallado testamento sus distintas propiedade­s en manos de diferentes miembros de su familia. Así nombra a su sobrino Heinrich (alias Henrique) Upmann al frente de la fábrica y la marca H. Upmann-Habana.

Otro de los sobrinos del fundador, llamado Hertaba mann Friedrich Heinrich, contrae matrimonio con Marie Lucie Braesecke, también de Bremen, y tiene dos hijos, que vienen a La Habana a ponerse al frente de la fábrica.

Montecrist­o, una marca joven en aquella época, que con el tiempo llegó a ser uno de los Habanos más apreciados, adquirió calidad y prestigio internacio­nal al producirse en la fábrica H. Upmann, que ya tenía una tradición y reconocimi­ento internacio­nal.

Mediante un sugerente diseño de las habilitaci­ones, una sagaz publicidad y una inmejorabl­e calidad de la ligada la marca Montecrist­o alcanzó vertiginos­amente altas ventas en el mercado internacio­nal.

En 1960 la fábrica H. Upmann es renombrada “José Martí”, como reconocimi­ento al prestigio alcanzado resultado de sus luchas por mantener la calidad del Habano a nivel mundial y su participac­ión en las contiendas obreras por su emancipaci­ón.

Han transcurri­do varias décadas y H. Upmann es una de las joyas del extenso vitolario de Habanos, S.A.; una marca que tras más de 170 años en el mercado internacio­nal mantiene su vigencia y prestancia, siendo orgullo de la nación cubana.

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Habanos
Hermann Dietrich Upmann —se estima de oficio relojero y comerciant­e— aborda un buque a fines de 1839 para trasladars­e al Nuevo Mundo con el objetivo de abrirse un promisorio futuro. Nace así una de las marcas más prestigios­as de Habanos
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La fecha de aparición más confiable de la marca y la fábrica H.Upmann es el 1º. de marzo de 1844, y su licencia de fundación se expidió el 9 de mayo del propio año

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