La pasión por lo que se hace
Un mediodía me tocaron a la puerta y cuando abrí encontré a Noelvis González, director del equipo de Holguín. Tras el saludo habitual me dijo: “Profe, vengo a hablar de béisbol”. Lo que no supo es que el honor era mío, pues se trata de uno de los nuevos entrenadores preparados y con resultados ya en su provincia durante varias temporadas.
Entramos a la sala y comenzó el juego. Hablamos de la técnica del bateador; la terminación del swing; la lejanía del receptor en el cajón y sus movimientos inútiles hacia los lados, los cuales enseñan el lanzamiento al que empuña el madero.
También de la manera en que los cátcheres reciben los envíos (la mayoría levantan su cuerpo y no están estáticos); de la utilización de la bola bombeada en vez de usar el soporte de bateo; sobre la organización de las prácticas (debe ser primero bateo y después las demás, no empezar por la defensa, como muchos hacen hoy).
Asimismo, que las prácticas tácticas defensivas se deben realizar en horarios diferentes a las de ofensiva, y en estas últimas usar a los serpentineros, lo cual sucede muy poco en nuestro béisbol. En fin, tocamos varios aspectos de juego.
Ya en la séptima entrada empezamos a hablar de los lanzadores. Algunas explicaciones llamaron su atención. Los pítcheres deben usar tres tiempos para lanzar hacia home cuando están de lado: dos, cuatro y seis segundos, alternándolos para que el coach y el corredor no puedan descifrarlo. Si se efectúa bien es difícil llegarle a segunda, pero lleva muchas horas de trabajo.
Le comenté que los rompimientos había que enseñarlos a tirar hacia abajo y así el bateador solo tiene un punto para golpearlo. “Una de las causas del descontrol es la fórmula del siete, es decir, los que se suben al box trabajaban sin pensar que detrás hay siete compañeros para ayudarlos”, le señalé como una enseñanza vital.
Al final del partido, Noelvis, como buen cerrador, me dejó una pregunta que conocía bien. “Profe, ¿cuál es la diferencia entre comando y control?”. Imagínate una casa, comando son los cimientos y control la cubierta. Acto seguido le argumenté. Comando no es más que la posibilidad que tiene el lanzador para romper la sincronización del bateador, para lo cual es muy importante que ellos hayan vivido esa sensación; es decir, haber bateado como antes se hacía en nuestros campeonatos.
Control es colocar la pelota en el lugar justo a partir del envío anterior y basado en el conocimiento que tienes del que batea para tirarlo en el lugar más vulnerable. Le recuerdo un ejemplo, Lázaro Vargas era excelente conectando hacia el jardín derecho y sus buenos batazos eran casi siempre con lanzamientos cerrados porque tenía la habilidad de sacar las manos por delante del bate.
Cuando trabajaba con el equipo de Isla de la Juventud, les indicaba a Carlos Yanes, Ariel Prieto y Gervasio Miguel que usaran lanzamientos afuera para tratar de sacarlo out y poníamos nuestra defensa hacia el lado derecho. Él me decía: “Voy a batear para el izquierdo”, y le respondía que hacia allá perdía 150 puntos de average. Y es que el agarre que tienen los bateadores no les permiten batear los cuatro ángulos de la zona de strike.
Hoy se usa la famosa sabemetría, pero lo que sí está claro es que quien batea bola alta le cuesta más golpear la bajita; que los envíos para sacar out deben ser más rápidos y tirados en el lugar más vulnerable, y que el pítcher tiene la obligación de mejorar por día su efectividad si quiere llegar a la estelaridad.
Termina el juego y Noelvis se va agradecido de la conversación para cumplir la fatigosa responsabilidad con su equipo de béisbol. Ojalá y no solo a él le sirvan estas ideas. Para comprender la importancia capital de la lucha en el movimiento deportivo cubano no es necesario desempolvar gloriosos archivos. Solo basta con remitirse a tres meses atrás, cuando en Barranquilla, sede de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, se erigió en estilete que hirió de frustración a cuanto adversario retó su digna ambición.
En suelo colombiano se rozó la perfección. Solo una corona escapó de las alforjas masculinas, en tanto las mujeres mejoraron con creces sus prestaciones de la cita precedente en Veracruz 2014.
Su más reciente arrebato competitivo tuvo como escenario a Budapest, sede del Campeonato Mundial. En la capital húngara, y a lomos de su peculiar estilo, Cuba se ratificó como una de las potencias del planeta. Con solo 11 valientes, incluidas dos chicas, se capturaron cinco medallas: un oro y cuatro bronceadas, con lo cual se afianzó como la segunda disciplina con más preseas universales (104) detrás del boxeo (135).
Tamaño botín, frente a rivales de colmillos afilados y hambrientos de gloria, corrobora un camino estratégico y de desarrollo bien definido. Esta vez la chispa más visible fue Yowlys Bonne, quien gobernó con puño de acero los (61 kg).
La explosión ganadora se extendió con los terceros lugares de Alejandro Valdés (65 kg), Franklin Marén (70 kg), Lianna de la Caridad Montero (55 kg) y Oscar Pino (130 kg) —este último salvó la honrilla del estilo clásico este domingo—, mientras quedaron en el camino Reinieri Andreu (57 kg),Yunieski Torreblanca (86 kg), Luis Orta (60 kg), Ariel Fiz (77 kg), Daniel Gregorich (87 kg) y Yudaris Sánchez (68 kg).
Ya es habitual que nuestros gladiadores acuñen formidables efectos. Sin embargo, es justo recordarle al amigo lector que el desafío fundamental de este año para el movimiento atlético nacional fue la justa centrocaribeña. De ahí que el feliz descorche en la cita del orbe ratifique el linaje de este deporte.
El doble y oportuno resultado encumbra más la labor del colectivo técnico, que al pie del colchón de combate y fiel a sus señas de identidad, se esfuerza por extender el feliz baile junto a la élite mundial.
Sobre el horizonte se divisan fuertes retos. El más complejo, a nivel estratégico, la cita continental en Lima 2019. De aquí y hasta el trascendental momento es preciso continuar adoquinando la ruta que conduce a la gloria. Premios como los de Barranquilla y Budapest no solo despejan incertidumbres, sino que encienden los ánimos. Robustecen igualmente los deseos de superación, necesaria base para el crecimiento constante. A la lucha, firme candidata a ser estrella de lujo en la gala de los mejores deportes del año en nuestro país, le sigue sobrando mecha y empeño. Si usted lo duda recuerde que ya “takleó” al 2018. ¿Qué impide que también lo haga con el 2019?