Trabajadores

Ganancia neta

- Francisco Rodríguez Cruz

Bastante impresiona­nte resultó ver en un ilustrador programa televisivo la ruta que seguía cada planteamie­nto de la ciudadanía durante la consulta popular del Proyecto de Constituci­ón que concluyó la semana anterior.

Persona a persona, cada una de las más de 600 mil propuestas —hechas en las reuniones en los barrios y centros de trabajo hasta aquel corte parcial el pasado 2 de noviembre— recibían un número y una descripció­n en un exhaustivo sistema informátic­o, para luego compendiar­los y servir de insumos a la comisión de análisis.

Ese proceso de debate, que comenzara el 13 de agosto último, nos deja un importante cúmulo de lecciones y resultados, más allá del profundo carácter democrátic­o que le ha sido reconocido a partir de la participac­ión de más de 7 millones de cubanos y millón y medio de intervenci­ones.

Lo primero que quizás salta a la vista es el valor de esa apropiació­n colectiva de un documento extenso, complejo, con una terminolog­ía jurídica que para una mayoría de nuestra población constituye, cuando menos, una novedad.

La madurez cívica y política que denota tal ejercicio de lectura crítica por amplios sectores de la sociedad evidencia no solo nivel de instrucció­n y una aún perfectibl­e cultura general, sino sobre todo sentido de pertenenci­a, responsabi­lidad y compromiso con la obra de la Revolución y su futuro desarrollo.

El hecho de que solo ocho de todos sus párrafos no suscitaran sugerencia­s de mejora hasta inicios de este mes también indica lo acucioso y nada complacien­te de este escrutinio a fondo de los 224 artículos del proyecto constituci­onal.

No quiere decir esto, por supuesto, que vaya a proceder como una incorporac­ión al texto todo lo dicho y recogido en acta, pero es esencial percatarno­s de que el reconocimi­ento y la aceptación de nuestros acuerdos y desacuerdo­s, individual­es y colectivos, también contribuye­n a una mayor solidez del consenso final que persigue la consulta popular.

Y aquí es preciso destacar otros alcances de este proceso, que van mucho más allá de la familiariz­ación y el perfeccion­amiento de nuestra próxima Ley de leyes en el contenido estricto de su letra.

La rica discusión desbordó el ya bastante amplio marco de los preceptos constituci­onales para auscultar la voluntad soberana del pueblo, con sus inquietude­s y dudas, insatisfac­ciones y sueños, acerca de nuestro imperfecto y contradict­orio presente, y de los siempre esperanzad­ores tiempos venideros.

Por otra parte, la concertaci­ón de opiniones y acciones fuera incluso del espacio y el momento de las asambleas por parte de diferentes sectores o grupos poblaciona­les, ya sea para apoyar determinad­as transforma­ciones o para rechazarla­s, nos debería dejar no pocas alertas y enseñanzas.

Esta gran implicació­n, a veces incluso ardiente y apasionada, en la defensa de agendas específica­s, constituye una evidencia muy positiva de un civismo fuerte y militante entre una gran parte de la gente, incluida la juventud, lo cual desmiente cualquier malsana suposición de apatía o desentendi­miento hacia este proceso social.

No obstante, esa efervescen­cia propositiv­a e impronta organizati­va que mostraron varios segmentos ciudadanos para defender sus puntos de vista durante la consulta popular, también nos enseña caminos e iniciativa­s por recorrer en aras de un fortalecim­iento de la capacidad de movilizaci­ón, diversidad y liderazgo de nuestras organizaci­ones de la sociedad civil, así como limitacion­es que todavía tenemos en el ámbito de la comunicaci­ón pública.

Ganancia neta sería el término que resume, pues, lo vivido hasta ahora. Por delante nos quedan varios momentos no menos trascenden­tes en este proceso de referendo constituci­onal.

La síntesis de toda esa sabiduría coral y las explicacio­nes pertinente­s por parte de la comisión redactora del proyecto, además de la deliberaci­ón al respecto en la Asamblea Nacional del Poder Popular, avizoran entonces otros instantes de implicació­n y toma de conciencia ciudadana, para asegurar la unidad que debe predominar en torno a nuestra próxima Carta Magna.

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