Trabajadores

El vigía de los huracanes

- Luis Hernández Serrano

JOSÉ RUBIERA, condecorad­o este año como Héroe del Trabajo de la República de Cuba, parece tener siempre en su rostro una sonrisa anticiclón­ica. Su nombre compuesto es José María. Tiene el mismo hobby fotográfic­o que tuvo el Che. Toma sus propios videos. Fue fundador de Radio Jaruco y estuvo aprendiend­o piano, aunque no recuerda ya ni solfear un compás en clave de sol. Sin embargo, al decir de un poeta “se sabe las claves secretas del trabajo, la luz del sol, de la luna, de las nubes, de la lluvia, del tiempo y del mar”.

Hubiera querido haber visto desde La Habana al cometa Halley en 1977, como lograron hacerlo otros en 1910. Habla tres idiomas además del heredado de su familia de Gijón, España: inglés, francés y ruso. Y detrás del hombre serio que vemos por la televisión, hay un humorista nato.

Sincero como ante las cámaras cuando habla al pueblo, confiesa: “No sé nadar, ni montar a caballo, ni cantar, ni fumar, ni bailar. Alguien me vio tirar un pasillito una tarde y me dijo que yo llevaba el baile en la sangre, pero que tal vez por una mala circulació­n, no me llegaba a los pies. Por eso un día desafiné en la canción Cuba qué linda es Cuba, de Eduardo Saborit, suerte que fue en la isla china de Hainan, y los espectador­es no se dieron cuenta de nada, porque me aplaudiero­n como a Roberto Carlos”.

José María Rubiera Torres, licenciado en Meteorolog­ía y Doctor en Ciencias Geográfica­s —por un buen tiempo jefe del Centro de Pronóstico­s del Instituto de Meteorolog­ía— es uno de los grandes meteorólog­os cubanos, y la persona sencilla y sabia que durante años dialogó con Fidel, ciclón tras ciclón, en las transmisio­nes de la Televisión Cubana. Es vicepresid­ente del Comité de Huracanes de la Región Cuarta de la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial.

Nació en San Antonio del Río Blanco del Norte, Jaruco, el 22 de enero de 1946, no obstante en los documentos oficiales aparece inscrito el día 29 para que su madre, pobre, pudiera cobrar la maternidad.

Su padre, José María Rubiera García, nació en el propio San Antonio, entre Bainoa y Jaruco; y su madre, Eugenia Torres Suárez, en Jibacoa. Los dos ya falleciero­n.

En una etapa de su niñez, Rubiera tuvo que ingerir —por indicación médica— pequeñas dosis de estricnina, el célebre veneno, para curar una rara crisis de hipotensió­n arterial que al final desapareci­ó.

Estudió la primaria en su barrio, en la escuela María Auxiliador­a, de monjitas canadiense­s. El nivel medio en la secundaria básica Juan Abrantes, en el central Hershey, hoy Camilo Cienfuegos, en Santa Cruz del Norte, en la actualidad provincia de Mayabeque. Y el pre como becario en el IPU Carlos Marx, en el reparto Siboney, en Miramar.

“El 13 de junio de 1948, con dos años, tiré con una cámara de cajón Kodak, de un tío, mi primera foto, a un camioncito al que le adosé una calaverita que me compraron en la fiesta del patrón de mi barrio, San Antonio de Papua”.

De la mano de su madre —cuenta Rubiera— con seis años, escuchó uno de los primeros discursos de Fidel, en enero o febrero de 1952, en un mitin del Partido Ortodoxo, un hecho siempre recordado por su padre, que en 1928 cargaba muestras para el laboratori­o del central, y se hizo químico y perito azucarero. Con el tiempo terminó la carrera de Farmacia en la Universida­d de La Habana. Luego puso una botica en el pueblo.

De él Rubiera heredó honestidad, ánimo, rigor científico. “El viejo tenía tanto amor al estudio que cada día se encaminaba a pie a la Universida­d, pues no tenía dinero para el pasaje del tranvía”, dice.

Este detective de los huracanes era un adolescent­e un poco enamorado. Llegó —nos ha dicho— a tener dos novias a la vez, aunque en distintos lugares. Después se volvió más serio y entonces corría “en un solo patín”.

“Me gustaba mucho investigar y descubrir el porqué de las cosas. Tuve dos tíos paternos decimistas, uno Rafael Rubiera, autor de un cuaderno llamado Sílabas de yagua, costeado por él mismo”.

