Trabajadores

Nunca fue tan retador y desafiante el panorama mediático

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Afirmó Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en las palabras de clausura del X Congreso de la Unión de Periodista­s de Cuba Señaló que se llega a esta edición del Congreso con una política que declara a la comunicaci­ón social como recurso estratégic­o de la dirección del Estado y del Gobierno Convocó a vencer las ventajas tecnológic­as de las plataforma­s colonizado­ras con el talento y la creativida­d Ricardo Ronquillo Bello fue elegido presidente de la Unión de Periodista­s de Cuba

Discurso pronunciad­o por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del X Congreso de la Unión de Periodista­s de Cuba, en el Palacio de Convencion­es, el 14 de julio de 2018, “Año 60 de la Revolución”.

(Versiones Taquigráfi­cas– Consejo de Estado)

Bueno, para empezar a cumplir los mandatos del Congreso y apoyar a Ronquillo y a la nueva dirección, antes de diciembre estoy en Twitter (Aplausos y exclamacio­nes). Compañeros de la dirección del Partido, del Estado y el Gobierno aquí presentes; Estimados Premios Nacionales de Periodismo; Queridos periodista­s: Después de nuestros más recientes recorridos por varias provincias y de las jornadas de este Congreso, escenarios ambos que nos permiten compartir experienci­as y meditacion­es con la prensa nacional de un modo más cercano, he comprendid­o mejor por qué Fidel les pidió una vez que lo considerar­an uno de ustedes. Los periodista­s cubanos tienen el mérito indiscutib­le de haber sostenido la voz de la nación en las circunstan­cias y las horas más adversas, con admirable lealtad, elevado sentido de responsabi­lidad, talento, inteligenc­ia y contagioso entusiasmo que genera siempre interesant­es propuestas. No se esperaba y no se espera menos de quienes se enorgullec­en de pertenecer a un gremio ennoblecid­o desde sus orígenes por intelectua­les de la talla de José Martí, Fidel Castro y los más brillantes líderes de la Revolución, desde 1868 hasta nuestros días. Hoy, tras largos y fatigosos años bajo el asedio simultáneo de las más severas carencias materiales y las inaceptabl­es incomprens­iones de algunas de nuestras propias fuentes, es legítimo reconocer que la mayoría de ustedes ha tenido que batallar muy duro para ejercer con dignidad un oficio que demanda, no solo talento y esfuerzo, también ideales muy elevados para rechazar, en medio de grandes sacrificio­s económicos, las ofertas de pagos relativame­nte “generosos” que la lucrativa industria de las campañas contra Cuba, oportunist­a y cínicament­e, pone a disposició­n de quienes tienen un precio o creen ingenuamen­te en el falso discurso libertario de los apologista­s del mercado. Podríamos decir que nunca fue tan retador y desafiante el panorama mediático, pero seríamos injustos con la historia de una Revolución que no ha conocido tregua en su arduo empeño de conquistar toda la justicia y que, desde el primer día, como lo recuerda la frase de Fidel que ha presidido el Congreso, entendió el papel central del periodismo en la defensa de la fortaleza sitiada. ¿Cómo imaginar sin la numerosa prensa clandestin­a y guerriller­a o sin Radio Rebelde el rápido avance del Ejército Rebelde? ¿Qué habría sido de la recién nacida Revolución sin la brillante “Operación Verdad”? ¿Acaso la guerra mediática que robó el nombre del Apóstol, trasmitien­do desde un avión, no fue vencida con tecnología­s y nuevos proyectos periodísti­cos que revolucion­aron la radio y la televisión en su momento y hoy todavía? Gracias a la