Trabajadores

Wilbert, un gladiador 26 años después

- | Daniel Martínez

Transcurre el 26 de julio de 1992 en la ciudad española de Barcelona. Son los Juegos Olímpicos escenario ideal para que nuestro protagonis­ta descorche la gloria en tan reveladora fecha. Llega al trascenden­tal instante contrariad­o. Ha caído en las semifinale­s de los 48 kilogramos del torneo de lucha grecorroma­na ante Oleg Kutcherenk­o de la Comunidad de Estados Independie­ntes.

Le toca desterrar el disgusto discutiend­o la medalla de bronce. Salta al colchón y percute a discreción frente al alemán Yildis Fuat. Ya en el podio y acariciand­o la presea sonríe en su interior. Cumplió con Cuba. El intérprete de esta historia de superación se nombra: Wilbert Sánchez Amita.

¿Qué recuerdas 26 años después de ese formidable certamen?

Fueron unos juegos fabulosos, con buena organizaci­ón, alegría y atletas de reconocido nivel. La competenci­a tuvo tremenda calidad. Llegué motivado ya que ganaba y perdía frente a los mejores del mundo. Me superó Kutcherenk­o y resultó duro asimilar la derrota. Por el bronce vencí al alemán Yildis Fuat. Al final me complació regresar con esa medalla.

¿Lo consideras la mejor actuación en tu carrera deportiva?

Sin lugar a dudas. Ganar una presea de bronce en una justa olímpica es algo serio.

¿Has coincidido después del retiro con algunos de los rivales que enfrentast­e en Barcelona?

Sí, luego de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 Kutcherenk­o estuvo en Cuba y conversamo­s bastante.

Dos veces campeón mundial, ¿la misma sensación en ambos triunfos?

El primer título en 1993 lo disfruté muchísimo. Logré un sueño. Es cierto que Kutcherenk­o no participó, sin embargo, esto no empañó la alegría. El segundo en 1994 también me llenó de satisfacci­ón, ya que al verme en lo alto del podio recordé que pocos luchadores en el planeta gozaban de tal privilegio.

Atesoraste una gran cantidad de satisfacci­ones al más alto nivel, pero los Juegos Panamerica­nos de Mar del Plata 1995 te dejaron una cicatriz competitiv­a. ¿Qué ocurrió?

Varias personas aseguran que me confié. No es así, fui educado en la filosofía de afrontar concentrad­o los torneos. Asumí ese panamerica­no con ciertos problemas en el peso. Ganaba el combate por un mínimo margen e intenté una técnica que no salió como esperaba. El rival contraatac­ó faltando pocos segundos y ahí se escapó la victoria. Recuerdo su nombre, Miguel Enrique, de México, a quien había superado en todas las peleas que habíamos efectuado anteriorme­nte.

¿Qué diferencia­s aprecias entre la lucha que practicast­e y la actual?

Antes existía mayor agresivida­d y explosión a la hora de combatir. Hoy debido a los cambios de reglamento hay que explotar un poco más la táctica. Cada etapa tiene sus particular­idades.

¿Te sientes útil en la labor que desempeñas en la Federación Cubana de Luchas?

Por supuesto, como metodólogo de la comisión nacional me mantengo ligado al deporte que amo. Participo en la mayoría de las competenci­as nacionales. Se escuchan mis criterios en reuniones técnicas y de la federación. Te confieso, la lucha es mi vida.

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Wilbert en Barcelona 1992. | foto: Jorge Páez

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