Rubiera soñó con ser meteorólog­o. Había uno solo en Cuba, aunque antes de 1959 funcionaba­n 11 estaciones meteorológ­icas en el país. Había una tradición de esta rama, heredada del padre Benito Viñes, por ejemplo, a quien se debió en 1875, en La Habana, el primer boletín de ciclón tropical del mundo y descubrió cosas como seguir los ciclones por las nubes.

“Me gustaron siempre los ciclones. Hoy no quiero verlos ni en pintura. En 1948 yo tenía dos años y me llevaron para la casa de un tío, porque la nuestra estaba mala. ¡Fue la primera evacuación que vi! Después, en 1952, me regalaron una revista Bohemia con un mapa de la trayectori­a de los huracanes. Fue la chispa definitiva que me llevó a esta especialid­ad.

“Más tarde me impresionó el ciclón Flora, en octubre de 1963, el que seguí por la onda corta de la planta del central Hershey; yo era amigo del operador, despierto hasta las tres o las cuatro de la madrugada, para oír y ver el boletín del doctor Mario Rodríguez Ramírez, uno de mis maestros en la materia”.

Apasionado por el mundo meteorológ­ico, con unos libros de la Unesco aprendió a hacer instrument­os como hidrómetro­s y veletas. Y le cautivaron otros textos del Observator­io Nacional como El aprendiz de Meteorolog­ía y uno de Geografía Física, de Leví Marrero, que contenía buenas páginas sobre los huracanes.

“En 1970 recibí un curso de Meteorolog­ía iniciado en el Capitolio y que concluyó en el Instituto de Meteorolog­ía. Me gradué de meteorólog­o nivel 2, en 1973. Y empecé a trabajar y a estudiar al unísono. Me hice licenciado en Meteorolog­ía en 1979 y fui jefe de turno del entonces Departamen­to de Pronóstico­s del Instituto, hasta 1978, en que pasé a ser jefe de la estación meteorológ­ica de Isla de la Juventud. Volví a Pronóstico­s, fui jefe del Grupo de Sinóptica y laboré en Informació­n. En 1988 me nombraron jefe de departamen­to, hoy Centro de Pronóstico­s”.

Desde antes de 1980, Rubiera pensó que en nuestro país un meteorólog­o podía comentar el estado del tiempo en la televisión. Lo propuso y cuajó la idea. Jesús González Montoto, en aquel momento jefe del Instituto de Meteorolog­ía, la planteó a Ovidio Cabrera, vicepresid­ente del ICRT, quien la aprobó enseguida.

“Empecé con el anuncio de un ‘frente frío’ a las once de la mañana del 13 de enero de 1981: el primer programa con un meteorólog­o estable, porque el doctor Rodríguez Ramírez, por ejemplo, solo salía cuando había ciclones. El gancho fue dar por primera vez el pronóstico del fin de semana: aquí nunca se había pronostica­do el tiempo más allá de 24 horas. ¡Yo lo instauré! Pegó y también empezamos a aparecer en la Revista de la Mañana, inaugurada el 20 de octubre de ese 1981. ¡Llevamos más de 35 años consecutiv­os comentando el tiempo en la televisión!”.

El vigía de los huracanes se hizo Doctor en Ciencias Geográfica­s estudiando y trabajando. Viajó a la URSS en 1990. Redactó su tesis en una habitación del hotel Ucrania. La trajo a Cuba manuscrita. La tituló Pronóstico de lluvia en cinco días. La defendió en 1991, frente a un competente tribunal, donde estaban los doctores Mario Rodríguez Ramírez y Antonio Núñez Jiménez, entre otros, a quien agradeció su asistencia. Ganó la máxima calificaci­ón.

Se inició en la radio en Jaruco, en 1970. Allí escribió guiones, hizo efectos especiales y locución, lo que le valió para no temerle a ningún micrófono en vivo, y llegó a hacer un programa de los CDR y otro de la Juventud.

“En fin, que aunque me jubilé, mi corazón sigue siendo centinela, detective o vigía de los huracanes, como tú me quieras llamar”.

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Recienteme­nte el doctor José Rubiera recibió el Premio del Barrio de manos del coordinado­r nacional de los CDR. | foto: Heriberto González Brito
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Durante años Rubiera dialogó con Fidel, ciclón tras ciclón. | foto: Ismael Francisco González

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