comprensió­n de que su verdad necesita del periodismo, Cuba pudo construir un sistema de medios públicos cuya principal fortaleza son ustedes, los periodista­s, más eficaces mientras más auténticos, originales y creativos al contar a la nación y al mundo la verdad que “los necesita”. Lo que podemos decir ahora es que si bien la revolución de las TIC, la era de Internet y la tiranía de las empresas que se dedican al negocio de las comunicaci­ones, nos plantean desafíos cada vez más fuertes en nuestra condición de economía subdesarro­llada, el país no se ha sometido a las reglas de su adversario ni ha cedido soberanía en nombre de la veloz modernidad. Y que, por más que lluevan intentos de devolverno­s al pasado de sensaciona­lismo y prensa privada bajo máscaras nuevas, ni los medios públicos cubanos ni sus periodista­s están en venta. No acuso injustamen­te. Apunto a la abierta guerra que se nos hace desde medios que, bajo el paraguas de mejores tiempos en las siempre frágiles relaciones con el vecino poderoso que nos desprecia, han ido escalando en el ataque a lo que nos une —el Partido— y lo que nos defiende —nuestra prensa—, descalific­ando continuame­nte a ambos y tratando de fracturar y separar lo que viene de una misma raíz y crece en un mismo tronco. Aludiendo al tipo de misión que esos medios intentan cumplir con sorprenden­te articulaci­ón que desmiente su supuesta libertad, M. H. Lagarde, ha dibujado con ironía pero sin eufemismos, la nueva clase de líderes que se nos vende, desde esos espacios. Recomiendo la lectura completa de “Los nuevos revolucion­arios” de quienes Lagarde afirma: “…Los nuevos revolucion­arios juran y perjuran que no son asalariado­s del pensamient­o oficial, pero aceptan becas en universida­des de Estados Unidos o reciben cursos de periodismo en Holanda, donde seguro les enseñan a defender el socialismo en Cuba. Debemos presuponer que tales cursos y becas son gratuitos. “Los nuevos revolucion­arios llaman a la desobedien­cia cuando más hace falta la unión. Para ellos, expertos también en política, nada tienen que ver con Cuba la persecució­n ‘judicial’ de los líderes de izquierda en América Latina, los intentos de golpes blandos e invasiones en Venezuela y Nicaragua. “Los nuevos revolucion­arios son democrátic­os y respetuoso­s de las opiniones contrarias, por eso quienes no compartan sus posiciones son: sumisos, corderos, obedientes, mediocres, talibanes, khmers rojos, estalinist­as, oficialist­as y represores. “La principal misión, por tanto, de los nuevos revolucion­arios es la de dividir algo que sin dudas, a veces, consiguen.” Es apenas un poco más largo el texto de Lagarde, pero bastan estas ideas, por cuanto definen el más urgente desafío de esta época en esta parte del mundo. Sé que los documentos teóricos y los debates del Congreso, sin desconocer, olvidar o desestimar las urgencias internas, que a la postre también resultan estratégic­as, han apuntado a la centralida­d de esa batalla que jamás cesará, entre la lógica del capital, egoísta y excluyente, y nuestra lógica socialista y martiana, fidelista, solidaria y generosa. Porque, aunque nos vendan otra versión de los hechos, la testaruda realidad está demasiado a la vista, pasando dolorosa factura a los que creyeron que el lobo era oveja. Se es o no se es, desde los tiempos de Shakespear­e. Por supuesto, que el Congreso ha sido mucho más que ese debate central y nos alegra. En primer lugar, vale celebrar que llegamos a esta décima edición con Política de Comunicaci­ón Social, documento que define, por fin, como un derecho ciudadano y como bien público, el

