Trabajadores

La pasión por lo que se hace

- | José Manuel Cortina

Un mediodía me tocaron a la puerta y cuando abrí encontré a Noelvis González, director del equipo de Holguín. Tras el saludo habitual me dijo: “Profe, vengo a hablar de béisbol”. Lo que no supo es que el honor era mío, pues se trata de uno de los nuevos entrenador­es preparados y con resultados ya en su provincia durante varias temporadas.

Entramos a la sala y comenzó el juego. Hablamos de la técnica del bateador; la terminació­n del swing; la lejanía del receptor en el cajón y sus movimiento­s inútiles hacia los lados, los cuales enseñan el lanzamient­o al que empuña el madero.

También de la manera en que los cátcheres reciben los envíos (la mayoría levantan su cuerpo y no están estáticos); de la utilizació­n de la bola bombeada en vez de usar el soporte de bateo; sobre la organizaci­ón de las prácticas (debe ser primero bateo y después las demás, no empezar por la defensa, como muchos hacen hoy).

Asimismo, que las prácticas tácticas defensivas se deben realizar en horarios diferentes a las de ofensiva, y en estas últimas usar a los serpentine­ros, lo cual sucede muy poco en nuestro béisbol. En fin, tocamos varios aspectos de juego.

Ya en la séptima entrada empezamos a hablar de los lanzadores. Algunas explicacio­nes llamaron su atención. Los pítcheres deben usar tres tiempos para lanzar hacia home cuando están de lado: dos, cuatro y seis segundos, alternándo­los para que el coach y el corredor no puedan descifrarl­o. Si se efectúa bien es difícil llegarle a segunda, pero lleva muchas horas de trabajo.

Le comenté que los rompimient­os había que enseñarlos a tirar hacia abajo y así el bateador solo tiene un punto para golpearlo. “Una de las causas del descontrol es la fórmula del siete, es decir, los que se suben al box trabajaban sin pensar que detrás hay siete compañeros para ayudarlos”, le señalé como una enseñanza vital.

Al final del partido, Noelvis, como buen cerrador, me dejó una pregunta que conocía bien. “Profe, ¿cuál es la diferencia entre comando y control?”. Imagínate una casa, comando son los cimientos y control la cubierta. Acto seguido le argumenté. Comando no es más que la posibilida­d que tiene el lanzador para romper la sincroniza­ción del bateador, para lo cual es muy importante que ellos hayan vivido esa sensación; es decir, haber bateado como antes se hacía en nuestros campeonato­s.

Control es colocar la pelota en el lugar justo a partir del envío anterior y basado en el conocimien­to que tienes del que batea para tirarlo en el lugar más vulnerable. Le recuerdo un ejemplo, Lázaro Vargas era excelente conectando hacia el jardín derecho y sus buenos batazos eran casi siempre con lanzamient­os cerrados porque tenía la habilidad de sacar las manos por delante del bate.

Cuando trabajaba con el equipo de Isla de la Juventud, les indicaba a Carlos Yanes, Ariel Prieto y Gervasio Miguel que usaran lanzamient­os afuera para tratar de sacarlo out y poníamos nuestra defensa hacia el lado derecho. Él me decía: “Voy a batear para el izquierdo”, y le respondía que hacia allá perdía 150 puntos de average. Y es que el agarre que tienen los bateadores no les permiten batear los cuatro ángulos de la zona de strike.

Hoy se usa la famosa sabemetría, pero lo que sí está claro es que quien batea bola alta le cuesta más golpear la bajita; que los envíos para sacar out deben ser más rápidos y tirados en el lugar más vulnerable, y que el pítcher tiene la obligación de mejorar por día su efectivida­d si quiere llegar a la estelarida­d.

Termina el juego y Noelvis se va agradecido de la conversaci­ón para cumplir la fatigosa responsabi­lidad con su equipo de béisbol. Ojalá y no solo a él le sirvan estas ideas. Para comprender la importanci­a capital de la lucha en el movimiento deportivo cubano no es necesario desempolva­r gloriosos archivos. Solo basta con remitirse a tres meses atrás, cuando en Barranquil­la, sede de los Juegos Centroamer­icanos y del Caribe, se erigió en estilete que hirió de frustració­n a cuanto adversario retó su digna ambición.

En suelo colombiano se rozó la perfección. Solo una corona escapó de las alforjas masculinas, en tanto las mujeres mejoraron con creces sus prestacion­es de la cita precedente en Veracruz 2014.

Su más reciente arrebato competitiv­o tuvo como escenario a Budapest, sede del Campeonato Mundial. En la capital húngara, y a lomos de su peculiar estilo, Cuba se ratificó como una de las potencias del planeta. Con solo 11 valientes, incluidas dos chicas, se capturaron cinco medallas: un oro y cuatro bronceadas, con lo cual se afianzó como la segunda disciplina con más preseas universale­s (104) detrás del boxeo (135).

Tamaño botín, frente a rivales de colmillos afilados y hambriento­s de gloria, corrobora un camino estratégic­o y de desarrollo bien definido. Esta vez la chispa más visible fue Yowlys Bonne, quien gobernó con puño de acero los (61 kg).

La explosión ganadora se extendió con los terceros lugares de Alejandro Valdés (65 kg), Franklin Marén (70 kg), Lianna de la Caridad Montero (55 kg) y Oscar Pino (130 kg) —este último salvó la honrilla del estilo clásico este domingo—, mientras quedaron en el camino Reinieri Andreu (57 kg),Yunieski Torreblanc­a (86 kg), Luis Orta (60 kg), Ariel Fiz (77 kg), Daniel Gregorich (87 kg) y Yudaris Sánchez (68 kg).

Ya es habitual que nuestros gladiadore­s acuñen formidable­s efectos. Sin embargo, es justo recordarle al amigo lector que el desafío fundamenta­l de este año para el movimiento atlético nacional fue la justa centrocari­beña. De ahí que el feliz descorche en la cita del orbe ratifique el linaje de este deporte.

El doble y oportuno resultado encumbra más la labor del colectivo técnico, que al pie del colchón de combate y fiel a sus señas de identidad, se esfuerza por extender el feliz baile junto a la élite mundial.

Sobre el horizonte se divisan fuertes retos. El más complejo, a nivel estratégic­o, la cita continenta­l en Lima 2019. De aquí y hasta el trascenden­tal momento es preciso continuar adoquinand­o la ruta que conduce a la gloria. Premios como los de Barranquil­la y Budapest no solo despejan incertidum­bres, sino que encienden los ánimos. Robustecen igualmente los deseos de superación, necesaria base para el crecimient­o constante. A la lucha, firme candidata a ser estrella de lujo en la gala de los mejores deportes del año en nuestro país, le sigue sobrando mecha y empeño. Si usted lo duda recuerde que ya “takleó” al 2018. ¿Qué impide que también lo haga con el 2019?

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Carlos Yanes, uno de los lanzadores con los que trabajó el profesor Cortina. | foto: José Raúl Rodríguez Robleda
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