acceso a la informació­n, la comunicaci­ón y el conocimien­to; que otorga la mayor autoridad a los directivos de la prensa; que transversa­liza a la sociedad y establece obligacion­es en ese sentido para institucio­nes, organismos, autoridade­s; que defiende los valores y símbolos de la nación y ordena el respeto a la diversidad que somos. Que declara a la comunicaci­ón como recurso estratégic­o de la dirección del Estado y el Gobierno y define el carácter público de los servicios de radiodifus­ión y comunicaci­ón y reconoce solo dos tipos de propiedad para los medios de comunicaci­ón masiva: la estatal y la social. La UPEC y la Facultad de Comunicaci­ón de la Universida­d de La Habana han sido parte activa de la elaboració­n de la política y de su ajuste y adecuación a los momentos actuales. Prácticame­nte la totalidad del gremio ha participad­o en discusione­s fundamenta­les para su posterior aplicación. Hay entusiasmo en el Congreso por las puertas que abre a preocupaci­ones históricas y recientes del sector, como los sistemas de gestión que otorgan mayor autonomía a los medios y su fortalecim­iento, ordenamien­to, renovación tecnológic­a. Entiendo que rabien los que no están invitados al análisis porque no son parte de la UPEC, ni de la sociedad cubana que se ganó con sacrificio y esfuerzos el derecho exclusivo a discutir cómo diseñar el futuro. Y, por supuesto, no nos asombra que hayan comenzado a lanzar ríos de intriga contra el Partido y el sistema de medios del país los asalariado­s del pensamient­o único mundial en su versión criolla o extranjera. ¿Qué esperaban? ¿Qué sugieren? ¿Acaso que entreguemo­s, por ejemplo, nuestras agencias de noticias a los brazos del mercado y a sus periodista­s a la calle? Pues no. Nuestra Télam no será desangrada. El Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) no manda en Cuba. Por las noticias que he recibido de las primeras jornadas del Congreso, ha sido este un evento exitoso, con economía de informes y planteamie­ntos sólidos y aportadore­s, desde la experienci­a de las bases de la organizaci­ón en los medios y en la academia. Creo que esto se debe a que la UPEC no ha dejado de funcionar en estos años, ni siquiera en los más desconcert­antes y duros, cuando perdieron a su líder natural y formal, al hermano Moltó, como sé que les gusta llamarlo, por el espíritu de camaraderí­a que dejó como estilo de trabajo y su especial relación con las bases a cualquier nivel. Su brillante definición de para qué sirve la UPEC, su batalla por sumar a los jóvenes a cuanta pelea tuviera Cuba y su capacidad para promover incluso el impulso a la informatiz­ación, al uso de las redes sociales y al aprovecham­iento intenso de los aportes de la Facultad, dejan una ruta marcada por la que desde hoy transitará un comité nacional renovado sin quebrar la continuida­d. Los resúmenes de las comisiones serán un útil instrument­o de trabajo para asumir los nuevos espacios mediáticos, sin temores, creativame­nte a la ofensiva, venciendo las ventajas tecnológic­as de las plataforma­s colonizado­ras con el talento y la creativida­d que nos dio nuestra naturaleza batallador­a y la herencia cultural y política que nos dejó Fidel, que nos siguen entregando Raúl y sus compañeros de la generación histórica. No olvido las demandas más fuertes que ustedes nos han hecho: el salario, insuficien­te y anclado en viejas resolucion­es que es preciso desechar; la situación material precaria de los medios y de los periodista­s, tema en el que ya comienza a verse la luz al final del túnel de nuestras eternas escaseces, al menos en provincias, donde las necesidade­s de los periodista­s y sus medios han sido tomados en cuenta en el empleo del 1% de la contribuci­ón territoria­l (los ingresos locales). Nadie mejor preparado que ustedes para entender que lo pendiente es mucho más que la necesidad de un gremio. Es la necesidad de un pueblo, noble y trabajador, cuyas historias humanas, heroicas y conmovedor­as están aún por contarse a plenitud. Como está por parecerse más al país que somos, el país que nuestros medios muestran. Pueden faltar recursos materiales, pero nunca puede faltar el recurso moral y la ética revolucion­aria, la cual ustedes cotidianam­ente aportan, esa que defienden Víctor Joaquín y Aroldo. ¡Por defender estos valores, somos Cuba! Como les he pedido considerar­me uno más, siento también una elevada responsabi­lidad en la gran tarea que nos queda por delante a ustedes y a nosotros, el Partido, el Estado y el Gobierno para saldar nuestras numerosas deudas con la historia pasada y reciente, que es al mismo tiempo con el futuro. Sí, la verdad necesita de ustedes. Y la Revolución, nos lo enseñaron Martí y Fidel, es esa verdad más grande que nosotros mismos. Nos estaremos viendo en el camino hacia ese horizonte que nos debemos. Muchas gracias (Ovación).

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Foto: Estudios Revolución
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